Capítulo 2 Tretas

2005 Words
El poder y las apariencias lo son todo, nadie triunfa en esta vida si no tiene un nombre y un respaldo que lo acompañe, es imposible ser respetado si no infringes un poco sobre la persona, era una realidad. Cualquiera que me conociera podía decir que no era una persona agradable, tenía lo mío, respetaba a todo aquel que andaba a mi alrededor, lo hacía, siempre y cuando no me jodiera mi existencia. Era lo que pasaba con cierta mujer que me atosiga desde que he pisado los Estados Unidos. Mis costumbres eran distintas a las personas que habitan en esta ciudad de Boston. Tenía mis creencias, me gustan las cosas de una forma, mi religión me hacía hacer todo de una forma. Sobre todo porque ya cargada con un pasado que comprometía un poco mi nombre ante la sociedad. En Marruecos la religión base es el islam, esto influye en muchos aspectos en la vida de las mujeres. Ellas deben seguir ciertos parámetros, su vestimenta es modesta y respetuosa, cubriendo hombros, brazos y piernas, podía usar el hijab o niqab. Pero en ocasiones, solo veía los ojos, la chica no se mostraba hasta que se concretaban ciertas cosas, por ejemplo, un matrimonio. Estaba comprometido, de la misma manera que lo había estado mi madre cuando era joven. En ese tiempo la mujer se daba en matrimonio y no tenía opciones de elegir. Ahora, podría decirse que uno puede elegir a la mujer con la que se casara. Yo lo había hecho. Sabía cómo lucia, habíamos tomado el té algunas veces y pasado tiempo juntos, pero más allá de un par de charlas triviales, no tuvimos nada más. No iba a fingir que era un hombre puro, para nada, había hecho de las mías. No faltaban mujeres que se dedicaban al trabajo y sin duda cualquier hombre que tuviera —aunque sea un poco de deseo —podía dar con ellas, pero siempre serían eso, putas. No estaba bien visto que las mujeres se dedicarán a ese ámbito, la familia, el matrimonio y la parte conservadora lo eran todo, tal vez por eso cuando veo a Amanda Jones pasar por la puerta de mi oficina siento repulsión. — Malik Brown —sus labios rojos se curvan —¿Cómo está el hombre más candente de la ciudad? Mis ojos se mantuvieron fijos en ella mientras mantenía mi expresión seria y sin rastro la simpatía. Soy marroquí, mi nombre es Malik, pero mi apellido no es Brown, mi nombre real es Malik Khalil Mohamed. Uso aquel apellido estadounidense ya que necesitaba pasar desapercibido a la hora de hacer negocios. No quería que me relacionen con mi familia en Marruecos, tampoco que la gente Marruecos supiera que era el dueño de una empresa que transportaba minerales y tenía su sede en Estados Unidos, aunque Marruecos también había una. Demon Drake se encargaba de hacer negocios conmigo, éramos algo así como socios. Se podía decir era lo más parecido que tenía un amigo, de los pocos con los que habían entablado conversación, incluso estaba ese doctor amigo suyo. — Amanda Jones —hable firme —, le he pedido millones de veces que no se dirija a mí de esa forma, tengo prometida, me voy a casar, no necesito problemas con mi esposa. Aquí es donde salía a colación Demon, pues estaba cansado de que esta mujer tratase de clavar sus garras en mí, por lo que había decidido hablar con mi amigo para pedirle a alguna de sus chicas para fingir una relación mientras estaba acá. En algunas semanas tenía que volver a Marruecos para hacer oficial mi compromiso, luego de que aquello sucediera volvería esporádicamente a manejar mis negocios. Aunque tendría que hacerme cargo de mi parte política en casa. — Futura esposa —sus ojos pasaron por mi mano —, no veo anillo ahí, lo que quiere decir que todavía no te has casado. Esto era otra de las cosas que no entendía. Cuando te decían que no, que estaban por casarse, que no se iban a acostar contigo, no iban a salir. Por qué seguían. Esta bien hay hombres que salían igual, en este caso simplemente se debía a que la persona que estaba aquí me parecía desagradable. — Respecto a mi mujer, señora Amanda —marque el señora —, quizás eso es algo que a usted no le importa, pero soy un hombre de palabra y no me gusta estos juegos —junte mis manos —, así que lo voy a pedir, por favor, que corte con su coqueteo raro y mantenga las distancias conmigo —mi voz se endureció —, no me interesa, no me va a interesar y para saldar dudas, le aseguro de que no va a cambiar en ningún futuro cercano la situación. Su rostro se contrajo y giró furiosa haciéndome rodar los ojos, luego simplemente tome el teléfono y envía un mensaje a la persona qué podría ayudarme a salir de esto con facilidad. Tenía que usar la artillería pesada para mantenerla lejos. Malik: Necesito una de tus mujeres para sacarme a Amanda Jones de encima, tiene que fingir que es mi prometido, solo eso y por Dios, que parezca de casa, de lo contrario, dudo que se lo crea. Demon: Tengo la mujer perfecta para eso, pero te lo advierto, Ashley tiene mi entera protección. Espero que te comportes con ella o te patearé el trasero y lo puedo hacer, créeme, no me importa si eres un maldito jeque o el rey de Inglaterra, te golpearé hasta que te duela respirar. Malik: ¿Me estás dando a una de tus mujeres o alguien de tu familia? Porque no entiendo tanta protección hacia ella. Demon: Respeto tu costumbres Malik, pero yo mantengo a mis chicas seguras, y con respecto a Ashley, es parte de mi familia, la jodes, te golpeo, la cuido desde chica, así que no, no puedes arruinarlo con ella. Malik: Te entiendo, no pasará