Lisa estaba tendida y despierta en la oscuridad, su brazo derecho descansa sobre su frente, la palma de esa mano encarando el techo. Su cuerpo estaba bañado por la nebulosa luz de luna que alcanzaba a pasar a través de las delgadas cortinas mientras miraba hacia arriba, pero el resto de la habitación estaba oscuro. Si lo intentaba, podía distinguir el marco de la puerta e imaginar que veía a su esposo ausente.
Había estado moviéndose y dando vueltas por horas, incapaz de dormir. Con frecuencia, su mirada se movería inconscientemente hacia la puerta. Sabía que no se iba a abrir, pero no puede evitar mirar. Suspiró, se volvió sobre su costado izquierdo para encarar la puerta, y con una última mirada al oscuro contorno, cerró los ojos, esperando caer dormida.
No estaba bien.
Incluso con los ojos cerrados, no podía mantener callados sus pensamientos. Así como había sido por la mayor parte de su vida, su mente estaba llena de Mark. Su esposo. Seguía teniendo problemas para creer que tenía una familia con él a pesar de encontrarse casados poco más de una década atrás. Había algo irreal sobre poseer lo que había querido por tanto tiempo y que parecía haber estado fuera de su alcance.
Tal vez "poseer" no era la palabra correcta; ella no "poseía" a Mark. Estaba muy lejos de eso, si era honesta. Y era esto lo que la mantenía despierta por las noches. No era que quisiera ser su dueña o controlarlo… sólo quería más de él. Más de sus toques, de su voz, de su tiempo ¿Cuándo había sido la última vez que había estado en casa? La banda criminal Kisu habían sido derrotados al fin y había creído que volvería a casa, para solamente dejarla por las misiones usuales de corta duración.
Él no lo hizo.
Seguía ahí afuera, con el claro fin de asegurar que ningún nuevo grupo se alzara para tomar el lugar de Kisu. Sabía la verdad. Los escuadrones especiales podía manejar algo así, como siempre habían hecho. Sabía que estaba fuera porque no quería estar ahí con ella, con su hija... Con Emiliano, su mejor amigo y actual jefe del pueblo.
Lisa suspiró de nuevo y volvió a tenderse de espaldas, su mano golpeó la almohada sobre la que estaba descansando. Merecía algo mejor que esto, la vida casi incolora que tenía. Era como si él se hubiera llevado el sol consigo y ahora estaba atrapada en este apagado mundo.
Bufó. Qué pensamiento tan absurdo. Mark siempre tenía con él oscuridad, no luz. Era ella quien lo había pintado con el sol en la vida que había imaginado para ellos. Y seguía haciéndolo, seguía imaginando una vibrante y feliz vida, caminando entre los puestos del mercado los sábados, entrenando en medio de las verdes hojas que daban a Haon su característico atractivo turístico, riéndose en las comidas con su hija. Incluso se había imaginado tener otro hijo, un niño con el mismo cabello oscuro y ojos que su padre y hermana, pero con la naturaleza fiera que ella poseía.
Sabía que a su manera él la amaba, que amaba a Sarah y a la aldea. Por supuesto, le había tomado su tiempo reconciliar lo que sabía del pasado de su pueblo y las decisiones que lo habían conducido a tan trágicas consecuencias para su familia, pero en aquella batalla final con Emiliano se había abierto algo en él que les permitió a todos entrar de nuevo … O tal vez, les dejó entrar por primera vez a su vida y conocerlo como es,
Aunque no parecía haber sido suficiente.
El puño de Lisa se apretó y presionó más duro en la almohada.
Mark no se pudo quedar en la aldea mucho tiempo antes de tener que salir de nuevo. Y mientras que parte de ella lo entendía, el resto estaba comenzando a pensar que 15 años debería ser tiempo suficiente para calmar sus demonios, al menos suficiente como para quedarse por el bien de su familia. Su hija ni siquiera había visto a su padre hasta hace unos meses atrás y eso solamente porque ella había tenido que ir a buscarlo. Pero lo que era casi peor, era que Sarah apenas lo había visto desde entonces; se había quedado un par de semanas luego de la batalla con los bandidos antes de formar excusas e irse de nuevo.
Él regresó otra vez luego de eso, pero sólo por dos días.
Lisa sabía que lo amaba. Sabía que había estado enamorada de él por la mayor parte de su vida.
Suspiró de nuevo. Incluso el verbo que usaba últimamente cuando pensaba en él daba señal de la lucha que estaba teniendo… "sabía que había estado enamorada de él…" pero no, no había forma en que hubiera dejado de amarlo. Había sido el único hombre en su corazón desde que tenía 8 años; no había otro hombre más que él para ella. Había logrado entenderlo además de amarlo y su relación se había fortalecido por ello.
Se detuvo.
¿Él había logrado entenderla? La traicionera parte de su mente se preguntó cuánto pudo haber conocido de ella en los breves momentos que pasaron juntos desde la cuarta guerra. Y honestamente, aunque sintió que lo entendía mejor ahora, ¿Cuánto realmente había conocido de él bajo esas circunstancias?
Pensó en el tiempo que habían pasado juntos. Un ligero sonrojo decoró sus mejillas por algunos de esos recuerdos y no pudo evitar la suave sonrisa que vino a sus labios, pero la sonrisa se desvaneció mientras se le hacia difícil recordar muchas de las conversaciones que habían tenido en citas e incluso momentos a solas que a veces eran silenciosos o sexuales. Intentó evocar la última vez que tuvo una discusión seria, sólo ellos dos, pero no podía. Él se comunicaba mayormente sin palabras y ella había pensado que estaba bien con eso. Después de todo, él era Mark, guapo, elusivo, un militar sin igual.
Y él era de ella.
Seguro que no era perfecto, su relación estaba lejos de serlo. ¿Pero qué más podía pedir? Confiaba en él implícitamente; sabía que no le estaba engañando ahí donde estaba. Sabía que seguía yéndose porque simplemente no sabía cómo lidiar con la idea de amar y ser amado en el contexto de una familia normal. Quería enseñarle, mostrarle que estaba bien quedarse con las personas que amabas y que te amaban igual… pero lo necesitaba ahí si quería lograrlo.
Decidió hablar con él en cuanto regresara. Consideró lo que debería decir para convencerlo de quedarse, no sólo por su bien o el bien de todos. Tal vez Alejandra pudo ayudar… después de todo, se había casado con Isai, una de las personas más emocionalmente rotas que conocía. Si alguien sabía cómo lidiar con hombres así era ella.
No. Alejandra no necesita conocer su sufrimiento; tenía suficiente con el suyo propio. Esto era algo que tenía que manejar sola.
Comenzó a planear su discurso "Quédate con nosotros, Mark" y con la calma que vino naturalmente luego de su decisión, finalmente fue capaz de caer dormida.