—Aquí.
Se escuchó una voz seguida de una pila imposiblemente grande de papeles que cayó sobre mi escritorio.
—Uh...
Me quedé en silencio mientras miraba a la persona.
Un joven que nunca antes había visto. Apenas me echó un vistazo. Simplemente dejó caer la pila de papeles y se fue.
Kenzo todavía está en su reunión con la Sra. Suzo. Han estado allí durante más de dos horas. Me pregunto de qué están hablando en la reunión.
Realmente debería preguntarle a Kenzo para qué es toda esta documentación, pero no quiero molestarlo. Tal vez pueda descubrirlo por mí misma. Tomé el primer papel para revisarlo.
Oh, son todas cosas que el Sr. Suzuki necesita firmar. Bueno, no puedo firmar nada en su nombre. Sin embargo, puedo revisarlo todo y organizar lo más importante para él. De esa manera puede ocuparse de los más urgentes y luego irse a casa si quiere.
Me llevó una hora completa revisar la pila de papeles. Así de grande era. Absolutamente ridículo.
Me recosté en mi silla y me froté el puente de la nariz. Uf, necesito un descanso. Y un café.
De repente la puerta de la oficina de Kenzo se abrió. Salté en mi silla. Girando la cabeza, vi a Akane abrazando a Kenzo.
—Fue tan agradable verte, Ken. Gracias por recibirme hoy y pasar tanto tiempo conmigo. Lo aprecio —le dijo Akane.
—En cualquier momento —respondió Kenzo con calidez mientras la abrazaba de vuelta.
Se ven bien juntos. Mejor de lo que yo alguna vez luciría a su lado. Nunca encajaría en el mundo de Kenzo de todos modos.
Una cosa que no te dicen cuando pierdes casi cien libras... No ganas confianza como todos piensan. Puedo usar cosas que nunca usaría antes. Solo porque Kendra me lo pide, pero... todavía carezco de confianza de la misma manera que antes.
—Fue muy agradable conocerte... Oh, no capté tu nombre. Qué grosería de mi parte —dijo Akane.
Levanté la vista y la vi hablando conmigo.
—Oh —dije.
Me levanté y alisé mis manos sobre mi falda. Luego le tendí la mano a Akane, con una sonrisa enorme en mi rostro. Akane estrechó mi mano con gracia.
—Soy Opal Evans. La nueva secretaria —le dije.
Akane me regaló una sonrisa de complicidad. Lo que ella sabe, yo no lo sé. Aun así, es una sonrisa cálida. Sincera.
Si ella y Kenzo están saliendo, estoy feliz por ellos. Akane parece ser una mujer encantadora. Kenzo también ha sido amable conmigo durante todo el día. Probablemente hagan una gran pareja.
Solo tengo que seguir repitiéndomelo.
—Opal, qué nombre bonito. Fue un placer conocerte. Nos vemos —dijo Akane mientras salía.
La sonrisa se mantuvo en mis labios mientras volvía a sentarme.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Kenzo.
—Oh, eh, alguien dejó esta pila de papeles mientras estabas en tu reunión. No sabía qué eran, pero después de revisarlos, los organicé para ti. Esta pila son los documentos más importantes que requieren tu atención hoy, y esta pila debe estar lista para el viernes —le dije.
—¿Qué es esa pila? —preguntó Kenzo señalando una pila al azar.
—Oh, eh, esa es la pila de la que no tengo idea, así que la aparté para que la revises. Pensé que te ayudaría lo mejor que pudiera —le dije.
Kenzo examinó los papeles con cara de preocupación.
—¿Por qué no me hablaste de estos antes? —preguntó sin mirarme.
Oh no, ¿hice algo mal?
—Eh, bueno, estabas en una reunión... No quería molestarte —le dije.
Los intensos ojos negros de Kenzo se dirigieron a mí.
—Son más de las siete, Opal. Podrías haberme interrumpido para que pudieras irte a casa —dijo.
Lo miré confundida.
—¿Irme a casa? —pregunté como una idiota.
Kenzo me miró con confusión propia.
—Sí, ya sabes, eso que haces al final del día de trabajo —dijo sarcásticamente.
Fruncí el ceño.
—Pero... tú todavía estás aquí —afirmé.
Kenzo solo me miró fijamente.
Estoy confundida.
¿Qué está pasando aquí? ¿Las otras secretarias no se quedan tanto como su jefe? ¿Eso solo era yo todo este tiempo? Tal vez debido a mi relación con Ted nunca lo vi como algo anormal antes.
—Opal, ¿no te vas hasta que se vaya tu jefe? —preguntó Kenzo.
Carraspeé mientras sentía mi cara enrojecer.
—Pensé que eso era normal.. —murmuré.
Kenzo se rio de mí.
