13. FALLO DE SEGURIDAD

1181 Words
Todo empeora. El maldito interrogatorio fue un éxito rotundo... bueno, casi. Mientras "ganaban mi confianza", mi nivel de estrés bajó considerablemente, pero cuando por fin llegó el momento de la verdad y la información me llegó de forma confiable, todo se fue al carajo. Fue como si me cayera un baldado de agua fría. Yo fui quien generó una falla de seguridad; soy una total vergüenza. Aquellos hombres me suministraron los datos completos para armar el rompecabezas de lo que está sucediendo aquí. Cada uno tenía una pieza. El conductor afirma que Yoshua, un traficante medio, fue quien lo contactó y le indicó qué hacer. Supuestamente, Yoshua tiene un contacto de alto rango en nuestro grupo, alguien con el poder suficiente para moverse por todos los lugares de la empresa sin despertar sospechas. Fue esa persona quien le indicó a Yoshua cómo proceder. Obviamente, el conductor no representa un problema para nosotros ahora, pero debía darle una lección. Era necesario que comprendiera que las consecuencias de aceptar un trabajo deshonesto no son solo una cantidad de dinero en su cuenta, sino también las posibles represalias cuando algo sale mal. Así que quitarle aquel dedo hará que, por el resto de su vida, cuando le vuelvan a plantear un negocio sucio, se pregunte si vale la pena el riesgo. Hasta aquí, para mí, todo fue perfecto, pero luego, cuando el sicario dio el apellido de su empleador, fue demasiada coincidencia: los Williams. Son una familia poderosa por tener empresas con contratos con el estado, pero últimamente están buscando contratos con el sector defensa para el suministro de raciones de alimentos. Todos saben que están tratando de aumentar su influencia. No puede ser coincidencia que Ekaterina Smirnov lleve un año completo siendo mi amante y jefa de seguridad de los Williams. Inicialmente, creí que nuestros encuentros serían como todos los demás: unas cuantas sesiones y ya, cada uno por su lado, pues yo no puedo ofrecer nada serio. Pero me sorprendió cuando contestó que ella tampoco estaba para relaciones de verdad. Por eso, lo que estaba pasando entre nosotros era perfecto: solo buen sexo sin ningún tipo de ataduras. Debí sospechar. Ninguna mujer quiere eso, menos una tan competitiva y hermosa como Ekaterina; ella debía estar ganando algo más. ¿Qué ganó? ¿Dinero? Una vez lejos de las miradas y oídos de todos, grito tan fuerte que me duele la garganta y golpeo la pared con el puño haciendo que sangre un poco. —¡Idiota! —grito. Ese es todo el berrinche que me puedo permitir hacer. Ahora lo que necesito es ponerme en acción. Hay tanto que hacer que no estoy seguro por dónde debo iniciar, así que llamo a papá para pedir su consejo. Antes, papá hacía lo que yo hago, pero ya no puede... bueno, sí puede, pero no debe. Hace unos años, por insistencia de mamá, él fue al médico. Ella sentía que algo había cambiado en él, y aunque él lo sabía, no lo había querido admitir. En conclusión, el médico le dictaminó esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad neurodegenerativa. Me enteré de eso al terminar la escuela. Así que, cuando inicié la universidad, ya me estaba preparando para asumir el cargo. Debí saltarme muchas experiencias normales, pero sigo sin arrepentirme. Los síntomas que presentaba papá eran leves aún, pero teniendo en cuenta que no es pertinente mostrar ningún signo que pueda ser interpretado como debilidad en este trabajo, debí asumir el cargo mucho antes de lo esperado. Al estar lejos de la acción, sus problemas de movilidad pasan casi inadvertidos para todos, sobre todo cuando mamá está cerca y se encarga de atraer la atención hacia ella. —Comprendo —dice papá—. Ahora vuelve a repetir todo, separando lo que puedes solucionar tú solo de lo que no. Recuerda que no todo depende de ti. Estoy sentado en mi vehículo con el aire acondicionado al máximo. —Necesito neutralizar a Ekaterina; no nos conviene poner en alerta a los Williams —inicio a enumerar—. Necesito descubrir quién es la persona de confianza en nuestra organización que les está pasando la información. Necesito saber cómo llegar a Yoshua y necesito... Mis palabras se frenan ahí. Lo siguiente realmente no lo necesito; es algo que quiero hacer, y eso es algo diferente. —¿Necesitas? —insta mi padre para que continúe hablando. ¿Cómo le digo que, con el montón de problemas que tenemos, también quiero terminar el asunto con el ex de Sophia? No me gustó enterarme de que la ha maltratado. Ni siquiera me gustó ver cuando la tomó fuerte por el brazo. —Lo otro es otra espina a nivel personal que debo sacarme, pero esa sé perfectamente cómo sacarla. —Casi siento pesar por ese último desgraciado, pues es tan personal que no le cuentas a tu padre, y eso rara vez pasa. —No exageres —respondo, tratando de quitarle importancia. —No exagero, pero eres un hombre, así que tú sabrás. En cuanto al resto, solo puedo aconsejarte una cosa: Yoshua es un "comerciante" mediano, fácil de rastrear en el bajo mundo. Busca a alguien en ese mundo que tenga una red amplia. Entiendo a lo que se refiere. —Puede ser Duin; tiene mucha gente trabajando en las calles. Gente como esa siempre necesita algo —digo más para mí que para papá. Tal vez este sea el momento de probar la efectividad del método que inició Richard: la tal deuda de favores. —Te estaré cubriendo en lo que pueda, pero ya sabes en qué áreas no me puedo meter. Sé perfectamente a qué se refiere. —No hay problema, el solo hecho de haber hablado contigo me ayuda. Ya me diste una solución. La llamada termina ahí, pero sin perder tiempo hago la siguiente. Busco mi teléfono desechable y le marco a Duin. El hombre contesta de mala gana al tercer intento, pero una vez que reconoce mi voz, todo cambia. —Si me voy a arriesgar con Yoshua, necesito entonces que valga la pena —afirma el hombre después de una larga pausa tras escuchar lo que necesito y mi propuesta—. No es negociable, quiero eso. Sonrío al escucharlo, pues su petición no es nada del otro mundo; es solo de aquello que se puede solucionar con dinero y conociendo a las personas indicadas. —Tenemos un trato. Corto la llamada y tomo ahora mi celular personal. Busco el número de Ekaterina. Debo verla sin ponerla en sobreaviso. —Esta noche te quiero en mi apartamento. Tengo una sorpresa para ti. No le escribo más, así que dejo que ella interprete el mensaje como quiera. Debe pensar que estoy tan estresado que necesito desahogarme con su cuerpo, e indudablemente así sería si no hubiera salido implicada. La respuesta no demora en llegar; seguramente deben estar ansiosos por saber del estado de Alexander y qué pasó con los hombres del atentado, pues obviamente ninguno regresó con vida. No tienen certeza de que uno vivió lo suficiente como para poder "cooperar" con nosotros.
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