CAPÍTULO 3
Punto de vista Jaz.
—Vaya, vaya… —dice Olive mirando algún punto tras mi espalda.
Giro rápidamente mi cabeza, un hombre de traje viene caminando a paso rápido, sus pisadas son furiosas al igual que la expresión de su rostro.
—Pero que hombre —sigue diciendo ella, pero entonces todo el momento se daña cuando el hombre parece molesto con algo en la suela de su zapato, suelto una carcajada cuando noto lo que está haciendo y poco después una mujer que desentona completamente con el lugar termina de yéndose de bruces contra el césped.
Nuestras carcajadas resuenan más y es que Uff, no quiero ser mala persona, pero me da un fresquito ver como mi tierra les da un poco de lo que se merecen que sonrío en grande. No solo las personas del pueblo queremos que se vayan lo más lejos de acá.
No dejo de mirar el punto en donde aquella mujer le está reclamando algo a él, pero él parece no darle importancia y seguir su camino, poco después ella lo sigue y entonces van directamente hacia el trabajador que ha llamado esta mañana a su jefe.
Así que ese es su jefe…
Mis ojos no se despegan de aquel lugar y ahora que estamos un poco más cerca, sigo sin poder ver bien el color de sus ojos pues sus espesas pestañas y pobladas cejas que ahora están muy fruncidas dejan ver poco sus ojos con la furia que carga este hombre.
No sé qué habrá hablado con el trabajador, pero entonces sus ojos se enfocan de nuevo en mí y comienza a caminar con pasos seguros de sí mismo, la risa se esfuma pues quien camina hacia donde me encuentro no es nada más y nada menos que el hombre que estaba a punto de destruir lo más hermoso de este lugar.
Enderezo mi espalda cuando lo tengo a tan solo unos tres metros de distancia, sus pasos son largos y debo levantar un poco mi cabeza cuando se detiene a centímetros de mí. Sus hombros son anchos, sus brazos musculosos se aprietan bajo su camisa y entonces noto que sus ojos son grises. Un gris claro que hace que me entre un escalofrío cuando parece que no existe nada más que yo en este momento para él y no es nada bueno porque siento que puede hacerme papilla solo con hablar, las rodillas me tiemblan, pero disimulo demasiado bien frente a él.
Como si no me afectara su presencia.
Lo veo inhalar con fuerza, sus pupilas se dilatan un poco, lo miro de arriba abajo.
Es sexy y él lo sabe.
—Maximiliano Nowak —extiende su mano delante de mí y como no soy una inmadura, mi mano se encuentra con la suya en un apretado saludo. Su tacto es cálido y un poco áspero, el apretón es fuerte. Su mano es tan grande que la mía se pierde por completo.
—Jazmine Lambert.
Su mirada es muy intensa, creo que jamás en la vida me había sentido tan amenazada solo por unos ojos. A pesar de su “madura” presentación, dice las siguientes palabras encendiendo mi furia.
—¿Eres la responsable de este circo?
¡¿Circo?!
¡¡¿Circo?!!
Pero que se cree este patán…
—Señor Nowak, no sé qué entienda por circo, pero esto definitivamente no lo es… Ha no ser de que sus empleados sean los del circo, porque lo único que yo veo acá es que estamos defendiendo los derechos de nuestro…
—Ningún nuestro —, me corta mi defensa —. Este lugar me pertenece a mí. Es una propiedad privada.
Sus ojos me examinan con determinación de arriba abajo mientras yo suelto una pequeña carcajada irónica y niego con mi cabeza ante las incoherencias que está diciendo. Sigue mirándome como si quisiera analizar cada detalle de mi ser. Me siento incómoda bajo su escrutinio, pero sostengo su mirada con determinación.
—Se equivoca —digo con seriedad, una de sus pobladas cejas se enarca y pudo ver con más detalle el color de sus ojos.
—No lo hago señorita Lambert —dice con una sonrisa de medio lado bastante irónica y carente de amabilidad —, mi abogada tiene los documentos de propiedad por si le interesa ver que le digo la verdad, que lo hago, pero entonces ustedes están acá armando un espectáculo digno del circo del sol lo que me trae a mi problemas, ¿le interesa saber cuáles?
No espera mi respuesta para continuar.
