6. LIBÉRAME.

1092 Words
La torta de limón que estaba en el horno había inundado por completo con su perfumada fragancia la casa, no había un solo rincón que no tuviese ese delicioso aroma, era fascinante. En definitiva Fernanda era más que talentosa, parecía que entre sus manos tenía el poder de manipular a las personas con sus pasteles y dulces preparaciones. —Hija, iré a mirar el jardín de rosas. —De acuerdo, pero no tomes demasiado sol. Rodrigo había sido un buen hombre toda su vida, nunca había ambicionado nada que no pudiese obtener por medio del trabajo, tuvo una familia a la que amo en profundidad, pero la desgracia tocó a su puerta cuando un hombre borracho y completamente fuera de control, ocasionó un accidente que le arrancó de sus manos aquella familia, en su lugar dos años después Doña Isabel le dejó a Fernanda para que de alguna manera pudiera reemplazar el vacío de su familia perdida. —¿Quién podrá ser? —Era el día de descanso de la enfermera. —Iré a ver. —No padre, ve por las rosas y descansa. Fernanda iba con su nuevo mandril, uno que Santiago había elegido especialmente para ella, en su color favorito, verde oscuro, se lo había regalado dos días atrás luego de esa extraña noche junto al fuego y de que Fernanda se esperará desinteresadamente por preparar cada comida para Santiago, podía sentirse el calor del hogar aún sin proponérselo. —¿Quién… Pero la puerta se abrió de golpe, la silueta imponente, el peinado perfecto y esa esencia penetrante del fino perfume de Doña Isabel, apagó por completo el refrescante aroma de la tarta de limón. —Así que esta es la casa en la que vive mi hijo —la mirada de desprecio de Isabel era tal que Fernanda volvió a su ya olvidada posición de mantener la cabeza gacha. —Doña Isabel, bu-buenas tardes. —Después de todo lo que hice por ti, así es como me pagas, Fernanda. —Y-Yo no sé a que… —La reputación de mi hijo está por el suelo, todos saben que se dio a la fuga con una de las mucamas de la hacienda y todos se enteraron del desastre de la cena en la que intente, sin buenos resultados, emparejarlo con una niña de nuestro nivel social. —No se haga ideas equivocadas, el joven Santiago… —Está cegado por tu belleza y eso lo puedo entender, Juan Daniel también tuvo esa etapa contigo y creí por un instante que rechazaría mi propuesta de irse al extranjero, pero aceptó tan rápido que me di cuenta que solo eras un capricho para él, pero Santiago, mi Santiago es diferente. —Tal vez se debe a que el joven Santiago tiene el carácter de su padre —Rodrigo había vuelto de su paseo por el jardín—. Levanta tu rostro hija, no tienes razones por las que avergonzarte, ya no trabajas para ella. —Rodrigo, esto es desconsiderado de tu parte, creí que nuestra amistad… —Nuestra amistad terminó el día que supe la verdad y si no quieres que desate un infierno en tu casa, es mejor que te vayas de la nuestra. —Esta casa es de mi hijo. —En realidad es de la señorita Fernanda, los documentos y las escrituras registradas así lo dicen —Isadora había regresado a casa para tomar un traje para Santiago que tenía una reunión en la tarde y había olvidado por completo un cambio para ese día. Los ojos de Isabel estaban perplejos, completamente abiertos, no daba crédito a que tres seres de tan inferior clase social estuvieran en su contra, no tenían nada para ganarle y sin embargo le estaban ganando la batalla. —Fernanda —la llamó por última vez—. No tomes mis palabras como una advertencia, es más bien un ultimátum, alejate de mi hijo o todo lo que tienes… —Ni se te ocurra volver a nuestra casa para amenazarnos, si tu le tocas un solo pelo a mi hija, si tan sólo intentas dañarla con la más mínima cosa, seré yo quien te destruya Isabel —Rodrigo estaba rígido como hacía mucho tiempo no se le veía, había soltado el bastón y se posó frente a la mujer que se puso un tanto pálida—. Tengo más secretos de los que puedes contar con tus manos, ahora mi hija es libre y tú la vas a dejar en paz si no quieres que tu imagen de mujer perfecta se arruine. —No serías capaz. —Peubame Isabel, mi hija es lo único que tengo y por ella puedo hacer que el infierno te alcance en la tierra. Varios pasos hacia atrás y la mujer trastabilló, por un instante Fernanda creyó que se caería, así que se inclinó un poco para tomarla del codo, sin embargo el rechazo de Isabel fue total. Luego de que Isabel se marchara de la casa, los tres se quedaron absortos en semejante espectáculo que acababan de presenciar y del que acababan de hacer parte, Fernanda no esperaba aquella visita y menos aquellas palabras, sin embargo no pudo evitar sentirse más tonta de lo que ya se sentía la saber que Doña Isabel siempre supo de su fugaz amorío con Juan daniel y que fue ella quien articulo todo para que él se marchara de su lado. Sin embargo fue él quien aceptó irse. Simplemente Santiago tenía razón, ella nunca había sido una prioridad para Juan Daniel. —Voy a… creo que voy a salir a caminar. Isadora se dio cuenta que era hora de cancelar la importante reunión que tenía Santiago y tenía que hacerlo regresar enseguida a casa, mientras tanto Rodrigo corrió a la cocina para apagar el horno, pues el olor a limón se estaba confundiendo con olor a quemado. Una hora después, mientras Fernanda estaba sentada en el estanque artificial que estaba al final de la propiedad, Santiago ingresaba a la casa como un torbellino, maldiciendo entre dientes lo que había hecho su madre. —¿Dónde está? —le pregunto a Isadora. —En el estanque. El camino no era realmente largo pero una vez que estuvo cerca se dio cuenta de que Fernanda estaba sollozando. —Hola. —Santiago… —Fernanda, prometo que no dejaré que mi madre se te acerque de nuevo, lamento lo que sucedió, pondré guardias por toda la propiedad y… —Libérame, por favor libérame —Fernanda estiró su mano esperando que Santiago la tomara y entendiera su mensaje.
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