Unos días después de que Lisa tomara su decisión, la mañana del sábado vino soleada y con una perfecta y ligera brisa que evitaba que fuera demasiado caluroso. Vagó a través del mercado, pasando a través de puestos seleccionando varias frutas, vegetales y carnes para usar en las comidas para la semana. Amaba el bullicio y la forma en que las voces se perdían en la calle, los vendedores anunciando sus productos, clientes regateando los precios, amigos y familiares encontrándose… esta era su villa: cálida, animada, feliz.
Se detuvo en su puesto de fruta favorito. Mientras saludaba al propietario y tomaba un durazno para agregarlo a su bolsa, alguien chocó con ella por detrás y sólo fue por el hecho de tener un entrenamiento militar que no logró sacar de la mesa un montón de fruta. Estaba a punto de voltearse para gritarle a la persona, cuando un muy familiar brazo se asomó detrás de ella para tomar el durazno que había dejado caer mientras intentaba mantener el equilibrio.
Apretando los dientes y dejando salir un suspiro lento, miró por encima de su hombro y le dio al ofensor una mirada fulminante.
—Takashi....
—Ah, Lisa, ¡Qué bueno verte! ¿Es un día adorable, no es cierto? — El frustrante y antiguo jefe de su pueblo sonrió con aquella característica sonrisa que hacía que las arrugas de los ojos se marcaran y alzó la mano que no sostenía el durazno a manera de saludo.
Lisa le dio un codazo en el estómago, haciéndolo gruñir y soltar el durazno. Ella lo atrapó en al aire y lo metió en su bolsa.
—Sí, lo es. — Respondió.
Ignorándolo, agregó otros tres duraznos a la bolsa y le pagó al vendedor. Se movió al siguiente puesto, consciente del alto hombre que le seguía.
—Lisa, no es muy bonito ignorar a las personas. — Dijo.
Se preguntó cómo lograba sonar tan herido como divertido. Sabía que si lo veía ahora mismo, estaría en su cara esa mirada de perrito pateado. También sabía que si le quitaba la máscara ahora mismo, la mirada de perrito pateado estaría más que arruinada por una sonrisa sabionda curveándole los labios a la izquierda.
—Tampoco es muy bonito empujar a la gente. — Se quejó, incapaz de mantener alejada la sonrisa de su voz.
—¡No fue mi culpa! Esta ancianita vino corriendo de la nada, gritando algo sobre una súper oferta en ciruelas pasas ¡Si no me hubiera quitado del camino, probablemente hubiera muerto! —Se detuvo antes de murmurar, como si fuera para sí. —No te puedes meter entre los viejos y sus ciruelas pasas. Es peligroso.
Lisa deslizó su vista hacia él y puso un dedo sobre sus labios mientras pensaba.
—Muy cierto… No dejes que me entrometa en las ofertas entonces.
Takashi parecía herido.
—Oye, no soy ASÍ de viejo. Sólo tengo, ¿Qué? ¿34?
—Takashi, tenías 34 hace diez años. —Respondió sabionda.
—Mentiras.
Él hizo un puchero. Ella no pudo evitar reírse por su ceño fruncido y su mirada acusatoria. Cuando estaba así, como un niño petulante, era realmente difícil creer que el hombre tenía 44. También era difícil seguir molesta con él. Lo cual era molesto por sí mismo.
Contuvo su sonrisa y suspiró con dramatismo.
—¿Entonces, qué puedo hacer por ti, abuelo?
Takashi se le quedó viendo de manera penetrante por un momento, luego le dio la misma sonrisa de antes y dijo:
—Ah, no es nada. Sólo te vi por aquí y me pregunté si necesitabas ayuda decidiendo qué duraznos llevar.
—Soy más que capaz de decidir qué frutas comprar,. —Respondió con los ojos entrecerrados.
—Ah, bien entonces, seguiré mi camino. Estoy seguro de que hay muchas mujeres jóvenes por aquí que apreciarán el consejo de compras del ex jefe de la aldea… —Se dio la vuelta y comenzó a caminar en la dirección opuesta a la que ella se dirigía.
