19. LA HISTORIA DEL EX

1087 Words
¿Por qué tiene que ser gay? Es tan injusto. Eso pienso mientras subo la escalera con mi pesado morral. Cierro la puerta del apartamento tras de mí y me recuesto en ella, recordando la tontería que acabo de hacer. Mi espalda se desliza por la puerta hasta que quedo sentada contra ella, con el morral en el suelo. ¡Qué vergüenza! Debe pensar que soy una especie de loca y que todas las mujeres son así. Debe estar contento al imaginar todos los dramas de los que se ha salvado al ser gay. Pero, en mi defensa, me gusta tanto que olvido que lo es y entro en pánico. No quiero volver a sufrir, no quiero volver a ser la tonta de la relación, esa que cede a todo por mi afán de apoyar siempre, y al final, volver a perderlo todo, hasta a mí misma. Ahora soy solo una triste sombra de lo que alguna vez fui. Cuando conocí a Terry, todo fue genial. Ocurrió en la sala de urgencias de la clínica en la que trabajaba, y la conexión fue inmediata. Su lesión fue menor y se recuperó pronto. Me gustó saber que, a pesar de sus orígenes humildes, era alguien luchador que había encontrado en el deporte una forma de surgir, así que cuando iniciaron los problemas en casa, lo tomé como una señal del destino y me fui con él. Era un hombre disciplinado, alegre y lleno de sueños, pero todo se fue a pique cuando su siguiente lesión fue mayor y no pudo seguir jugando. Pronto, su disciplina se volvió un recuerdo y, mágicamente, aparecieron las malas amistades. Él decía que lo intentaba, pero ningún trabajo era lo suficientemente bueno para él y terminaba frustrado. Yo pagaba los platos rotos y, obviamente, todas las deudas que adquirimos y en las que me dejé meter. Pero el colmo de todo fue cuando me golpeó. Ese día fue mi despertar. Cuando azotó la puerta al salir, me levanté del piso y me encontré con la imagen de la Sophía del espejo del frente. Fue un solo golpe, y aunque no puedo negar que físicamente dolió, había algo que me dolía más: el corazón. La mujer del espejo me devolvió la mirada y no pude reconocer mucho de mí en ella. Ese mismo día hice mis maletas y me fui de aquel lugar, sin importarme que se quedara con todo. Pena, vergüenza conmigo misma es lo que siento por haber permitido aquellas situaciones, así que me juré no volver a cometer los mismos errores. No me he involucrado con nadie desde entonces, no lo he intentado, aunque probablemente tampoco podría, gracias a que Terry siempre me encuentra y suele hacer escándalos por todo y con todos. Ya ni respeta las órdenes de restricción existentes; sale de la cárcel tras unos días y todo vuelve a empezar. Siento mi celular vibrar en uno de los bolsillos de mi uniforme, así que salgo del torbellino de recuerdos y me obligo a revisar el aparato. Es un mensaje de w******p: "No olvides guardar mi número." Es verdad, le acabo de dar mi número a Sebastián. Observo el número en la pantalla y no puedo evitar ampliar su foto de perfil. Obvio, no tiene; es un alto ejecutivo, así que tiene una imagen relacionada con la empresa. Definitivamente, me siento sola. Me falta socializar; no hay otra explicación para saber lo que sé de él y seguirlo deseando. Pero, en mi defensa, físicamente es mi tipo. Me encanta que pueda ser caballeroso y a la vez extremadamente varonil. Ahora que lo pienso, tal vez es así de varonil para esconder su gusto por el género masculino. Ahora me siento mal al imaginar que no puede hablar de eso con alguien. Quizás por eso se porta tan bien conmigo. Quiere una amiga, una confidente. Bueno, preferiría sexo, pero también necesito amistades como las personas normales, no solo hablar con mi familia y pacientes. Tal vez pueda escribirle en estos días para que veamos una película y decida sincerarse conmigo. Me levanto por fin del suelo y devuelvo el mensaje: "Guardado, espero que puedas comer algo antes de tu cita." Luego preparo un sándwich, sirvo jugo y, más tarde, me quedo dormida mirando un capítulo de un anime. —¿Quieres que te haga el amor? Pídemelo como se debe y tal vez te complazca. Todo está oscuro, pero indudablemente esa es la voz de Sebastián. Mi mente está confusa, pero me llegan imágenes de esa espalda y de su hermoso trasero, que seguramente rivaliza con el del Capitán América. Claro que quiero tener una noche apasionada con este hombre. —Quiero que me hagas el amor, Sebastián. Quiero, por esta noche, ser tu mujer y que el resto del mundo deje de importarme. Sigo sin verlo, pero sé que estamos muy cerca. Siento el calor que irradia su cuerpo e identifico ya el olor de su loción. Huele maravilloso. El calor aumenta hasta que sus labios besan enérgicamente los míos y su cuerpo se vuelve tangible para mí. Mágicamente, mi ropa no está, y la suya tampoco. No pienso siquiera en analizar lo que está pasando; solo sé que mis manos recorren su cuerpo sin el obstáculo de la ropa, y se siente tan firme como lo había imaginado. Mi exploración es meticulosa y él está feliz de que lo sea. Sus manos no se quedan rezagadas en su recorrido y tocan mi cuerpo con presión suficiente para hacerme saber que él quiere ser quien mande la parada de este encuentro. Pero no será así; quiero esto con desesperación y lo busco. Han sido dos años de sequía en los que lo único que se ha acercado a mi zona íntima han sido mis dedos y un par de juguetes que están escondidos en mi mesa de noche. Mi cadera se mueve enérgicamente sobre él y hace que la cama baile golpeando la pared. Quiero aprovecharlo y sentir todo lo que no he sentido en los últimos tiempos, así que contención desapareció de mi vocabulario mientras lo tenga aquí y así. Emito todos los gemidos a volumen alto, sin importarme las posibles quejas de los vecinos; solo importa recuperar el tiempo. Entonces, el sonido de una alarma me hace despertar para encontrarme con la cruda realidad. Estoy sola en mi cama y con la humedad entre mis piernas a punto de sobrepasar la resistencia de mi ropa interior. ¿Lo estaba soñando? Obviamente sí, y ¡cómo lo disfruté!
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