Capítulo 21

1163 Words
La señora Samantha pasó el día vigilando la puerta, el pasillo estaba más vivo que nunca, todos estaban muy contentos, todos los presentes querían entrar para hablar con su vecino, lo cual era para ella, algo fuera de lo normal. Nadie en su sano juicio estaría contento de hablar con un hombre tan mal vivido. —¿Qué tanto ve? —le preguntó Esther a la señora Samantha. —¡Nada! —¿Lleva todo el día viendo a la nada? —¡Tu metete en tus asuntos! Esther movió la cabeza, mientras le sacaba la lengua a la señora Samantha. —¡Bueno creo que es todo por hoy! ¡ya dejé todo listo! —le dijo Esther a la señora Samantha. —Si, está bien ¡puedes irte! Esther miró hacia el techo en ese momento y resopló, pues la señora Samantha se le olvidaba que ella iba a su casa por su voluntad, y no era una empleada, pero como la señora Samantha sufría ese trastorno degenerativo, Esther se lo dejaba pasar, solo ke pedía paciencia a Dios, de vez en cuando. —¡Bueno muchas gracias jefa! —dijo Esther en un tono lago burlón. —Se que te estas burlando de mí —dijo la señora Samantha sin apartar la vista de la mirilla. —Bueno adiós. —Chao. —Si, pero tiene que apartarse de la puerta, para que yo pase. Ya señora Samantha se encontraba viendo aún por la puerta. —Ah, si claro —casi lo dijo con un tono de disculpas. —Bueno ya sabe —se dirigió Esther a la Señora Samantha —la comida está etiqueta en sus envases, por colores, cualquier duda, mi numero esta pegado en la nevera, esta un poco ordenado —dijo Esther haciendo comillas con sus dedos. Y pues la verdad el apartamento parecía otro, cuando la mirada de la señora Samantha paseo de esquina a esquina, con sus ojos suspicaces preguntó —¿No me botaste nada verdad? —No claro que no —dijo Esther bajando un poco la mirada. La verdad es que, si había lanzado un par de cosas por la ventana trasera, ya que justo debajo quedaba un container de basura, y Esther aprovechaba esto, cada vez que veía. —Umm, parece más espacioso. —Eso, para que comprenda, que cuando se ordena bien, todo queda mejor. La señora Samantha siguió viendo a todos lados, buscando algo que decir, pero no consiguió más nada. Se hizo a un lado para que Esther pudiese salir, y algo aterrorizó el corazón de la señora Samantha al ver que el pasillo se encontraba completamente vacío. —¿Pero que pasa con este hombre? —¿Con quién? —¿Qué vas a saber tu? —le dijo a Esther con algo de desagrado. Esther solo entrecerró sus ojos y volvió a resoplar e inmediatamente se dio la vuelta. La señora Samantha ni siquiera se dio cuenta cuando Esther se terminó de marchar, pues sus ojos estaban clavados en la puerta de Mario en ese momento. —¿Cómo hace este hombre? —dijo la señora Samantha hablando sola en ese momento. Cuando cerró la puerta nuevamente un escandalo se alzó de nuevo en el pasillo, ella inmediatamente corrió a la puerta para ver por la mirilla. Allí estaban de nuevo, toda la fila como si nada, parecían que estaban haciéndolo una larga cola para un concierto, había un par de ancianos que tenían sus propias sillas plegables. —¿Pero ¿qué es esto? La señora Samantha fue de nuevo a su teléfono sin pensarlo. —Emergencias 1 7 1 ¿en qué puedo ayudarle? —Mi vecino frente a mi casa tiene una fiesta, y estas no son horas, necesitamos descansar. —¿Podría indicarme su nombre y apellido? Aunque esta vez era un hombre el que hablaba, seguía el mismo protocolo de la vez anterior. —Si, Samantha Borges y la dirección es avenida Bolívar Norte edificio… —¿Usted formuló una denuncia hace unos días? —No se. —¿Cómo que no sabe? ¿vive usted sola? —¡Vivo con mis hijos! —¿Están sus hijos en casa? La señora Samantha colgó el teléfono. —¡Que falta de autoridad en este país! Caminó de aquí para allá, luego se asomó desde su ventana trasera, y a lo lejos vio algo que le dio una loca idea. —Bueno después de todo, aún hay esperanzas. Salió de su apartamento en medio de los bulliciosos y ansiosos personajes que estaban en la cola en medio del pasillo. —¿Por qué estás aquí? —preguntó la señora Samantha al último que estaba en la fila. Un señor de unos noventa años quizás «el cual debía estar al principio de la fila» pensó la señora Samantha. —Es Mario el escritor —dijo este hombre, explicándolo todo con esas palabras. —¿Un escritor? —bramó la señora Samantha, no entendiendo aún nada. —El escritor, está a punto de escoger a su personaje para su siguiente obra. Venga colóquese en la fila y quizás tenga suerte y terminen escogiéndola. —¿Ese hombre? —dijo la señora Samantha, creyendo que era la peor idiotez que le habían propuesto. Sin embargo, el hombre no dejaba de sentir con la cabeza, como si le fuese relatado la mejor idea del mundo. La señora Samantha no dijo más nada, solo siguió a su destino. La señora Samantha estaba decidida a conseguir lo que quería, es por eso que bajó las escaleras lo más rápido que sus piernas le permitieron, hasta que por fin llegó al teléfono público que se encontraba en la parte trasera de su edificio, todo a su alrededor era: paz, silencio y armonía. Si no querían mandarle a la señora Samantha los agentes policiales, se los iban a mandar a una vecina del sector. —Emergencias 1 7 1 ¿En qué podemos ayudarle? —Hola soy una vecina de un edificio aquí en la avenida Bolívar Norte, y estoy escuchando mucho ruido, al parecer hay una fiesta allí —dijo la señora Samantha colocando la voz chillona. —¿Podría indicarme por favor su nombre y apellido? —No hijo, si yo te doy mis datos ¿Quién me garantiza que no tomarán repercusiones en mi contra? —No ciudadana, las llamadas son anónimas. —Por eso, anónimas cómo está, adiós —dijo la señora Samantha contando el teléfono. —Bueno ahora si vienen —la señora Samantha iba hablando sola al subir las escaleras, iba con una sonrisa en su rostro como si hubiese realizado una travesura. Cuando la señora Samantha llegó de nuevo al pasillo, ya el hombre que estaba de último estaba a punto de entrar «¿Cuánto tiempo estuve allá abajo?» se preguntó la señora Samantha. Sin embargo, la enorme fila no había acabado allí, ya se habían formado detrás unos cuarenta personajes nuevos.

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