Miedos Placenteros

2330 Words
Los días siguientes fueron algo extraños, Vero aparecía más seguido delante de mí, o sea era más frecuente encontrarme con ella en cualquier parte y momento en la casa, sin embargo ella pasaba de mí. Pasaba de largo sin prestarme la más mínima atención, pero sus continuas y repentinas apariciones por donde yo estaba no eran mera coincidencia. Empecé a cuestionarme nuevamente lo de la obsesión con ella. Pero de inmediato me di una cachetada mental, si bien yo era el que estaba obrando indebidamente, a ella le estaba gustando o al menos eso creí esa noche. Ella estaba consciente de lo que pasaba, tampoco es que fuera una niña, alguna experiencia ya debe haber tenido, siendo tan bella no es de extrañar que le llovieran los pretendientes en el colegio y quizás hasta alguna chica hubiese llegado a pretenderla. No sabía que pensaba ella con lo sucedido la otra noche, pero de que lo disfrutó, lo disfrutó. Mi conclusión final fue entender que ella pudiera tener miedo, al fin y al cabo aún parece una niña. Su contextura de eterna adolescente la hace ver más infantil de lo que es, vaya contradicción. Pero es que ese cuerpito que se gasta no es el de una niña. Todo está bien ajustado, bien definido, a pesar de no ser deportista entregada como Cami, sus piernas son estilizadas y delineadas con una firmeza y tonicidad digna de una deportista de alto rendimiento, tenían que ser lo genes de su madre. No como las flacas que su contorno es una línea recta y carnes fofas, no para nada. Ambas piernas coronadas con dos medias esferas casi perfectas como nalgas. Duras y firmes que parecieran estar infladas a presión. Es que voy a tener que incluir aquí una foto de sus nalgas para que puedan entender lo que con palabras no encuentro como explicar. Es que la línea que define el contorno de sus piernas se corta abruptamente para dar lugar a esos montículos de carne. Casi de igual manera en la parte baja de la espalda, donde un claro embudo se forma al final de la espalda y el comienzo de estos globos. Ah y sin poder dejar de destacar la guinda del pastes lo dos hoyuelos se forman en la parte baja de la espalda poco antes de dar comienzo a las nalgas. La imagen de su culo abierto como flor en todo su esplendor me siguió por varios días. Gise fue la beneficiaria principal. Ella estaba recibiendo toda la consecuencia de mi prohibida y pervertida obsesión, sesiones que solo fueron comparables con la época en que nos sinceramos sexualmente. En esos tiempos poco antes de casarnos, había empezado a sentir que Gise no era lo suficientemente liberal en la cama y tenía tabúes en cuanto al acto s****l. Algunas cosas faltaban en nuestra relación, ella disfrutaba, era "ardiente" en su sentir, y tomaba muchas veces las iniciativas, cosa que me encanta, le gustaba que usara mi lengua sin compasión en sus partes inferiores, pero después no podía besarla, Y ella no era completamente recíproca con mi sexo y nunca me hacía acabar con su boca. Así que nada de tragar y/o facial. Ella apuntaba mi descarga a sus senos y luego corría al baño a limpiarse. Ella tomaba la iniciativa claro cómo no, pero era para iniciar todo. Al final a mí era al que le tocaba el trabajo arduo y duro de hacerla acabar y terminar. Pocas veces ella tomaba su puesto arriba y era de poco variar posiciones, dos y listo había que acabar. Analmente ni soñarlo, eso fue uno de mis mayores retos y fracasé estrepitosamente, después de varios intentos fallidos desistí de buscarlo en adelante más de una vez discutimos y ella no quería hablar de tema para nada. ¿Un trío? ¡jamás! imposible. Mi esposa era secretamente homofóbica y ahora estaba a punto de descubrirlo. Fue entonces que busqué alivio fuera del hogar. Puse mis ojos en una joven asistente de un ex compañero de trabajo. Él estaba casado y me había hablado de ella, sin decirme quien era realmente, él me comentaba de una chica que tenía y que era una demonia en la cama y que hacía de todo. Un día en un descuido de ellos yo los descubrí, al levantar el teléfono y llamarlo a su oficina justo al verlo llegar por un asunto urgente. Apenas cruzó la puerta de su oficina lo llamé. Y él creyendo que era ella quien lo llamaba, ya que estaba en la antesala de su oficina. Apenas