39. CUESTIÓN DE EGO

1014 Words
¿De verdad esto es todo? El vacío en el pecho crece mientras observo la puerta por la que desapareció. No quería drama, ni que ella sufriera más de lo necesario, pero nunca imaginé que se iría sin decir siquiera una palabra. Ni un reproche. Sabía que estaba dolida; lo vi en su mirada cuando reaccioné de manera exagerada a su broma. Fue solo un segundo, pero ese destello de dolor me golpeó como un puñal. Luego, como si nada, su rostro se recompuso, ocultando cualquier rastro de debilidad. Se fue. Y estoy seguro de que no podré volver a acercarme a ella. Es orgullosa. Tanto que preferiría que la tierra se abriera y la tragara antes de dejarme ver con sus lágrimas o cuánto la lastimé. Tal vez sea mi ego herido hablando, porque con lo tenaz que es, sé que se recuperará pronto, quizá con otro, ese tal Dylan, me hace hervir la sangre. Habría deseado tener la certeza de que llorará, de que su alma estará de duelo por mí al menos por un tiempo, pero parece que no será así. Acelero todo lo que puedo y regreso al apartamento donde aún quedan rastros de la increible noche que compartimos. Miro la cama, que parece un cuadro incompleto sin ella como imagen principal. Eventualmente la tenderé, pero no aún. Nunca habría imaginado que sería uno de esos hombres que guardan trofeos, pero no había posibilidad de devolverle sus bragas. Cuando se borren las marcas en mi cuerpo, serán la única evidencia de que esa noche fue real. Anoche no fui el Sebastián de siempre, pero nunca me había sentido tan yo. No me arrepiento de nada, pese a la cantidad de errores que cometí, porque por esas pocas horas en las que fue mía, me sentí completo. Repaso su archivo de Sophía por enésima vez y aunque sé odiará lo que voy a hacer, la ayudaré. Su aversión hacia mí no puede aumentar más, así que llamo a un contacto que tengo en el banco y cancelo la gran deuda que tenía. Espero que eso le dé un respiro, que le permita descansar. El cansancio empieza a pesarme, pero no es hasta que el celular vibra que me doy cuenta de que me he quedado dormido en su lado de la cama. —Hola, ¿cómo te fue anoche? ¿Buena rumba? —pregunta Alexander, ansioso. Había olvidado por completo la misión. —No es mi tipo de música, pero fue una noche interesante —respondo—. Nuestro amigo estaba ahí, pero acercarse directamente es complicado. —¿Y entonces? —pregunta impaciente, lo que me irrita un poco. —Digamos que su hermanita no es precisamente una niña inocente. Esta noche saldrá con un hombre maduro, a escondidas de su hermano sobreprotector. La risa de Alexander resuena enérgica al otro lado de la línea. Debido al asunto con Yoshua, anoche tuve que dejar el apartamento de Sophía y hacer que alguien la siguiera, que me informara dónde estaría. Me concentré en cerrar ese tema rápidamente para poder regresar con ella. El Paradise Club estaba abarrotado. Con una generosa propina al personal de seguridad, logré entrar. Observar desde la distancia me permitió analizar la situación. El único punto débil en el grupo de Yoshua era Nathaly, su hermana. No me costó mucho: unas miradas sugestivas y un encuentro fugaz cerca de los baños. Esa chica sabe cómo usar la lengua. En ese momento, pude imaginarme haciendo mucho más con ella. Conseguí su número y una cita para hoy. Lo había olvidado. —¿Cuál es el plan entonces? —pregunta mi primo. —¿No es obvio? Me encontraré con la chica, la llevaré a un buen lugar y luego llamaré a su hermano para… Me interrumpe. —No, no. Yo me encargaré de llamar al hermano —dice—. Tú te aseguras de que ella esté entretenida, sin sospechar nada, sin que pueda comunicarse con nadie. —¿Perdón? ¿Desde cuándo me das órdenes? —respondo, sorprendido por su tono. —Dijimos que manejaríamos esto como familia. Tenemos que trabajar juntos, y esta vez te ha tocado una tarea bastante placentera. Aprovéchala, porque estoy casi seguro de que lo que viene después no será tan fácil. Sus palabras me hacen reflexionar. Tal vez tenga razón. Quizá una noche salvaje con una chica como Nathaly, tan voluptuosa y desinhibida, me ayude a borrar el impacto que Sophía dejó en mí. Aunque será difícil. Con Sophía conecté de una manera que nunca antes había experimentado, una conexión emocional que intensificó lo físico. Pero no por eso debo dejar de intentarlo. —Bien. Supongo que también será una especie de venganza poética que Nathaly regrese a su casa como si nada hubiera pasado, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Seguro que le dolerá a su hermano —digo. Esta noche tendré que ser creativo. No puedo permitir que vea las marcas que dejó Sophía en mi cuerpo, ni dejar que haga nuevas. Tal vez deba pasar por una tienda de juguetes antes de la cita. Estoy seguro de que Nathaly apreciará un toque de... diversión. —Independientemente de lo que Yoshua cante, sabes quién sigue, ¿verdad? —trato de centrarme nuevamente en el trabajo y tengo a Roberto en mente—. Ten claro que, pase lo que pase, me desquitaré con ese hombre. Tengo varias cuentas pendientes con él. —Bien, pero lo quiero después de ti. Es mi derecho —dice mi primo. Tal parece que finalmente ha aceptado la situación y por fin va a actuar. —Así será —digo, colgando la llamada mientras busco el contacto de Nathaly para recordarle la cita. La respuesta no tarda ni un minuto: “Estoy ansiosa por verte. Ahí estaré.”. Escribo en otro mensaje. “¿Qué talla eres? Quiero llevarte un presente,” Solo dormiré dos horas más antes de prepararme para la "cita". Espero que esta chica sea capaz de igualar las sensaciones de anoche, de lo contrario, estaré en problemas.
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