—Ah. Eres tan molesto. —Gruñó mientras le tomaba por el cuello y lo jalaba hacia ella. Él sacó entonces su más que viejo libro y se dejó arrastrar. Ella miró hacia atrás cuando escuchó una hoja siendo pasada, entonces anunció:
—Si, no puedo dejarte cerca de ninguna mujer, pervertido.
Takashi se mostró de acuerdo y pasó otra página.
Lisa abruptamente le soltó la camiseta. Como esperaba él no se cayó de nalgas, lo que fue decepcionante. Simplemente se enderezó como si nada hubiera pasado y siguió detrás de su antigua estudiante con la nariz enterrada en el libro. Se detuvo con ella en cada local que visitaba, ocasionalmente dejando salir algunas sugerencias ("Eso de ahí parece un delicioso" o "Elegiste bien esa lechuga, Lisa y "Ah, Lisa ¿Qué tal esa sandía? Es un gran día para comer sandía ")
Para cuando llegaron a su último destino, Lisa estaba a un nombre mas de asesinar a su ex maestro. Era seguro afirmar -gracias a los muchos años de experiencia del hombre- que podía sentir su instinto asesino y evitó mencionar otra cosa hasta el último puesto.
Luego de que ella pagara se dio la vuelta a él y dijo:
—Bueno, tengo que irme. Gracias por tu… —Alzó una ceja. —Compañía.
Él se rascó la parte trasera de su cuello con timidez. Ella no evitó sonreír de lado por tan familiar acción.
—Sólo estaba protegiendo mi vida —Comenzó.
Lisa resopló.
Él se aclaró la garganta.
— Cómo iba diciendo, sólo estaba protegiendo mi vida de una estampida de jubilados
Ella volvió a resoplar. Él le miró de malas.
— Supongo que lo menos que puedo hacer para compensar por haber chocado contigo es ayudarte a cargar tus compras a casa. —Finalizó su oferta con un gesto de caballerosidad.
Lisa lo considerado por un momento ¿Cuánto tiempo más querría pasar con la persona más molesta después de Emiliano? Asintiendo finalmente, le dio una de sus bolsas y caminaron en dirección a su casa en un cómodo silencio.
Él rompió dicho silencio.
—¿Dónde está Sarah?
—Ah, está en una misión con su equipo.
Mark torció el gesto.
—Espero que Rutbo no le este dando muchos problemas… Uno esperaría que la influencia de Naty tuviera un mayor impacto…
Lisa se río.
—Bueno, ella es mi hija y tiene mucha habilidad para mantener a Rutbo en su lugar.
—Y por 'tiene mucha habilidad' te refieres a 'puños de destrucción ya que no teme usarlos'. — se burló dándole un guiño rápido sin encararla totalmente.
Lisa respondió golpeándole la cabeza.
—Oye, tú. —Hizo un puchero, tallándose el golpe con su mano libre. —No hay necesidad de ponerse violenta.
—Oh, por favor, te gustó. —Lisa dijo antes de enseñarle la lengua de manera descarada.
Takashi iba a protestar, pero ella le interrumpió con la mano.
—Lo hubieras esquivado si no fuera así. Los dos sabemos que pudiste hacerlo.
Él miró hacia el suelo frente a él, dejando salir un largo suspiro de derrota.
—Ah, supongo que es verdad.
—Por supuesto que lo es; siempre tengo razón. —Replicó. Con eso, Lisa se adelantó hacia la puerta, abriéndola sin bajar su bolsa. Él se detuvo en el pórtico. —Bueno, ¿Vas a entrar o no? —Preguntó con impaciencia.
Obedientemente entró y le siguió hasta la cocina, dejando la bolsa sobre la barra.
—¿No vas a poner seguro? —Preguntó, señalando la puerta.
—Nadie quiere meterse con dos pares de 'puños de destrucción'. —Respondió alzando los hombros.
