—¿Cómo es posible que se dejen amedrentar de un niño? —Tu eres la única que ve a Santiago como un niño, abre los ojos Isabel, ese niño ahora es un hombre. —Y un hombre malo. —Cuida tus palabras, estás hablando de mi hijo —Isabel podía librar batallas con sus hijos, pero no iba a permitir que nadie se pronunciara sobre ellos de manera incorrecta. —Es cierto, tu hijo no solo es un hombre, es un hombre poderoso y malo. Tengo que decir que sacó lo mejor de sus padres. Calculador, frío, narcisista y nocivo como su madre, amable, cálido, bondadoso y justo como su padre —el hombre que había sido amigo durante muchos años del padre de Santiago miraba a Isabel fijamente mientras decía aquello. —¿Con que los amenazó? —¿Con qué? —el hombre levantó una ceja con un aire de indignación—. Tiene má