nada, solo saldremos y ya, en unas semanas me voy. Tengo que decir que no estaba acostumbrado a tener que solicitar la presencia de una mujer para manejar estos asuntos, mucho menos una completa extraña que tenía el poder de abrir la boca y dejarme expuesto frente a mis socios. No la pude ver en toda la semana. Le había solicitado a mi amigo que me dejara conocerla antes de mi reunión con los ocios el fin de semana, pero al parecer la muchacha era bastante solicitada. Lo que me hacía pensar en que quizás tenía o un buen aspecto, o daba más que solo acompañamiento. — Jefe —miré a uno de los hombres —, ya hemos revisado todo el lugar por dentro, no hay peligro, la señora Jones está esperándolo —hice una mueca —, insistió en salir, pero le dijimos que estaba haciendo negocios por teléfono. Maldición, esa mujer era insoportable, no la toleraba, pero era la hija de uno de mis socios más respetados, al menos él, porque ella dejaba bastante que desear en cuestiones de negocios. — La quiero lejos de mí —gruñí, aunque sabía que tendría que verla cuando entrara —. Estoy esperando que venga la mujer, todavía está a tiempo, solo espero que no sea impuntual. Estamos frente a uno de los hoteles más lujosos de Boston, la dueña tenía varios por la ciudad, incluso casinos y bares. Siempre hacía mis reuniones aquí, eran pequeños eventos donde se dejaba en claro lo que habíamos hecho durante los meses transcurridos y poníamos los nuevos proyectos frente a todos. Un auto blanco giró por la esquina y terminó frente al hotel, el chico que se encargaba de guardarlos bajo apresurado y me quedé observando fijo a la mujer que ahora bajaba. El aire se me frenó en la garganta cuando se bajó, estiró la mano con delicadeza para dejar las llaves al chico que ahora la observaba cómo se fuese lo más hermoso que había visto en su vida. Mire a mis hombres que la miraban de la misma manera, no puedo evitar arrugar la nariz. Esa chica en verdad era preciosa. Su piel oliva contrastaba con un cabello castaño espeso, llevaba las uñas arregladas y un vestido que se ajustaba a su cuerpo marcando todas sus curvas, pero sin revelar nada. Lo tenía cerrado hasta el cuello y en las mangas llevaba encaje. No tenía idea de si Demon le había dicho como debía venir vestida, pero la mujer desprendía elegancia y se veía exquisita. Me quedé idiotizado mientras caminaba en mi dirección, sus ojos dieron con mi rostro, sus labios se curvaron en una sonrisa que dejaba a la vista sus dientes blancos. — Buenas tardes, señor Malik Brown —estiró su mano en mi dirección —, mucho gusto, soy Ashley Simons. Tome su mano aun idiotizado y la bese despacio. Sus mejillas se tornaron de un rosa claro y su mirada se desvió a un costado. — Es un placer para mí conocerla señorita Simons. Mi cuerpo se enderezó, pero no le solté la mano, simplemente me quedé ahí tocándola mientras ella mordía su labio despacio y trataba de llevar la vista hacia otro costado. Jamás me había fascinado tanto los gestos de una mujer, pero esta chica resaltaba, era cautivadora, demasiado. Lo que me hacía pensar en que quizás, todo ese cuidado de mi amigo hacia ella se debía a que tenían algo. — Me gustaría dejar algunas cosas en claro señorita —sus ojos dieron conmigo —, antes que entremos a la reunión —su rostro se puso serio y alejo la mano de la mía causándome irritabilidad. — Estoy de acuerdo con eso señor Brown —carraspeo —, quisiera dejarle algo en claro antes que entremos a la reunión —arrugué mi nariz —, si me lo permite. — Soy todo oídos señorita. — No puede tocarme ninguna parte inadecuado, ya sabe, aquellas que son íntimas y que en ocasiones uno le toca su pareja o la persona con la que se acuesta —vaya —, no tiene permitido hacerlo, de lo contrario, puedo cobrarle una multa del valor que yo considere, de acuerdo con la ofensa que haga contra mi persona. Subí mis cejas asombrado, porque lo que menos esperaba era a ella diciendo algo como esto, no me la imaginé teniendo reglas con su trabajo, más bien pensé que hacía lo que el cliente quería por un módico precio. — En segundo lugar, no puede besarme a no ser que sea necesariamente estricto —levantó un dedo —, podemos decir que las demostraciones de amor en público no es algo con lo que nos sintamos cómodos ni usted ni yo, creo que es una buena forma de despistar a las personas. La seguridad con la que hablaba resultaba fascinante, a un punto en que quería ver qué otras cosas saldrían de su boca, sobre todo porque estaba dándome órdenes y no solía dejar que nadie lo hiciera. Pero en esta oportunidad tenían claro que ella mandaba, pues Demon lo había dicho, dijo que la que tenía el poder en esto era ella y me lo estaba haciendo notar sin problema. — En tercer lugar y no por esos menos importante —cruzó sus brazos —, quiero dejarle en claro que no me voy a acostar con usted, no importa cuánto pague, no tengo sexo con mis clientes, así que si es lo que buscaba, podemos hablar con el jefe y que le consiga a alguien que esté dentro de sus gustos. Vaya, ella me estaba dejando pasar como si nada, aun cuando su pago iba a ser suculento. Porque había ofrecido mucha plata para tenerla durante todo este tiempo. Sobre todo porque la necesitaba. Aunque Demon me había dicho que no me lo iba a guardar como exclusiva hasta que demostrara que no corría riesgo conmigo. El idiota pensaba que era un mal nacido maltratador de mujeres, lo sabía y me sentí ofendido.
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