4. Endosar

1460 Words
De nuevo, mi cordura haciendo estragos con mi cabeza. El limpiador, era una persona con contactos, muchos contactos como yo. ¿Podría descubrir de quién se trataba? Aunque para ser completamente honestos, fue una maldita suerte haberlo descifrado. Así que, solo le daría una chiquilla, sin documentos ni explicaciones; eso tenía que dar resultado. -El limpiador –Hank lo anunció, y me limité a dar un respiro profundo, rogando porque eso fuera suficiente para calmarme. -¿Cómo estás, Edy? –Además de las educadas y amables palabras, me extendió la mano para saludarme; pero su semblante siempre era inexpresivo. -Siéntate por favor –Le pedí después de estrechar su mano. -Gracias, eres muy amable –Tomó el asiento del lado derecho, frente al escritorio, expectante. -Tengo un trabajo para ti –Entrecerró los ojos, pero no dijo nada. Suspiré con pesadez, porque me estaba haciendo del delito yo solo –Pedí que vinieras personalmente, porque en está ocasión es un trabajo diferente a lo que venido solicitando. Tengo una niña que está dándome problemas, no puedo ni siquiera acercármele, y no pienso arriesgar a mis clientes, ¿entiendes? –Esperaba que eso fuera suficiente explicación para él. -¿Cómo quieres que me deshaga de ella? –Su pregunta me tomó por sorpresa, pero eso al menos me quitó los nervios. -Como tú quieras, solo necesito que me envíes una prueba de que hiciste el trabajo –Necesitaba mandarle el maldito corazón, al maldito de Colin. -¿Qué prueba necesitas? –Lo admiraba, era un verdadero profesional. Me quedé callado por algunos segundos, como si estuviera meditando la respuesta, porque mi actuación debía ser perfecta –El corazón. Mándame el corazón – -¿Dónde está? –La pregunta me hizo sonreír, eso solo significaba que había aceptado el trabajo. -Sígueme –Salimos de la oficina. Caminamos por todo mi negocio en completo silencio, hasta que llegamos a la parte trasera de la bodega, que estaba oculta de todo el mundo. Levanté la mano, apuntando hacia la jaula colgando, cubierta por la lona negra. Ladeó un poco el rostro, como si estuviera meditando; provocándome un poco de temor, porque estuviera considerando rechazarme. Clavó su mirada intensa sobre mí –Va a costar más –Dijo firme, pero con tranquilidad. -Te pagaré lo que me pidas, solo… Solo deshazte de ella –Estaba desesperado, incluso no me importaba tener que poner de mi bolsillo, si es que el dinero de Colin no me alcanzaba para pagarle al limpiador. -Destápala –Pidió de nuevo tranquilo. Hice una seña para que le quitaran la lona, y apareció la maldita chiquilla de mierda, que levantó la mano para cubrirse a la altura de los ojos, porque en medio de todo el cabello que ya tenía alborotado, no se notaba ya su rostro. Lo que en ese momento agradecí. -Obviamente no quieres que la vean. ¿Cómo voy a sacarla de aquí? –Interrogó de nuevo, y tenía razón, no quería que la vieran por ningún motivo. -¿Cómo te la vas a llevar? –Pregunté para ver opciones. -En mi camioneta –Dijo inexpresivo, pero me pareció que estaba despreocupado. -Escucha. Quiero que te tomes esto en serio, esa mugrosa chiquilla es un dolor en el culo –Apunté de nuevo a la jaula, pero necesitaba ponerlo sobre aviso. Él era mi único escape y no pensaba echarlo a perder. -Está bien, te entiendo; pero, por lo que veo te causa mucho malestar tenerla aquí, así que me la llevaré de una vez –Habló imperturbable. Suspiré, y solo me convencí cuando pensé que, en el momento que entrara a la camioneta, sería problema de él. -¡De acuerdo! Trae la camioneta frente a la bodega, ahí te la entregaré, J.J. irá contigo –Le hice señas a mi empleado, y los vi alejarse –Hank, ayuda a someter a esa mocosa –Le pedí, porque al final, había sido él quien la atrapó. Bajaron la jaula, manteniendo metros de distancia de ella. A pesar de los días que había pasado encerrada y con poco alimento, seguía dando batalla; pero Hank, pudo ponerle el poste extensible que usábamos con los perros, para mantenerla de alguna manera sometida. Llegamos al frente de la bodega, donde la camioneta del limpiador ya esperaba