repicó dijo sin que yo dijera nada "mi amor disimula un poco más apenas acabo de cruzar la puerta, en un tono algo irritado. Al oír esto me asusté y colgué, pero me puse atento a ver que hacía después. Mirando con sigilo sobre los cubículos, de inmediato sonó el teléfono de su asistente, hablaron solo 5 segundos, ella colgó y entró apurada a la oficina. Para después salir al poco rato toda colorada mirando a todos lados, yo no dije nada, ni los puse en evidencia. Ellos no duraron mucho tiempo, él renunció y se fue a otra empresa y no se la llevó con él. Yo tomé su cargo y ella pasó a ser mi asistente y algo en el recuerdo de él. Se dejaron de ver apenas él se fue y ella andaba cada vez más de mal humor, por que él se olvidó de ella. Así que después de pocos intentos logré llevarla a la cama y comprobar que realmente era buena cama. En ese entonces mis relaciones con Gise iban de mal en peor. Ella no ponía de su parte y yo no sentía el mismo interés. Ella notó mi falta de apetito s****l y de inmediato asumió que tenía otra. Sí, ella no estaba equivocada, pero esa no era la razón de mi falta de apetito s****l. Para resumir en dos platos. Ella que de por sí es celosa, me montó una persecución y yo confiado no me di cuenta y me descubrió, poniendo fin a todo incluso el matrimonio que ya estaba programado. Me tocó rogar mucho y me llevó a decirle a ella lo que realmente pasaba. Hablamos mucho sobre lo que nos pasaba mientras intentaba mantener unido lo nuestro y la convencí de visitar una terapeuta de parejas y fuimos derivados a una terapeuta s****l. Después de varios meses tormentosos de idas y venidas, ella finalmente se fue abriendo a un mundo de mucha pasión y ardor s****l, a los juegos de roles, a entregarse plenamente y liberarse, dando como resultado a una realmente ardiente mujer capaz de todo, menos de estar con otra chica. Bueno no todo podía ser perfecto, y me volví a enamorar de ella. Fue entonces que nos desatamos sexualmente y por un momento llegué a pensar que había despertado a la ninfómana que Gise tenía dentro. Luego con el pasar de los meses nos fuimos calmando. Desde ese entonces no habíamos tenido una actividad s****l tan variada y continua que durara tanto tiempo. Normalmente teníamos sexo de dos a tres veces por semana, las semanas buenas tenían 4 raras veces. Pero esto que estábamos viviendo era de 5 a 6 veces a la semana y hasta la semana entera y donde al menos varios días lo hacíamos dos y tres veces. Y es que cada vez sentía que mi deseo hacia Vero era cada día mayor y andaba caliente la mayor parte del tiempo. Poco a poco los encuentros con Vero volvían a la normalidad. Nos hablábamos más, nos mirábamos más. Interactuábamos más justo como antes de aquel fatídico por no decir idílico día que la vi entrar al baño. Así que empecé a acercarme más a ella, donde la encontraba la rozaba o simplemente la tocaba, ya sea con el codo, hombros, antebrazo, manos, cualquier parte del cuerpo era buena para tocar y ser tocada. Avanzaba de manera automática, consciente de los avances, y empecé a rozar sus piernas, ya colocaba mi mano en su espalda como antes, solo que esta vez había malicia, había mala intención, ya no la acariciaba como la niña de antes, cuando andaba en tops solo la rozaba con los dedos en la parte baja de la espalda muy sutilmente y podía ver como se le erizaba la piel y los vellos de los brazos. Con la yema de los dedos le acariciaba los hombros y la nuca con mucha naturalidad sobre todo cuando estábamos en familia. Un día, me atrevo a decir que es el día que marca el antes y el después del comienzo de esta aventura que terminaría en un desastre descomunal. Ese sábado toda la familia estaba invitada para un matrimonio de una familia amiga de la casa y en la tarde las mujeres andaban revolucionadas con sus preparativos de belleza, las mujeres habían llegado tarde de la peluquería así que todo era corre y corre. Vero no había ido a la peluquería, si no que la mamá le había hecho en la mañana unos rollos en el cabello, pero como Gise, Cami y doña María llegaron tarde le dijeron a ella que se los quitara con cuidado. Vero entró en crisis porque no le daba tiempo además aún tenía que maquillarse. Encarecidamente le pidió a Gise que la ayudará y Gise me lo