—No tienes que hacerlo aquí. Yo me quedo hasta tarde casi todas las noches —me dijo.
Encogí los hombros.
—Estoy acostumbrada —dije.
—Por el Sr. Mackley —dijo Kenzo.
No era una pregunta, pero asentí de todos modos. Estaba ordenando las pilas de papeles que había hecho. Tal vez pueda ayudar a Kenzo a pasar por ellos más rápido si me quedo y se los entrego o algo así.
—¿Y qué hacías para el Sr. Mackley durante estas horas tardías? —preguntó Kenzo.
Encogí los hombros.
—Le conseguía café, me aseguraba de que cenara, llamaba a su esposa para informarle dónde estaba. A veces pedía flores y chocolates para ella. Emily se pone muy molesta cuando Ted se queda aquí después de las siete —dije mientras miraba de nuevo a Kenzo.
Esos intensos ojos negros vuelven a clavarse en mí. Traté de no encogerme bajo la mirada de Kenzo. Dios mío, ¿tiene que mirarme así?
—Ya veo —respondió él.
—Eh, ¿debo llamar a alguien en tu nombre? —pregunté incómodamente. Las esquinas de los labios de Kenzo se curvaron mientras negaba con la cabeza.
—No —dijo.
Le hice un gesto afirmativo.
—Bueno, tal vez si te ayudo con esto podamos terminar más rápido —ofrecí.
Kenzo me miró de arriba a abajo. Por un momento pensé que iba a decirme que no. Luego agarró una de las montañas de papeles y regresó a su oficina.
—Ordena algo de comida para nosotros. Nos llevará un tiempo.
***
Claro que sí. Más de una hora después, apenas hemos llegado a la mitad de la pila importante de papeles. Kenzo insiste en revisarlo todo mientras avanza. Aunque no puedo molestarme por eso, él es el CEO.
—Devuelve este mañana. Hay errores. Los marqué para que solo tengas que hacer que la secretaria lo vea —dijo Kenzo.
Tomé el papel para ponerlo junto a los otros que él exigió lo mismo.
Tampoco hemos tenido ni un momento de descanso desde que empezamos. Sé que solo ha pasado una hora, pero estoy acostumbrada a poder levantarme y moverme un poco. Me siento tan rígida ahora. Ni siquiera cuando comimos nos detuvimos.
—Sabes que puedes irte cuando quieras —me dijo Kenzo por cuarta vez.
Le lancé una mirada vacía. Sus ojos negros se levantaron para encontrarse con los míos. Luego le negué con la cabeza.
—Me quedaré. Gracias de todas formas. Por cuarta vez —dije.
Kenzo dejó su pluma y se recostó en su silla. Me miró de arriba a abajo y sentí que mis mejillas se calentaban. Kenzo me está mirando como si no pudiera entenderme, pero quisiera hacerlo.
—¿Qué pasa? —pregunté con una risa forzada.
Kenzo dudó en responder.
—Casi no me has preguntado nada desde esta mañana. Incluso entonces tenías pocas preguntas. Cuando no te respondía, volvías a trabajar. Has pasado todo el día esforzándote al máximo por mí —afirmó.
Alcé una ceja hacia él.
—¿Eso... es malo? —pregunté confundido.
Kenzo se inclinó hacia adelante en su silla, acercándose a mí. Mis ojos se agrandaron mientras Kenzo observaba mi rostro. Tragué saliva con fuerza.
—No te entiendo —afirmó.
—Uh, lo siento —dije.
Mi cuerpo se está calentando.
—Ni siquiera me preguntaste sobre el p**o —dijo.
—Uh, y-yo p-pensé en eso —tartamudeé.
—Pero no preguntaste —afirmó Kenzo.
—Estabas ocupado —respondí débilmente.
Las comisuras de los labios de Kenzo se curvaron. El fantasma de una sonrisa me provoca. Me pregunto cómo se ve cuando está realmente feliz.
—¿No consideras que sean temas importantes para discutir? —preguntó.
—S-s-supongo q-que sí, pero a-asumí que m-me pagarían lo mismo, al menos. Supuse que podría mencionarlo cuando no estuvieras tan ocupado —le dije.
Luego respiré hondo.
—C-como ahora. C-creo que debería recibir una bonificación por hoy —afirmé.
Kenzo alzó una ceja divertida hacia mí.
—¿Oh? —preguntó.
—Sí. Por tener que encontrar ropa interior de mujer en mi escritorio, y una bonificación por cualquier otra prenda que encuentre —dije.
Kenzo soltó una risa profunda. Esos profundos ojos negros se clavaron en mí. Estoy cautivado.
—De acuerdo, acepto eso —dijo—. Pero...
Kenzo extendió la mano para agarrar mi mentón.
—La única ropa interior de mujer que encontrarás en cualquiera de nuestros escritorios a partir de ahora, será la tuya.