por nosotros. -Tírala –El hombre le pidió a Hank, que usó todo su peso sobre el artefacto para que cayera boca abajo. El limpiador aprovechó la posición para maniobrar con las extremidades, sujetándolos con cinchos de plástico. Le colocó una mordaza en la boca, para levantarla sin problema alguno y echarla en la cajuela. Por primera vez, desde que la conocí, mi lado enfermizo salió a flote cuando la vi sometida. Si no fuera por el peligro que su nombre representaba, me hubiera atrevido a hacerle lo que fuera necesario para hacerla mía, que fuera un objeto más de mi colección. -Prepara 100 mil para mañana, te traerán la prueba que me pediste a las 3 de la tarde –Habló impasible sacándome por completo de mis pensamientos. Se subió a su camioneta, y condujo hacia la salida de mi negocio. Suspiré con alivio -Menos mal que estás aquí Hank, no sé qué hubiéramos hecho si tú no la hubieras controlado –Estaba realmente agradecido, y ya relajado porque al fin me había deshecho de ella. -Edy, no me siento orgulloso de decir esto –Sus palabras llamaron del todo mi atención –Pero, si nos enfrentáramos uno a uno, en nuestras mejores condiciones, sin lugar a dudas, ella ganaría –Volteó a mirarme descompuesto –Ella es una asesina - . . . **Dimas (El limpiador)** Toda la situación me pareció sumamente sospechosa. Jamás, una de las putas que tenía Edy, se le había salido de control. En el momento que una se revelaba, la golpeaba sin importarle si la mataba, incluso a alguna de ellas le había metido un par de balas. Ahí entraba la agencia, deshacerse de los cuerpos sin dejar rastro alguno. Pero cuando vi la precaución que le tenía, tratándola como a un animal, llamó por completo mi atención. ¿Por qué no estábamos recogiendo un cuerpo, en lugar de dejarnos el trabajo a nosotros? Me detuve a la mitad de la carretera, necesitaba pensar por un instante. ¿Qué diablos se traía Edy? Y la única que podía dar respuestas, era la chiquilla que estaba en mi cajuela; que para mi sorpresa, estaba quieta y callada, provocando que sospechara aún más. -¿Qué sucede? –La voz del otro lado del teléfono respondió al tercer tono. -Algo no me huele bien –Respondí honestamente, y él guardó silencio por un minuto. -Llego a las 7 –Me dijo seguro y colgó. Vi la hora en mi reloj, apenas si alcanzaba a llegar a la casa de seguridad; por lo que encendí la camioneta con rapidez y comencé el largo viaje de 5 horas. Si algo había aprendido a lo largo de mi carrera, si es que podía describirla de esa manera, era en confiar en mis instintos; y para mí, que algo estaba ocultando el proxeneta cobarde de Edy. En realidad no me caía mal, de hecho era un sujeto que en general me causaba diversión y por supuesto trabajo. Su lado macho alfa, solo salía con las mujeres o con sus empleados; ese era el motivo por el que tenía a Hank con él, por su seguridad; porque cuando aparecían personas como yo, temblaba de miedo. Llegué a la casa de seguridad. Me estacioné, y vi en la lejanía el helicóptero, Sören ya había llegado. -¿Tiene mucho que llegaron? –Le pregunté a Wallace, que venía en mi dirección. -Hace 15 minutos –Y por su expresión, sabía que nuestro jefe no andaba de buen humor. -Ayúdame con lo que traigo en la cajuela –Caminamos juntos y en el momento que abrí la puerta, todo comenzó a suceder muy rápido. Como una sombra vi saltar una figura sobre Wallace, que dio un grito ahogado, y en tres segundos su cuerpo inerte se desplomó frente a mí. Levanté la vista, y el pequeño cuerpo zarrapastroso, cubierto por la larga cabellera obscura, estaba inmóvil, supongo que observándome. El terror se apropió de mí. Sólo conocía a alguien sumamente bueno en el combate cuerpo a cuerpo, y ese era mi jefe. Comencé a moverme con lentitud, para alcanzar mi arma, porque yo no tenía oportunidad alguna contra ella. -¡No te muevas Dimas! –Escuché el gritó de advertencia de Sören. Quise girar a verlo, pero la figura frente a mí no se movió en lo absoluto y estaba casi seguro, que en el primer descuido se lanzaría contra mí.
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