Capítulo 1 Costillitas de cerdo

2240 Words
Pov. Ashley Todos tenemos un propósito en esta vida, al menos eso es lo que te enseñan cuando eres chica. Estamos aquí para cumplir parámetros, para manejar nuestra vida de una forma que sea adecuada, porque en un mundo regido por el poder y las tradiciones, quién peca, debe ser condenado. Quizás por eso mi vida había sido tan caótica, tal vez mis padres habían cometido algún pecado imperdonable y debido a eso todo había sucedido de esta manera. Tenía trece años cuando mis padres murieron en un accidente, quizás fue obra del destino, tal vez su hora había llegado, o en su defecto, era lo que estaba predestinado para ellos. Sea como sea, murieron. De repente ya no tenía padres ni casa. Un asistente social golpeó la puerta de mi hogar y me permitió recoger mi ropa para pedirme que saliera. Recuerdo mi llanto desesperado cuando me llevaron al hospital para reconocerlos, sí, con esa edad tuve que ir a ver los cadáveres de mis padres para confirmar que eran ellos. No tenía familia, ya no quedaba nadie y terminé en una casa de acogidas con un montón de chicos que me molestaban por cada cosa que veían en mí. Mi cabello no era lo suficientemente lacio, mi cuerpo no tenía las suficientes curvas, el lunar en mi rostro me hacía ver como una bruja y mis piernas eran dos pequeños chorros de agua que daban pena. Supongo que sus palabras fueron el detonante que acompañó cada uno de sus golpes, porque no conformes con hacerme llorar, además recibía palizas por parte de las chicas y algunos varones que se creían mucho o poco. Todo rastro de crianza que me dio a mi madre fue reemplazado por un odio tan marcado que termine presa antes da los diecisiete. Estaba decidida a irme a cualquier lugar, quería huir de mi infierno personal y por lo que abrí un auto para sacar su reproductor y venderlo. Bueno, yo no lo vendía. Como la calle siempre te presenta personas y uno se acostumbra a estar cerca de ellos, me hice cercana a un grupo de delincuentes que vivía por la quinta, justo al final de la calle del orfanato donde me he encontraba. Digamos que aceptaron que le consiguiera cosas a cambio de dinero y una identificación falsa, qué usaría para irme del lugar donde vivía. Cuando terminé presa, la dueña del orfanato, pego el grito en el cielo, me castigaron y descubrí que un adulto puede hacer más daño que unos simples niños. Al final, me terminé yendo. Vague por las calles, cambie de ciudad y terminé aquí, en Boston, encontrándome con una persona que vio potencial en mí. Vio más de alguien lleno de carencias. Alva fue la primera persona que conocí al llegar, ella se encargó de llevarme directo a Elegant. Para ese entonces Demon Drake se encontrará todo el tiempo en las instalaciones, mejorando cosas, haciendo selección de mujeres y encontraba clientes. No era tan importante como ahora, recién estaba iniciando en el mundo de los negocios y no fue hasta que le dieron la presidencia de la empresa de su abuelo, que dejo la parte administrativa a cargo de Elijah y Alva. No obstante, todavía recuerdo la manera en que nos conocimos. — ¿Qué significa esto Alva? —su gesto se contrajo —, ¿Por qué traes una niña a trabajar acá? ¿estás loca? —sus ojos estaban llenos de furia mientras miraba la mujer que acababa de rescatarme de la calle. — No es tan chica, tiene dieciocho años y no la traigo para que empiezo a trabajar ahora —negó —, no tiene dónde vivir, está en la calle, sola y me pareció que podríamos entrenarla para que trabaje cuando tenga la edad pertinente —Demon me observó —, además de que termine de estudiar. Sus ojos que permanecían sin ningún rastro de simpatía y amabilidad cambiaron un poco cuando escucho mi historia, suspiró y pasó la mano por su rostro antes de acercarse unos pasos. — ¿Qué pasó con tus padres? —consultó en tono seco. — Murieron cuando tenía trece años, he pasado el último tiempo en un orfanato, pero escape gracias al maltrato antes de cumplir los