Pov. Ashley
Tengo que admitir que me sentía como una colegiala en este momento, lo que me pareció un poco ilógico porque jamás observé a un hombre de la forma en que ahora observa al sujeto frente a mí.
Sus hombros anchos seguían el movimiento de su cuerpo, era como ver una enorme masa de músculo, seducción y algo más.
Aunque no sabía decir bien que era, podía deducir qué parte de eso que me atraía era nada más y nada menos que sus rasgos exóticos.
El hombre tenía una inseguridad poca veces vista en el sexo masculino, daba la sensación de que controlaba todo a su antojo y a la vez, parecía no hacerlo.
Sus pies se terminaron de mover hasta llegar frente a mí, su mano tomó mi mentón y movió mi rostro de un lado a otro, hizo lo mismo con uno de mis brazos para mirarlo y luego hacer lo mismo con diferentes partes de mi cuerpo.
Su toque se sentía diferente, su mano parecía arder en contacto con mi piel y me encontraba preguntándome ¿Qué tenía el trago que tomé?
Una persona no podía producir tanto en uno, no era normal, no era real. Las personas no lograban llegar tan profundo, no podían hacerlo.
— ¿Pasa algo Malik? —su nombre salió lento.
Quería saborearlo, era lo único que podía hacer, porque necesitaba mantener las distancias con él, debía mantenerme lo suficientemente alejada de él.
— ¿Estas bien? —di un paso hacia atrás.
— ¿Por qué estaría mal? —en verdad no lo entendía.
Sus hombres se acercaron y chasqueo los dedos. Dos de ellos entraron en el baño de mujeres, miré dentro y su mano de nuevo trajo mi mentón en su dirección.
Junte mis cejas confusa y algo molesta, no me gustaba eso, era como si tratase con un obseso del control, me recordaba a Demon.
Un escalofrío me recorrió la espina con el pensamiento, era un asco. No me quería acostar con Demon, con este sujeto por otro lado.
— ¿Qué tanto piensas? —levante la mirada y los hombres salieron con Amanda.
En un punto sentía pena por la mujer, este hombre era un peligro, todo él. La forma en que su barba marcaba el contorno de su mandíbula cuadrada.
Lo suficientemente larga para notar el espesor y color, pero no tanta para parecer desalineado. La piel le brillaba como el oro o bronce, más bien como el bronce.
— Sigues distrayéndote —su voz salió más ronca.
— No me distraigo, analizo —miré a los hombres —, caballeros, un poco más de cuidado con la dama, aquí las denuncia por violencia son un hecho.
Los hombres se miraron y bajaron los brazos de Amanda que me observó curiosa. Puede que yo no le caiga bien y definitivamente ella no era de mi agrado, pero no me gustaba ese trato.
— Amanda —miré a Malik que solo me observaba a mí —, por favor, vete.
Era un poco caliente verlo de esta forma, con todo su porte de hombre imponente y presumido, porque eso era, un presumido.
— Malik —la mujer tenía lo suyo si le hablaba.
— Estas terminando con mi paciencia Amanda —se acercó a mí y subí una ceja.
Por suerte o porque era la única que sabía subir, me asegure de que la ceja en cuestión fuera la contraria a donde estaba Amanda, no podía hacer estos gestos.
Pero definitivamente él no podía acercarse de esa manera a mí, no teníamos esa confianza, nunca la tendríamos, no me caía tan bien.
Bueno, eso era mentira.
No me interesaba como era, solo me lo imaginaba tirándome contra la pared y besándome como un salvaje. Podía sentir su cuerpo presionando en las partes justas.
— ¿Acabas de gemir? —mis ojos se abrieron grandes.
— ¿Qué?
Maldición, maldición, maldición. Esto no podía ser cierto, yo no podía haber hecho algo como eso, se suponía que no hacía esas cosas, era una mujer decente, una mujer tan decente que no esas cosas no figuraban en mi vocabulario.
Yo no había tenido sexo con nadie como para saber gemir.
¿Se aprendía a gemir?
— ¿Qué si acabas de gemir? —negué.
— ¿Por qué haría eso? —lo miré como si estuviese loco —¿Se encuentra bien?
La regla principal de todo esto era fingir demencia hasta que el otro pensara que estaba equivocado, había escuchado mal o se había vuelto loco.
— Perfecto, pero si lo hiciste —negué.
— No lo creo, no hay nada de placer aquí —señale el lugar —, aunque me duelen un poco los pies, quizás me queje —me aleje de nuevo —. Señor Malik —miré a todos lados —, las distancias, no recuerdo darle permiso para tocarme tanto.
Necesitaba volver a mi papel, porque aquella pequeña copa me había quemado las neuronas, yo literalmente estaba desequilibrada.
— ¿La he tocado demasiado? —afirmé.