pidió a mí, yo accedí y bajé al baño donde estaba Vero intentando quitarse los royos. —Vine ayudarte con eso, le dije asomándome cuidadosamente a la puerta del baño, no vaya a ser que estuviera desnuda o semi desnuda. —Gracias —dijo algo turbada. Mientras se apretaba la toalla que apenas la cubría. Desde sus senos hasta apenas debajo de sus nalgas —A ver, ¿qué es lo que tengo que hacer? —Pregunté. —Soltar la pinza que tiene el rollo y desenrollar con cuidado, que cada hebra de cabello quede separado el resto que no se enrede. Empezando de abajo hacia arriba. Remató Es un trabajo fácil —pensé, pero para Vero no, ya que eran demasiados rollos y muy pequeños. Ella empezó a buscar en un estuche y sacar de allí varias cajitas planas de polvos para maquillar, lápices, pinturas y demás menesteres para tal fin. Luego ella empezó a untarse una cremita en la cara con los dedos y yo empecé a desenrollar los rollos. Al tercer rollo ya mi mente me estaba jugando sucio. —está en toalla, está desnuda. ¡Haz algo! De inmediato mi herramienta empieza a despertar y hacerse cargo de la situación. Mi mente va a mil por hora. Mientras ella ahora con una brocha gruesa se daba color en las mejillas. Ya con una considerable carpa dentro del pantalón corto. Quería pegarme a ella y puntearle las nalgas con mi dureza. Pero no quería asustarla o que saliera corriendo como la última vez. Cada rollo desenvuelto era como un segundo de tiempo. Y veía como rápido se me iba a terminar esa oportunidad. Decidí actuar más rápido e ir más lento con los rollos. Envalentonado la miraba directo a los ojos mientras ella se miraba fijamente en el espejo maquillándose.Ella me miró varias veces y cada vez sostenía más la mirada. La cuarta o quinta vez que me miró y se quedó fija mirándome, aprovechando esa atención le pegué la punta de mi sexo a la toalla a la altura de sus nalgas. Ella dio un leve respingo y sostuvo la respiración por un instante antes de que empezara a respirar rapidamente mirándome fijamente, pude ver en su imagen del espejo como las arterias del cuello empezaron a latir aceleradamente, entonces empecé a martillar lenta y suavemente mi sexo contra sus nalgas. Esto me puso a mil, sentí mi sexo hincharse nuevamente aún más y a producir pre seminal en abundancia, ella sin dejar de mirarme empezó a respirar agitadamente y colocó sus manos en el borde de la mesa del lavamanos, aguantando mis sutiles embestidas. Cosa que aproveché para darle con más fuerza metiendo más la toalla dentro del canal de sus nalgas. Quería quitar la toalla pero no quería mover las manos de sus rollos por miedo a que de asustase otra vez. Habíamos detenido nuestras acciones así que desvío la mirada y continúo desenvolviendo los rollos. Ella hace otro tanto y toma un lápiz para maquillarse los ojos y se inclina hacia adelante para estar más cerca del espejo. En ese momento sentí como la toalla subió un poco más arriba y empecé a alucinar, miré un poco hacia abajo y vi que a la toalla le faltaban centímetros para desaparecer de entre los dos. Ella pareció adivinar o intuir lo que pasaba y pues, se puso en puntillas y sentí sobre mi sexo debajo de mi short el contacto en directo de sus nalgas. Empecé a empujar con más fuerza pero mantenía el ritmo lento. Ella a veces se perdía en su propia mirada o en la mía a través del espejo, aún con miedo de su reacción adversa no quería bajar la mano y sacarlo. Sentía el short muy mojado y baboso y fácilmente se pasaba la tela y al igual que la otra noche se fue hundiendo fácilmente entre el canal apretado de sus nalgas. Lo sacaba por completo para volver a entrar en él, hasta llegar directamente a su apretada entrada a la que cada vez le daba sutilmente más fuerte. En un momento que solté un rollo y bajé la mano para dejarlo sobre el lavamanos, llevé mi mano hacia mi short y mientras me despegaba momentáneamente, lo bajé sacando mi empapado sexo. Tomándolo rápidamente del de la base del tronco lo volví a meter entre sus nalgas. Pasó como cuchillo caliente en mantequilla y ella gimió un suspiro ahogado en su boca, con los ojos abiertos de par en par me miró con miedo. —Tranquila, no te voy a hacer daño —le dije en un susurro tranquilizándola.
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