dieciocho. Sus ojos se quedaron fijos en los míos, como si intentara sacarme mentira verdad, pero yo no tenía nada que perder, ni siquiera algo por lo que luchar. Simplemente me encontraba sobreviviendo sin un rumbo fijo, pero tratando de no caer, porque me negaba a que eso sucediera. — Te pagare un sueldo, profesoras te van a preparar para trabajar —me apuntó con el dedo —, pero quiero que entiendas, que lo que aquí se hace, es acompañar hombres en sus eventos, a veces te pedirán besos, otras sexo, en cada una de esas oportunidades la que se lleva la ganancia y cobrar lo que quiere eres tú —me apuntó —, solo te p**o por acompañarlos, luego de eso, tú decides que hacer, pero escúchame algo pequeña —se acercó —, la mayoría de los hombres que vienen acá, solo quieren un lugar dónde meter su m*****o y ya, no dejes que te engañe. Su advertencia me tomó por sorpresa, porque nunca imaginé qué trataría de protegerme. — ¿Por qué le importa lo que me pase? — Porque yo también perdí a mi madre, se lo que es no crecer con ellos, no se lo deseo a nadie —tomó aire —. Ahora somos tu familia, nos cuidamos, tú nos cuidas a nosotros y nosotros te cuidamos a ti —estiro la mano y la tome —. ¿Cómo te llamas? — Ashley. — Bien, Ashley —sonrió —, bienvenida, es hora de que te conviertas en cualquier cosa que quieras ser. Y lo hice, me había convertido en todas las cosas que quería ser, fui Ágata, Raquel, Rachel, Miley, Ada, Jessica y cada uno de los personajes que inventé para este trabajo. Era la única persona dentro del ambiente que era consultada por cómo se llamaría para el cliente que entraba, usaba pelucas, cambiaba mi estilo y maneje cada una de las situaciones a mi antojó. Porque en cierta forma, era la mimada de Demon y los demás. Sin embargo, ahora quería golpearlos a todos en la cara por haberme planificado una cita con este sujeto asqueroso. Es que el hombre comía como un cerdo, tenía un poco de salsa de tomate en la comisura de su boca, su vientre prominente se encontraba manchado de lo que parecía ser barbacoa, aunque no tenían la certeza de que fuera así. Lo había visto comer tantos platos que no creía estar viendo bien en este momento, claramente me estaba quedando ciega, porque nadie podía comer tanto en tan poco tiempo ¿o sí? No, no debía ser normal. Observó cómo lleva de nuevo sus dedos directo a su boca y los chupetea para luego levantar la servilleta que cuelga de su cuello y limpiar su boca de forma exagerada. — Deberías comer un poco más —me observó —, estás muy delgada —me apuntó con una costilla —, si adelgazas un poco, directamente vas a desaparecer, eso no puede ser bueno. Su lengua viscosa y con colores extraños, relamió sus labios antes de tomar su vino. — Oh, cariño —sonreí —, no te preocupes por mí —estaba intentando no hacer ninguna mueca de asco —, solamente puedo comer algunas cosas, debido a un problema estomacal. Abrió sus ojos realmente preocupado y yo solo pensaba que él era mi problema estomacal, la cantidad de sonidos que hacía me daban ganas de vomitar. — Lo lamento —me puso la mano llena de grasa en mi mano —, quieres que vayamos a ver algún médico, tengo un socio, es uno de los mejores médicos de la zona, pueda verte —palmeo mi mano —¿o estarás embarazada? —sus ojos se desviaron a mi copa le vino —, no, no estás embarazada, porque no beberías, además con tu trabajo dudo que puedas quedar embarazada —subió sus hombros —, no sabrías quién es el padre. Abrí un poco en mi boca y me mordí la lengua mientras controlaba el enojo. Quería golpearlo tan fuerte como fuera posible, porque se lo merecía, pero resulta que había una cláusula que prohibía golpear a los clientes. Lo que me dejaba la posibilidad reducida a una simple mueca y quizás un comentario sarcástico. — Disculpa cariño, pero yo no me acuesto con los clientes —sonreí —, por eso mismo tiene que pagar un extra por besarme, se lo expliqué —me incliné sonriendo —, mi tiempo y presencia valen caro. — Sí, sí —sacudió