— Sí, le dije que no estaba permitido —miré de nuevo —, al menos que haya público.
Ladeo su rostro un poco, solo hizo eso y me miró esperando algo o tal vez analizándome, no sabía buen cuál de las dos cosas, pero me miraba demasiado.
— ¿Por qué me mira tanto? —necesitaba saberlo.
— Me da curiosidad lo que tiene —parpadee.
— ¿Qué tengo? —camine de nuevo dentro del baño.
Mis ojos dieron con el espejo, no tenía nada, mis ojos brillaban, pero eso era porque no toleraba el alcohol lo suficiente como para beber más de una copa.
Tenía las mejillas con un leve toque de rosa y me veía un poco acalorada, pero eso era por la falta de ventilación, no tenía nada que ver el hombre que…
— ¡Jesús!
Di un pequeño salto y giré para quedar frente a Malik que ahora estaba dentro del baño. Miré a la puerta, estaba abierta, pero apostaba todo mi dinero a que esos monos que lo acompañaban cuidaban que nadie entrara.
Volví mi vista al frente para ver al hombre apoyado en una de las vigas del baño, crucé mis brazos molesta y él relamió sus labios tan despacio que daba la sensación de que me encontraba en uno de esos anuncios publicitarios.
Donde hombres sexys y fogosos ponían de lo suyo para conquistar a la audiencia.
— Es el baño de mujeres —le recordé.
— No vendrá ninguna —se acercó.
— Le recuerdo señor Malik, que ya se ha pasado un poco de los límites —afirmó.
— También dijiste que tengo que pagar una multa —afirmé.
— Exacto, ayuda a pagar la terapia —bromee y entrecerró sus ojos.
— ¿Cuántos se propasaron contigo para que tengas esa regla?
No era tonto, claramente algo había pasado para que me pusiera mis limites, porque esa era la realidad, ponía límites. Los hombres no entendían los no, pero si las multas de dinero.
— Eso es un poco irrelevante —su cuerpo se pegó al mío —, señor Brown, creo que no…
Me quede callada cuando su rostro bajo haciendo que sus labios y los míos se rocen. La descarga me atravesó el cuerpo entero, la piel se me erizo y todo mi sistema entro en alerta.
No me gustaba como se sentía. Me daba miedo, porque por primera vez en años, no tenía esa necesidad de alejar a alguien de mi cuerpo.
— Está incumpliendo una de mis reglas.
Me las ingenie para hablar cuando no sentía las piernas, porque es así, no siento las piernas.
— ¿Cuánto es lo que hay que pagar? —sus labios rozaron los míos y di otro paso hacia atrás.
— ¿Por invadir mi espacio personal? —su mano rodeo mi cintura —, tocarme —balbucee.
— Y besarte —mis ojos se llenaron de pánico.
— ¿Besarme? —trate de alejarlo, pero me pego.
Demonios, yo no sabía hacer eso, no tenía idea de cómo se besaba, más allá de sos golpes de boca que me habían dado sin consentimiento.
Yo jamás.
— No, no, no —me aleje —, señor Brown, suélteme.
Sus ojos se entrecerraron un poco y lo observé molesta intentando intimidarlo un poco, al menos algo.
— Más que incomoda pareces asustada —ladeo el rostro.
— Se está propasando, hablare con el dueño —se alejó un poco.
— ¿Has besado a alguien? —de nuevo subí mis cejas y sentí el calor invadir mis mejillas —, es eso, no has besado a nadie.
Miré hacía otro lado y suspiro antes de apartarse por completo. Mis ojos volvieron a él que me observaba diferente, parecía un poco más ¿fascinado?
— ¿Por qué me mira así? —tomó aire.
— Te compensare esto —señalo la situación.
No me sentía ofendida, no con él al menos, conmigo sí, acababa de flaquear como una chica sin experiencia, no podía dejar que eso pasara.
Por más bueno que estuviera el condenado.
— Debemos volver a la fiesta —fue lo único que dije.
— Sí, claro —carraspee.
No me interesaba sus compensaciones económicas ni mucho menos, no quería plata de él e hizo ya decía mucho, porque claramente tenía otra especie de poder sobre mi persona.
Salimos al salón, cada uno en su lado, Malik me observaba de reojo y yo trataba de evitar el contacto visual. Nos llamaron para sentar y me llevó a una de las mesas.
En un tiempo Demon me llevaba a sus fiestas, así se encargaba de que nadie se le acercara, si alguna mujer le interesaba decíamos que era su prima por parte de madre.
Todos sabían que existía, nadie la había visto.
Malik tomó la silla y me ayudo a sentarme, le sonreí un poco y me acomodé con cuidado observando la vajilla. Mis ojos se levantaron a las personas que estaban en la mesa y tomé aire.
Solo esperaba que esta velada terminara rápido.