—Hay fechas de entrega de los proyectos, miles de millones invertidos y estas horas perdidas nos pueden generar pérdidas de hasta 100 mil dólares y sigue aumentando con este teatro, entonces sucede que como yo soy dueño de esto y tengo el derecho de hacer lo que se me plazca con mi propiedad, también puedo demandarla por obstrucción a propiedad privada, ¿ya nos vamos entendiendo?
La seguridad, confianza y rapidez con la que suelta cada palabra me mantiene a raya de decir algo, no porque no quiera, sino porque cada que lo intento él no me lo permite y continua con su catedra aburrida.
—No creo que su pequeña cabeza pueda comprender todo lo que le estoy diciendo, pero no se preocupe, mi abogada le puede explicar con dibujos de plastilina cada uno de los puntos mencionados, así que le pido que mande a recoger toda esta gente y que mis trabajadores puedan comenzar con su trabajo para…
—No lo haré.
Sus ojos se abren un poco al escuchar mis palabras.
—¿Disculpe? —pregunta confundido.
—Demándeme, haga lo que se le dé la gana conmigo, pero esa tierra no se toca —me paro firme frente a él. —Esta es nuestra casa, ese lugar es vital para nuestro pueblo y no vamos a permitir que un troglodita como usted llegue a dañarla solo porque quiso y se le dio la gana.
Maximiliano Nowak aprieta el puente de su nariz con sus dedos mientras toma una profunda respiración.
—Comprenda que no importa lo que usted quiera, es que esa propiedad es mía y ya está —se encoje de hombros sin darle importancia —. Aquí solamente manda quien aparezca en las escrituras del terreno y nueva noticia: aparezco yo.
El corazón me late a mil por hora, desde que tengo memoria ese lugar ha sido por y para el pueblo, nunca ha tenido dueño, siempre ha sido un espacio libre y perfecto para todos; si, puede que no me crea mucho eso de que él es el dueño, pero es que…
No es solo un pedazo de tierra, no es solo un lugar con un futuro inmobiliario por delante… Es un pedazo de mí y de todos los que llevamos años viviendo en este lugar.
Hay arboles inmensos que son hogares de muchos animales, hay ganado que se alimenta de los pastos que allí crecen, hay caballos que galopan por esos lugares. Hay familias que pasean por allí, hay ríos que atraviesan el lugar con vida propia. Hay tanto allí que ceder a que construyan no sé qué es como ceder a que me quiten un pedazo de mi cuerpo.
—Se lo compro —me escucho decir y me llamo mil veces estúpida por dentro.
—¿Ah sí? —pregunta él con bastante sorna.
Y es que no es, sino que me dé nuevamente una mirada de arriba abajo para que se dé cuenta de que no tengo dinero, al menos no tanto como él y mucho menos no tanto como para comprar un terreno que según dijo anteriormente son miles de millones.
—¿De contado o a cuotas? —sigue preguntando mientras se cruza de brazos y rasca su barbilla sin dejar de mirarme. —¿A doscientos años las cuotas?
Continúa diciendo, aprieto mis puños con fuerza a cada lado de mi cuerpo.
—Vea, yo podré no tener dinero, pero lo que si tengo es mucha determinación y sobre mi cadáver va a funcionar una maquina en ese lugar y haré todo lo posible para que no se construya nada allí, así me toque venderle mi alma al diablo, yo voy a cuidar de ese lugar.
Sus ojos se vuelven mucho más oscuros tras mis palabras, mi cuerpo tiembla ligeramente y espero que no se dé cuenta de ello.
—Pues espero que su trato con el diablo sea muy bueno, porque pronto le llegará una demanda que jamás va a poder cubrir.
Da media vuelta, no dejo de verlo, se reúne con la mujer con la que llegó anteriormente y la cual mantuvo su distancia mientras él hablaba conmigo.
No puedo leer sus labios ni escuchar que dicen, pero constantemente miran hacia mi dirección y entonces me pregunto en ese momento si realmente vale la pena defender un pedazo de tierra como yo lo estoy haciendo, aunque esto conlleve a que me puedan meter a la cárcel.
Entonces sí, sé que estoy haciendo lo correcto porque estoy siguiendo a mi corazón. Y un trato con el diablo queda corto para todo lo que puedo llegar a hacer por este lugar.
Por mi hogar.