** Sören**
Un maldito, pútrido y jodido día.
El estrés de la empresa. Se me había ocurrido la genial idea, de entrar en la licitación para los servicios de seguridad informática en el Poder Judicial de Ciudad Iks. Con lo que no contaba, era con todos los jodidos requisitos y papeles que debía mostrar para que me aceptaran. Y aunque valía la pena, era una mierda de tiempo que me requería.
Una inesperada y puta junta que no debió haber existido. Hacía mucho tiempo, habíamos acordado que nuestras reuniones debían ser planeadas y bajo estrictos niveles de seguridad. Ya no éramos los principiantes, y mucho menos desconocidos pueblerinos que habían llegado a la ciudad, con las ávidas ganas de crecer en ese rubro. Ese hijo de puta nos ponía en riesgo a los tres.
Y para rematar, el imbécil de Edy. Para haber hecho que Dimas desconfiara de él, debía ser algo realmente preocupante o digno de poner atención.
-Ya llegó Dimas –Anunció Wallace, y caminó hacia la puerta para salir a su encuentro.
Me puse de pie, me serví otro trago de whisky, para acercarme a la ventana y terminar viendo la escena más inesperada de mi vida.
Una figura de 1.60, salió de la cajuela de la camioneta de Dimas, se lanzó sobre Wallace, golpeándolo; tal vez no con demasiada fuerza, pero sí con precisión en la garganta. Apostaba porque lo había matado de un solo golpe. El cuerpo cayó frente a Dimas, que por primera vez lo noté perplejo y vacilando en sus acciones. La figura estaba frente a él, y reconocí la postura.
-¿Qué mierdas? –Salí corriendo -¡No te muevas Dimas! –Era imposible que fuera cierto, que hubiera alguien con esas habilidades; sin embargo, no podía arriesgarme, no con Dimas. Pero me equivoqué.
La sombra se barrió, con una agilidad y velocidad apabullante pasó por entre las piernas de Dimas, que reaccionaba con tanta lentitud, que me daba la impresión que no llegaría a tiempo para evitar su muerte. Adrenalina y emoción recorrieron mi cuerpo apresuradamente. No había tenido un oponente de tal calibre en años, incluso una década; y yo, ya no tenía el mismo cuerpo ágil que mi contrincante demostraba. De manera formidable, tomó el arma de la espalda de Dimas, levantándola, apuntó a su cabeza, y sin titubear disparó.
Un microsegundo pudo haber hecho la diferencia. Dimas alcanzó a manotear, la bala le rebanó la oreja y aunque el calor del cañón seguramente le quemó la mano, hizo que la sombra perdiera el control de la pistola. La distracción de ambos, fue suficiente para que yo me lanzara sobre el menudo cuerpo, que forcejeaba debajo de mí; no obstante, yo debía pesar el doble.
-¡Hija de puta! –Gritó Dimas, tocándose la oreja lastimada y llamando mi atención. Devolví mí vista a la figura que seguía removiéndose, era un: ella. Me desconcertó, pero no me sorprendió. Eso explicaba los movimientos que hacía. Mi empleado tomó con rapidez el arma del piso, y la pegó a la sien de la mujer -¡Vuelves a hacer algo como eso, y te juro que te meto una bala en la cabeza! –Lo entendí, estaba molesto. No obstante, la verdad era que, la quería viva; el deseo de averiguar quién era y por qué estaba entrenada, era absolutamente necesario para mí.
-Trae cinchos –Le dije con calma a mi empleado, mientras sometía del todo a la mujer.
-¡La traía con cinchos! –Habló de mala gana, caminando hacia la camioneta.
Acerqué mi rostro hacia donde supuse estaba la oreja de ella -Escúchame bien: no quieres morir ni hoy, ni aquí; así que, no te quieras pasar de lista –Dimas llegó con los cinchos, se los coloqué en manos y pies, con rapidez y precaución. Suspiré pesadamente y le hice señas a mi empleado para que revisara a Wallace. Dimas se agachó para confirmar lo que ya sabía: estaba muerto.
No quería sorpresas, así que la cargué, mientras mi empleado nos seguía apuntándole con el arma sin dudar.
La llevé a una de las habitaciones que tenía preparadas para otros fines. Fines más escabrosos y enfermizos. Encendí las luces y la lancé a la cama; para terminar saliendo ambos de la recámara, cerrando la puerta metálica con seguro.
-Te juró que vi pasar mi vida en un segundo –Dijo Dimas a punto de un colapso.
-Vamos a beber algo –Lo invité, definitivamente necesitaba relajarse.
Llegamos a la sala, él se desplomó sobre el sillón, mientras yo preparaba dos vasos de whisky. Ni siquiera recordaba dónde había dejado el otro. Le extendí su vaso, y lo tomó con rapidez -¡Por la vida! –Chocó su vaso con el mío, sin esperarme se tomó el líquido prácticamente de un trago.
No tuve de otra más que seguirlo, me tomé el mío igual. Me senté en el sillón frente a él –Necesito que movilices gente. Quiero que la casa esté custodiada como cuando yo vivo aquí –Lo vi fruncir el ceño -¿Te dijo quién es? –Pregunté, sabiendo que Edy no lo habría revelado.
-No, pero la quiere muerta –Su característica inexpresividad, regresó a su semblante –Quiere su corazón como prueba de que el trabajo está hecho –La petición de Edy me tomó por sorpresa.
-Mándale el corazón de Wallace, incinera el resto del cuerpo y ya sabes qué hacer con lo de su familia –Lo que había pasado con Wallace, era una lástima realmente. Él era un buen empleado, había crecido y hecho méritos para llegar a la posición de confianza a mi lado.
-¿Mensualidad o seguro de vida? –Cuestionó.
-Mensualidad –Se levantó con celular en mano, para hacer las llamadas pertinentes y cumplir mis órdenes.
Me puse de pie con mi vaso de whisky en la mano, caminé hasta la habitación donde estaban las pantallas, encendí todo el equipo, y la vi, de pie contra la pared.
¿Qué estaba haciendo?
-Ya quedó todo arreglado –Dimas entró a la habitación –Vete a descansar, yo me quedo vigilándola y me hago cargo de todo –No sabía cuánto tiempo había pasado, pero el cansancio estaba llegándome.
-Vigila a Edy –Necesitaba averiguar quién era esa mujer.
- Sören, va a estar difícil que le encontremos algo, sabes que hay mucha gente que usa su burdel –Sí, lo sabía. Políticos corruptos, celebridades con excesos, empresarios corrompidos y personas del bajo mundo; todos se divertían a lo grande con las putas y drogas que él ofrecía. Además, Edy era muy precavido, seguramente por su cobardía, más que por inteligencia; pero era de las contadas personas, que tenía contacto con ambos bandos del narcotráfico en la ciudad.
-Como quiera vigílalo, día y noche –Me puse de pie –No se le acerquen –Golpeteé la pantalla donde se veía la zarrapastrosa –Aliméntenla bien, e intenten que se dé un baño. Vendré en la primera oportunidad que tenga para lidiar con ella –Salí de esa habitación, para subir al tercer piso, donde estaba mi santuario, el que usaba para desaparecer del mundo cuando lo necesitaba.