Sheyla podía percibir cómo sus gestos comenzaban a volverse más notorios. Aunque Nate seguía mirando su teléfono, sus cejas estaban fruncidas y su mandíbula apretada. A pesar de no haber dicho nada, sus gestos hablaban por sí solos. —Eso suena genial, Pablo —respondió Sheyla, mirando de reojo a Nate para ver su reacción—. Me encantaría. Nos vemos esta noche, entonces. —Perfecto, te enviaré la dirección de mi departamento. Nos vemos más tarde, bonita. Sheyla colgó la llamada con una sonrisa satisfecha. Justo en ese momento, Nate dejó su teléfono a un lado y la miró con una mezcla de desaprobación y algo más que Sheyla no supo descifrar del todo. —No creo que sea prudente —dijo Nate en un tono calculadamente calmado— que una mujer tan joven esté sola en el departamento de un hombre sol