—Se nota que está muy interesado en ti —dice Mary, mientras ambas observamos a Dylan regresar a su consultorio—. Si yo fuera tú, ya habría aprovechado a ese bombón.
Bombón. Si ella supiera que ya le quité el envoltorio y lo probé, no me estaría hablando como si fuera una puritana. Pero el problema con Dylan no es lo que pasa en la cama. Es cómo me siento con él cuando no estamos en ella.
Hemos intentado pasar más tiempo juntos estos últimos días. Hemos compartido varios desayunos, y él ha sugerido un par de veces ir a mi apartamento o que yo vaya al suyo, pero algo en mí aún no está del todo cómodo con la idea. Me las he arreglado para evitar esos momentos, pero ya no puedo tratarlo como una aventura casual de una sola noche.
—No estoy segura de lo que quiero con él todavía —respondo, sin apartar la vista de la radiografía que ahora reviso—. No voy a precipitarme.
No sé qué expresión tiene Mary en la cara, pero puedo sentir sus ojos fijos en mí. De repente, suelta un grito que me sobresalta.
—¡Ya lo tengo! Mañana le voy a decir a Liceth que te dejaremos divina. No le quedará más remedio al doctor bombón que ponerse las pilas, porque después de esa noche, te lloverán pretendientes. Y tú, querida, tendrás que decidir si le vas a dar una oportunidad de verdad.
La miro, sin estar del todo segura de a qué se refiere, aunque intuyo sus intenciones.
—¿Qué es lo peor que puede pasar? —continúa con una sonrisa cómplice—. Solo veo dos opciones: o te enamoras, o terminan.
*** *** *** *** ***
Al otro día, estoy a punto de salir cuando Jhonatan entra en la sala de médicos, que en realidad es compartida también con el personal de enfermería. La única regla aquí es que los pacientes no pueden entrar, lo que la convierte en un espacio donde todos los demás tienen acceso libre.
—Afuera hay dos monumentos y estoy seguro de que te están esperando —me susurra Jhonatan, un enfermero que acaba de llegar.
Lo miro, divertida. Ambos compartimos el mismo gusto por los hombres, así que si él los llama "monumentos", no me cabe duda de que son realmente atractivos.
—¿Y por qué me esperarían a mí? —le pregunto, arqueando una ceja, con un toque de picardía en la voz.
—Porque ya te he visto hablando varias veces con uno de ellos —me responde, lanzándome una mirada maliciosa—. Además, ese rostro serio me derrite. Si quisiera, podría hacer conmigo lo que le diera la gana.
Su comentario termina con una mordida juguetona en su labio inferior, lo que me provoca una carcajada. No puedo evitar reír, aunque sé perfectamente de quién está hablando: Sebastián. ¿Qué otro "monumento" con cara de pocos amigos conozco? Ninguno. Sin embargo, no tengo idea de quién más está afuera ni qué podrían querer conmigo.
—Entonces, tienes el camino libre, porque yo no tengo esa suerte —respondo con una sonrisa, viendo cómo los ojos de Jhonatan se iluminan al instante.
—No juegues con mis sentimientos —dice, llevándose la mano dramáticamente al pecho como si esa fuera la mejor noticia del mundo.
—Créeme, ojalá fuera una broma —añado con un suspiro exagerado, mientras tomo mi bolso y me despido de todos en voz alta antes de salir.
Una vez afuera, también me encuentro con Alexander, lo que inmediatamente me pone en alerta.
—¿Le pasó algo malo a mi hermana? —pregunto alarmada.
—No te preocupes, no es por eso —responde Alexander, acercándose junto a Sebastián.
—Entonces, ¿de qué se trata?
Alexander no es santo de mi devoción, opino que mi hermana es muy inocente para él, pero ya estoy resignada en que ella no lo va a dejar, así que solo puedo desear que no se metan en problemas y que obviamente la vida de mi hermana no corra peligro. Me piden un concepto que no es necesariamente médico y eso afianza mi teoría de que ellos no trabajan del todo en el marco de la legalidad.
Soy lo más franca que puedo con ellos, además que estoy casi segura de que la idea de preguntarme algo fue de Sebastián. Creo que él intenta confiar en mí en más de un sentido, si ya conozco sus gustos románticos, supongo que podría empezar a confiarme también el resto, al fin de cuentas, somos prácticamente familia, ¿verdad?
Prácticamente familia. Así es como debo esforzarme en verlo. Tal vez realmente debería intentar algo serio con Dylan, para ayudarme a sacar esta absurda fijación de la cabeza. En ese momento, el celular de Alexander suena; es mi hermana, lo que me deja a solas con Sebastián por unos minutos.
—Hace días que no te veía —comento, rompiendo el incómodo silencio.
—Supongo que ahora solo coincidiremos en reuniones familiares ——responde, y su comentario me recuerda que nuestras interacciones han sido meras coincidencias: encuentros en casa del abuelo o en la clínica. Nunca ha sido algo planeado, y por alguna razón, eso me entristece un poco. Aunque trato de disimularlo.
Tras el regreso de Alexander, hablo con mi hemana y me queda claro lo que ella quiere, así que lo envío para su casa pues, es verdad que él aún está convaleciente y debe continuar su tratamiento.
Ignoro el intercambio de palabras sobre una actividad que tienen pendiente y resto importancia a la intención de Sebastián de llevarme a casa. Me obligo a llamar la atención a Sebastián como lo haría con el acompañante de cualquier otro paciente, pero a diferencia de un acompañante cualquiera, me contesta.
—Alexander es un adulto, toma sus propias decisiones. No lo arrastro conmigo, y entre llevarte a ti o a él, prefiero llevarte a ti. Es más peligroso que tomes un taxi sola que dejar a este idiota solo.
Siento el calor subir a mi rostro al darme cuenta de que ha puesto mi seguridad por encima de la de su primo. Saber que se preocupa por mí lo suficiente como para recordar aquel incidente de hace un tiempo me descoloca.
—Aquella vez estaba muy cansada, no es común que me quede dormida —respondo, tratando de recomponerme.
—Bien —dice él con tono firme—, entonces primero lo llevo a él y luego te dejo en casa, para que puedas descansar.
—Es lo mejor —interviene Alexander—. Si estás cansada, deberías tomártelo con calma y salir otro día.
Me sorprende que sepan sobre mi salida, pero luego caigo en la cuenta de que seguramente preguntaron por mí a la enfermera de triage en urgencias. Así es como se enteraron.
—Ya me comprometí a ir esta noche, pero está bien —digo, resignada—, iré con ustedes. Primero llevamos a Alexander —añado, señalándolo.