Tres días más tarde, se realizan los funerales del coronel. Arturo Morgan decide que todos en su casa asistirán al cementerio. ―No sé si sea conveniente que yo también vaya ―expresa, con pesar, Jacqueline. ―Debe ir, todos debemos hacerlo, el coronel Lakewood era una persona muy importante en este lugar, sería un desaire no asistir. ―No creo que mi presencia sea bien recibida. ―Quizá su presencia no agrade, pero no presentarse será peor. ―Está bien. Si usted lo dice... ―Sí, yo lo digo. Jacqueline se prepara a desgano. Los últimos tres días, Arturo casi no había reparado en su estadía en esa casa. Después de ese beso que se dieron cuando volvieron de la oficina del sheriff, no se había vuelto a acercar a ella. Volvió a ser el tipo duro y frío de siempre. El responso en la iglesi