otra costilla —, me dijiste, diez mil por haberte robado un beso, comprendo. — Y sí leyó bien el contrato —no cambie mi gesto —, sabe que no nos puede insultar, por lo que son otros treinta mil, solamente por llamarme puta. No pudo evitar aquellas palabras saliendo de mi boca, si Demon me escuchaba seguramente me regañaría, no le gustaba que las mujeres insultaran, nunca le gusto. Había despedido a varias por eso. — Vaya, no recordaba eso. Tomó su teléfono celular y aproveché para mandarle un mensaje a mi jefe gruñón y quejarme por lo que acaba de hacer, estaba loco si pensaba que me iba a aguantar a un sujeto refiriéndose a mí de esa manera. No lo haría, bajo ningún concepto soportaría que me tratara de esa forma. Ashley: El cretino con que hicieron un trato, acaba de decirme puta y me beso sin mi permiso, quiero diez mil más por el beso y treinta por el insulto. Demon: Tramitando. Nosotros teníamos ese tipo de relación, por eso no me había sorprendido que Korn llamará a la agencia. Le dijeron los montos que acababa de decirle a Demon, por lo que había sucedido. Él me defendía, siempre lo hacía, era como su mini hermanita. Una hora y media después estaba camino a la agencia, mis pies se movían en la entrada mientras mantenía mis hombros rectos y el gesto contrariado. Estaba furiosa y pensaba cobrarme esto sí o sí. — ¿Cómo te fue cariño? —Elijah hablo divertido y gruñí antes de pasar directo al baño para sacarme todo rastro de ese sujeto de mi sistema —. Ashley, vamos, no te enojes, le sacamos mucha plata por lo que hizo. — Metió su lengua con barbacoa en mi boca —pase el cepillo de dientes. — El jefe lo arreglo —lo fulmine —, cambia la cara nena, Demon puso de lo suyo para que pagara su impertinencia. — Me besó con barbacoa en la boca —negué —, sabes todas las arcadas que tuve que camuflar entre toses y sonrisas —niego —, me besó con un pedazo de comida y estoy segura de que tenía un pedazo de cerdo en sus labios —lo apunte con mi cepillo —, así que no me vengas con que es suficiente, debería haberle sacado medio millón por ser tan cochino. Su risa inundó todo el ambiente y quería ir a golpearlo, pero está desnuda y necesitaba sacarme su olor de mi cuerpo. — Es un mal momento para decirte que te consiguieron otro cliente —joder —, esta vez te puedo asegurar que te va a gustar. Me quedé callada un momento mientras refregada mi cabeza observando la cortina del baño. Elijah sabía que era un silencio seguramente esperando que hablara. No hablo. Quería decir no, pero no si había una trampa en todo este asunto. Estaba segura de que había un trasfondo, porque no podía ser muy bueno. — ¿Qué quieres decir con eso de que me va a gustar? —me asome abriendo un poco la cortina y sus labios se curvaron mostrando todos los dientes. — Bueno nena, te aviso que el sujeto está para chuparse los dedos —hice una mueca de asco. — Vamos, no hables de chupar los dedos, el sujeto con el que fui, se pasó toda la velada chupándose los dedos y lamiendo la salsa que se le caía a la ropa. Otra serie de carcajadas abandonaron sus labios y lo miré furiosa mientras levantaba las manos en señal de paz. — Bien, lo siento —negué —, cancelamos a ese sujeto de la lista, no importa cuánto pague —lo apunté con el dedo —, lo digo en serio, Demon hablo con él y le dijo que no volvería a tener nuestros servicios, pues no podía maltratar a nuestras chicas. — Más les vale. — Ahora —se acercó —, el sujeto que viene para estar contigo, es sin duda lo más lindo que verás en tu vida y para qué me creas, te diré algo —volví a salir y mirarlo. — ¿Qué es lo que me vas a decir? — Se llama Malik, es árabe y tiene unos músculos muy grandes, es más, necesito que me averigüe si es de ahí, porque pretendo llevarme ese sujeto a la cama. Sonreí y negué, pero luego simplemente terminé lavándome con una sonrisa en el rostro. Podía ver a un árabe por un par de horas, de eso no había duda.
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