Él consideró por medio segundo ese hecho antes de asentir de acuerdo.
—Buen punto.
Mientras ella se ocupaba de guardar los comestibles, él miró alrededor de la cocina y la sala. Se dio cuenta de cuán rara vez él la visitaba cuando se volvió aparente que muy pocas piezas de los muebles y la decoración eran familiares para él.
Ah, bueno, algunas cosas no podrían evitarse, pensó. Había estado ocupado siendo jefe del pueblo y entonces ocupado con misiones diplomáticas luego de su retiro como líder. No tenía mucho tiempo para visitar los hogares de sus antiguos estudiantes.
Lo cual no quería decir que no había visto mucho a Lisa durante los años luego de la cuarta guerra. Ellos, después de todo, trabajaron un poquito como líderes de la aldea una vez que ella tomó el control del hospital, y había encontrado su informe en relaciones diplomáticas tanto perspicaces como útiles en más de una ocasión. De hecho, reflexionó, tomando un marco fotográfico para ver la imagen, era más que sorprendente como una mujer que típicamente respondía con un puñetazo podía navegar en el mundo diplomático cuando quería.
Luego de pasar el pulgar con cariño sobre la imagen, dejó el marco en su lugar y regresó a la cocina desde la sala donde había estado vagando. Lisa estaba acomodando sus últimas compras en el refrigerador.
—¿Quieres quedarte a almorzar? —Le preguntó, cerrando la puerta. Ella dijo vagamente los ingredientes que habían dejado en la barra.
—Sí, sería grandioso. —Respondió. —¿Quieres que te ayude con algo?
—Puedes picar esos cebollines por ahí. —Apuntó.
Él asintió y sacó un cuchillo del bloque sobre la barra.
Trabajaron en relativo silencio y cuando terminaron, llevaron la comida a la mesa. Sin preámbulo, él se sacó la máscara y llevó una cuchara de sopa miso a su boca. Lisa, para estos momentos acostumbrada a ver su cara, también comenzó a comer.
—¿Y en qué has estado trabajando últimamente? —Preguntó Ella.
—Mm. —Él tragó. —Tengo que ir a Ame el próximo mes y dar algún discurso para reforzar las relaciones entre nuestras aldeas.
Lisa sonrió.
—Oh, estoy segura que estás ansioso porque llegue el día. Amas dar discursos, ¿No es cierto?
Takashi frunció el ceño.
—No tienes que restregármelo en la cara.
Ella se río, entonces dijo:
—Ah, ahora veo por qué intentaste noquearme en el puesto de duraznos. —Su tono fue comprensivo.
—No lo intenté. —Protestó, entonces murmuró algo en voz muy baja. Ella consiguió escuchar las palabras "evitar", "muerte" y "anciana constipada".
Riéndose del puchero que estaba justificado según él y que ningún hombre de 44 debía ser capaz de hacer, Lisa hizo a un lado sus objeciones.
—¿Quieres que te ayude a escribir tu discurso, verdad?
El puchero de Takashi desapareció y sus ojos brillaron con esperanza, pero no dijo nada.
Lisa suspiró.
—Bien, de acuerdo. Te ayudaré.
Takashi sonrió complacido y tomó una cucharada de arroz.
—Gracias, Lisa. Te debo una.
Ella puso los ojos en blanco.
—Takashi, si alguna vez decidiera cobrarme todas las que me debes, pasarías el resto de tu vida como mi perra.
Takashi masticó pensativamente.
—Hm. Supongo que hay peores destinos.
Sin problema esquivó el pepinillo que fue lanzado a su cabeza y tomó otro bocado.
—Tan violenta.
Lisa le miró molesta.
—Tan bebé.
—Pero, Lisa —Preguntó astutamente. —¿Cómo puedo ser al mismo tiempo un anciano y un bebé?
—Te odio. —Respondió con la voz plana.
Takashi se río y Lisa sonrió pese a todo.
—De acuerdo, ¿Cuándo comenzamos?