A decir verdad, no pude dormir mucho. Estaba tenso y ansioso de que algo pudiera salir mal. Como si yo pudiera hacer la diferencia en un enfrentamiento con ella. Tal vez ese era el motivo, saber de lo que era capaz, y que nadie de los que estabamos ahí, tenía una oportunidad contra ella.
-¿No se ha despertado? –Pregunté tan pronto entré al área de los monitores.
-Sí, comió y se volvió a dormir –Dijo el joven de turno.
-¿Hicieron el rondín? –Cuestioné.
-Sí, sin novedades –Me informó con un atisbo de orgullo.
-¡Bien! –Tomé el radio que estaba sobre la mesa, y mandé la alerta.
-Adelante –Se escuchó por todo el cuarto.
–Larry, necesito que vengas con dos personas más, cambio –Necesitaba meter cosas para la mocosa, pero ni loco me iba a meter solo, y menos si ella estaba despierta.
-Entendido, cambio y fuera –Respondió. Dejé el radio sobre la mesa y caminé hasta el baño, donde tomé varios artículos de limpieza y toallas. Me quedé meditando, necesitaría ropa limpia. Me dirigí a mi habitación, saqué una camisa, unos pantaloncillos cortos, y en contra de mi voluntad, unos calzoncillos de mi armario. Estaba a punto de salir cuando me arrepentí. Dejé todas mis pertenencias y fui hasta el tercer piso. De ahí tomé la ropa –Ojos que no ven, corazón que no siente –Sonreí después de decir la frase en voz alta. Serían los objetos de Sören los que utilizara la mocosa esa; ya por la tarde, enviaría a que compraran ropa para ella. Cuando bajé los tres hombres esperaban por mí.
-¿Sigue dormida? –Cuestioné de nuevo al joven de turno.
-Sí –
-Bien. Tú –Señalé a uno de ellos –Vas a llevar una mesa. Tú –Señalé al otro –Vas a llevar la silla –Y tú Larry, vas a llevar fruta y éstas cosas –Le entregué la ropa y los artículos de limpieza –Mientras yo vigilo –Seguramente me estaban tachando de paranoico, pero no me importaba. Después de ver lo que hizo y de que casi morí, no iba a arriesgarme.
Dejamos las cosas con rapidez por órdenes mías. Me fui a dar una vuelta, para revisar que todo estuviera funcionando correctamente y a tiempo.
-¿Qué está sucediendo aquí? - Cuando regresé a monitoreo, encontré más empleados de los que debía haber.
-Un espectáculo jefe –Dijo Larry, sin inmutase por mi presencia y sin quitar la vista de la pantalla. Al menos el resto de los empleados, se removió con incomodidad.
Me acerqué al monitor y entendí el por qué ninguno de los hombres en ese lugar podía apartar la vista. Definitivamente Edy tenía buen gusto con las mujeres. La zarrapastrosa, resultó ser una belleza debajo de todo ese atuendo de pordiosero.
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** Sören**
Después de una semana, en la que la empresa recibió a los evaluadores del Poder Judicial, ya solo restaba esperar la adjudicación. Y es que Anderson Security, tenía que ganar la licitación de manera limpia y honesta.
El celular n***o comenzó a sonar, y suspiré a profundidad -¿Qué sucede? –
-¡No he recibido las trampas cromo-trópicas amarillas! ¡Ya comencé la cosecha y no quiero que se arruine! –Estaba histérico.
Toqué el puente de mi nariz, porque su actitud me molestaba –Casio, sabes que éste teléfono es exclusivamente para urgencias… -No me dejó terminar.
-¡¿Y te parece poco que yo no haya recibido mi mercancía?! –Me preguntó con molestia.
-No, pero tengo a una persona especialmente para atenderte –Intenté hablar tranquilo, conteniéndome.
-Lo siento Señor Empresario, había olvidado que estaba ampliando sus negocios –Ironizó.
-Mañana a primera hora te llega la mercancía. Ahora tengo otros asuntos que atender –Colgué sin esperar que respondiera, porque escuché como llenaba sus pulmones para arremeter de nuevo.
Tomé una gran bocanada de aire para controlarme. Mi estrés y enojo querían liberarse, y si llamaba al proveedor para gritarle, cometería una imprudencia. Tenía años construyendo un ambiente totalmente limpio para mi apellido, y no debía arruinarlo ante insignificante provocación. Aunque si las juntaba, ya llevaban varias de la misma índole. Casio y Arnoldo querían provocarme, que diera un paso en falso; pero no los dejaría.
-Gill –Llamé a mi nuevo segundo asistente. Tenía ya varios años trabajando para nosotros, y Dimas lo había sugerido para ocupar el puesto de Wallace –Llama a Agro-Huerto, que entreguen con urgencia un lote de trampas cromo-trópicas amarillas –
-Señor Anderson, según la agenda tienen una entrega programada para mañana –Me informó con tranquilidad.
¡Hijo de puta! –Está bien. Puedes entonces pedirles que entreguen a las 8 de la mañana y asegúrate de que así sea –Tenía que cumplir con mi palabra a Casio.
-Claro que sí –
Necesitaba escapar por una temporada de ciertas realidades. Por un lado, la empresa estaba absorbiéndome tiempo, sumándosele la parte social que me obligaba a mantener las apariencias. Por otro, mi principal fuente de ingresos, que en un principio, no solo me sacó de la pobreza, sino que además era divertido y me retaba mentalmente; pero ahora, que estaba en la cúspide, mis metas se habían ampliado. Eso era algo que Casio y Arnoldo no entendían, yo necesitaba más.
-Señor Anderson –La voz de Nisha se escuchó por el intercomunicador –La señorita Marlon está aquí -¡Puta madre! Lo que menos esperaba.
-Hazla pasar Nisha, gracias –Me levanté, para abrir la puerta de la oficina antes de que ella tocara.
-Señor Anderson –La despampanante castaña me pasó de largo, luciendo un vestido que se le ajustaba al cuerpo, presumiendo cada curva de su figura –Usted es más difícil que una mujer –La frase me hizo reír.
Cerré la puerta -Discúlpeme Señorita Marlon, pero… -Caminé detrás de ella.
-Ivana, por favor –Se giró a verme con una expresión un tanto indignada.
-¿Y por qué tú me dices Señor Anderson? –Le cuestioné, sosteniéndole la mirada.
-Porque no me ha autorizado a tutearlo –Hizo un ligero movimiento con su hombro, inclinando su rostro en la misma dirección, haciendola lucir coqueta; y entonces se sentó en las sillas frente al escritorio.
-Está bien, tuteémonos –Acordé, sentándome en mi lugar.
-¡Me parece perfecto! Vengo a invitarte a la fiesta de mi padre –Y a él sí, que no podía desairarlo.
-¿Cuándo es? –Necesitaba programarlo, porque aún tenía pendiente a Dimas.
-El fin de semana. Zarpamos el sábado a las 9 de la mañana –Dijo con animosidad.
-¿Zarpamos? –¿Pues cuántos días se iba a festejar?
-Sí, será un crucero de dos días-
Y esa era la parte social que subestimé.