Capítulo 2

1000 Words
1989, cuando todo comenzó, eran las vísperas de navidad, mientras una habitación se alzaba alrededor de un gran desorden de calcetines y ropa sucia, por cualquier rincón que pasara la vista. A través de una diminuta rendija de la ventana, se divisaba otros edificios vecinos; a lo lejos se veía el sol, ocultándose en las elevadas montañas que rodeaba la ciudad de Valencia. Las telarañas hacían parte del adorno, mientras se veían una que otra araña ir de aquí para allá como si estuviese en un parque de atracciones. Las paredes eran color ladrillo, con la poca claridad allí dentro, lo que hacía ver un espacio sombrío y decadente. El suelo estaba hecho de granito, lleno de polvo, se veían un par de huellas descalzas que iban hasta una cama, que se encontraba recostada a la pared contraría a la puerta. Allí se encontraba un pequeño bulto, o eso parecía hasta el momento que empezó a moverse, saliendo dentro de las sabanas un manojo de cabello sucio y grasiento, la cama parecía ser un nido de animales, había muchas mantas, daba la impresión, de que una gran bestia saldría de allí en cualquier momento. A lado de la cama, había una mesita de noche con unos anteojos de marco color bronce, los cuales parecían estar sucios; a lado de los lentes, se encontraba una vieja fotografía de una mujer joven de unos treinta años, de piel blanca, cabello rojizo, abundantes cejas; las cuales se encontraban muy bien delineadas, nariz grande, y labios delgados. La mujer de la foto se encontraba sonriendo, dentro de un marco de plata, el vidrio del portarretrato se encontraba un poco quebrado, lo que no había dañado la foto, sin embargo, la foto parecía ser tomada en unos años anteriores, por la calidad de la imagen. A lado de la foto se encontraba una tasa de plástico, que sostenía una cucharilla, dentro de la tasa, había restos de arroz y una salsa blanca. El olor que desprendía la habitación, era muy desagradable, un lugar donde nadie pasaría ni diez segundos sin taparse la nariz, parecía que había muerto algún tipo de animal dentro de la habitación; el olor se iba propagando por toda la habitación por un gran ventilador en el techo que daba vueltas sin parar, girando muy lento. En el techo había unas inscripciones, lo cual habría un interrogatorio ¿en quién habría sido capaz de tomarse la molestia de subir hasta allí para escribir? Viendo las paredes más de cerca, había muchas frases por donde miraras: unas con coherencia y otras sin ella. La habitación estaba herméticamente cerrada, sin embargo, se empezaron a escuchar cornetas de coches que pasaban por el lugar, al parecer estábamos ubicados en una avenida concurrida. Cuando estos ruidos comenzaron una y otra vez, de la agonía de las personas por llegar a tiempo a sus labores diarias; el bulto de la cama comenzó a moverse mucho más; parecía que el gran mostro debajo de las mantas era enemigo del ruido.   Las mantas comenzaron a moverse amenazantes como si un volcán en la cama estuviese a punto de explotar, hasta que de la nada una maraña de pelo salió en medio de ellas; a la primera impresión, parecía ser una bestia, pero realmente era un homo sapiens pre histórico. Al parecer era un hombre, se notaba por su pecho desnudo, ya que el cabello y la barba se unían, no se podía distinguir bien el rostro de este cavernícola; el cual comenzó a rascarse la axila con sus grandes uñas, y luego la paso sobre su nariz oliéndola, como si fuera una flor en el campo. Este hombre movió su cabello hacía atrás con sus dos manos, mostrando unos atractivos ojos café; era Mario. Mario a simple vista parecía ser un hombre mayor, lo cual hacía dudar de su edad, era una combinación de un rostro sin arrugas, pero con un cabello poblado de canas. Tenía una expresión de disgusto en ese momento, tenía el ceño fruncido y sus labios apretados, los cuales se lograban divisar en medio de tanta melena. Mario se dejó a caer de nuevo sobre la cama, mirando los giros de su ventilador con los ojos completamente abiertos, lo que daba la impresión que ya tenía rato despierto. Un sonido agobiando comenzó a retumbar la habitación, lo cual hizo que Mario hiciera un movimiento de desesperación, viendo a todos lados, buscando el origen del sonido. —¡riiin, riiin! ¡riiin, riiin! ¡riiin, riiin! —el incesante sonido del teléfono, daba un ambiente de angustia.   Mario se quedó un momento quieto, como un felino caza una presa, solo moviendo los ojos de izquierda a derecha, hasta que sus ojos se detuvieron, encontrándolo, usando el sentido agudo de su oído. Se tumbo de pecho sobre la cama, estirándose en el suelo, subió un viejo teléfono volviéndose a levantar haciendo fuerzas con una mano, ya que con la otra llevaba el aparato de tortura auditiva. Cuando estuvo sentado, recostado en la pared, levantó la bocina, mirando el teléfono con algo de incredulidad. —¡Aló! ¡Alooooo! ¡Holaaaaa! ¡Coño de su madre! Este hombre nunca contesta esa vaina, yo no sé para que tiene teléfono, ese hombre está loco e´ bola —era la voz de una mujer, la cual se escuchaba ansiosa y desesperada. —Aló —dijo Mario, con su voz suave, al parecer tenía mucho tiempo sin usarla, porque las palabras salieron muy forzadas, como su hubiese forzado la garganta. —¡Coño, hasta que por fin! —Julia ¿Eres tú? —¡Claro que soy yo ¿o acaso piensas que soy uno de tus amigos imaginarios, de esos que viven en tu casa? —dijo en el momento que soltó una carcajada —ja ja ja Julia era la ex esposa de Mario, lo cual su familia nunca lo entendió, ya que no contrastaban para nada. Ella era una mujer muy ordinaria, tanto para hablar, comer, vestirse. 
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