Habían pasado muchos años desde la última vez que Fernanda había entrado a la habitación de Juan Daniel y el lugar era un poco diferente ahora.
—Lo cambiaste.
—Luciana, ella quería un papel tapiz diferente y cambió los cuadros de adolescente que habías visto la última vez.
Ambos rieron, a Fernanda le pareció tierno el recuerdo, pero también el que Luciana cambiara tan radicalmente ese lugar, se veía más elegante, más maduro.
—Puedes dormir en la cama.
—¿Y tú?
—Tengo mantas de sobra, puedo poner varias por el piso.
—Va a ser realmente incómodo para ti —Fernanda reía como una niña pequeña.
—Si, pero no quiero que mi hermano me rompa a golpes.
—No creo que sea capaz.
—Conoces muy poco a Santiago.
—Sé que es bueno.
—Eso es cierto, pero también es malo.
—¿Cuál de nosotros no
