31. ESTA NOCHE TODO PUEDE PASAR

1157 Words
Después de dejar a Alexander en la casa del abuelo, me obliga a mantener la mirada fija en la ventana. Sé que mirar a Sebastián sería un error, y no necesito más distracciones. He estado tensa estos últimos días, y solo hay una cosa que podría aliviar esa tensión. Una sola mirada hacia él, y mi mente se llenaría de pensamientos que no deberían estar ahí. Jonathan tenía razón: Sebastián es un verdadero monumento de hombre. Cierro los ojos por un momento, pero las imágenes de ese sueño húmedo con él vuelven a invadir mi mente. No, ahora más que nunca, debo evitar mirarlo. ¿Tendrá algún tatuaje escondido? ¿Y si lo tiene, dónde estará? ¿Marcará su piel alguna cicatriz que cuente la historia de un cuerpo tan perfectamente esculpido? La idea de que haya pasado por algo similar a lo de su primo me inquieta, pero aunque la curiosidad me arde por dentro, no me atrevo a preguntarle. El tráfico fluye inusualmente rápido, pero no tan rápido como la ola de calor que se enciende entre mis piernas al recordar aquella escena ardiente que ha creado mi imaginación y que ahora parece grabada con fuego en mi mente. Estamos por llegar, y no puedo resistir más. Giro la cabeza para mirarlo. Aunque sé que un hombre como él está destinado a hacer feliz a alguien como Jonathan, no puedo evitar desear que, al menos por esta noche, sea yo la que lo haga feliz. Y si fuera ahora mismo, mejor. Mi edificio ya se vislumbra a lo lejos, y veo a Mary y Liceth esperándome en la entrada. Me despido de Sebastián intentando que el gesto parezca casual, pero al inclinarme hacia él, su aroma masculino me envuelve por completo. Por un instante fugaz, nuestros rostros se rozan y siento el calor de su piel bajo la mía. Su colonia, intensa y embriagadora, se queda atrapada en mi nariz, recordándome lo cerca que estuvo de mí. —Descansa —susurro cerca de su oído, mi voz apenas un hilo de aire. Camino hacia las chicas, que observan con curiosidad en dirección al coche, aunque el polarizado de las ventanas oculta al misterioso conductor. — ¿Quién es ese? ¿La competencia del doctor? —pregunta Liceth, sorprendida, mientras me toma del brazo y nos dirigimos al edificio. —Por favor, el doctor tiene un coche más caro. Está claro quién es el mejor partido —sentencia Mary con su típico tono autoritario mientras cruzamos la puerta. No me vuelvo a mirar. Decidió que esta noche será para divertirme. Quizás, solo quizás, me anime a darle una oportunidad a Dylan... o tal vez el universo tenga otros planos y el amor llegue cuando menos lo espere. Después de todo, escondida en mi trabajo o en mi apartamento, no aparecerá de la nada. *** *** *** *** *** — ¿Están seguras de esto? ¿No creen que es un poco exagerado para el lugar al que vamos? —pregunto mientras examino mi reflejo en el espejo. —¡Para nada! Estás espectacular, y eso es exactamente lo que buscábamos. Aunque, claro, nos vas a opacar a todas —bromea Liceth mientras retoca su maquillaje—. El doctor tiene ojo clínico, ¿eh? Se fijó en lo guapa que eres cuando ni siquiera te arreglas. —No puedo esperar a ver la cara que pondrá —dice Mary, satisfecha, como si hubiera creado una obra maestra. Tiro del vestido, intentando cubrir un poco más mis piernas. No me arreglaba así desde los primeros semestres de la universidad, cuando descubrí que mi físico llamaba demasiado la atención, tanto masculina como femenina. En aquel entonces, decidí que prefería que me valoraran por mi personalidad o mi inteligencia, así que aunque no dejé de salir, cambié mi forma de vestir, optando por algo más recatado. Pero este vestido, prestado por Mary, tiene un color que resalta el tono de mis ojos y, aunque me cuesta admitirlo, me encanta cómo me veo. De vez en cuando, una quiere sentirse atractiva, saber que es capaz de encender miradas, sentirme como una mujer fatal. Quizás sea la ropa, o el maquillaje, o el hecho de que Dylan me tiene en la mira y que tengo claro que debo intentar sacarme el antojo que mi cuerpo tiene por Sebastián. Pero esta noche me siento imparable. —Es hora de irnos, chicas —digo mientras tomo mi bolso—. Más vale que esta salida valga la pena —digo más para mi misma que para mis compañeras. Tomamos un taxi y llegamos al Crompton Ale House, donde nuestros compañeros ya deben llevarnos un par de cervezas de ventaja. Al entrar, recorro el lugar con la mirada y me doy cuenta de que me encanta la vibra que emana. La elegancia de las estructuras de madera, la iluminación suave y el volumen de la música, lo suficientemente bajo como para conversar sin alzar la voz, crean el ambiente perfecto para una noche de charlas amenas y relajación a la par que comemos algo sencillo. — ¿Quién eligió el lugar? —le pregunto a Liceth, intrigada. —El doctor Moore dijo que este sitio te gustaría —responde con una mueca, dejando claro que ella hubiera preferido algo más bullicioso y oscuro. Caminamos hacia el interior del bar, y mientras lo hacemos, siento las miradas de algunos desconocidos recorriendo mi cuerpo. La sensación me inunda de una mezcla de seguridad y poder, justo lo que necesito esta noche. Es el tipo de efecto que me mantiene enfocado en lo que ya he decidido: hoy me entrego a la posibilidad de lo inesperado. A lo lejos, distinguido a nuestro grupo. Mi mirada se encuentra con la de Dylan, y le regalo una sonrisa amplia, cargada de intención. Él me la devuelve al instante, como si ya entendiera lo que no necesito decir en palabras. A pesar de su aire arrogante, parece haber prestado atención a lo que realmente me gusta. No hay otra explicación para haber elegido un lugar tan perfectamente alineado con mis gustos. Me acerco al grupo con una energía renovada, saludando animadamente. Las miradas de sorpresa y aprobación no se hacen esperar, y lo noto. Dylan también lo nota. Desde ese momento, su comportamiento cambia: empieza a marcar su territorio a mi lado, sutil pero insistentemente. Me divierte su esfuerzo, pero no le será tan fácil. Aunque va por buen camino, aún tiene que dar ese paso extra para conquistar lo que quiere de mí. Y lo sabe. Mi motivación se mantiene firme. Quizás me permita dejar caer la última barrera, salir con Dylan a algún lugar más animado, con música alta y un baile que haga que nuestros cuerpos se conecten de una manera que he estado evitando hasta ahora. Hace rato no me permito sentirme así, abierta a lo que pueda venir, sin restricciones. Esta noche, todo puede pasar.
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