Luciana miraba por la ventana de su habitación, dos días sin salir de ahí habían sido suficientes, su familia la conocía perfectamente, era una mujer fuerte que cuando salía herida por una u otra razón, se aislaba para lamerse las heridas y volver triunfante.
Pero esta vez para ella no había herida, solo había un vacío irremediable de dolor por algo que no tenía, por algo que era ajeno a su voluntad.
Tenía sentimientos por Juan Daniel, pero no sabía si eso era lo suficientemente fuerte como para confesarse o siquiera intentar algo con él, además el divorcio ya estaba firmado, era un hecho que ya no eran pareja. Ya no eran nada.
Nunca lo habían sido.
—Hija, ¿vas a desayunar?
Estaba perfectamente vestida, elegante y seductora, así era ella. Salió de su habitación para compartir de nuevo
