Luciana miraba con desprecio a Doña Isabel, estaban tomando el té frente a la piscina, habían dos damas más, las amigas de la señora de la casa. Sonreían y conversaban de banalidades que a ella nada le interesaban.
—Y entonces le dijo que si tenían bebé más iba a enloquecer.
Las carcajadas hicieron que Luciana reaccionara y las secundara en aquel acto, pero la falsedad de su risa la dejó al descubierto, al menos para Isabel que llevaba años observándola y por eso sabía que era la mejor candidata para ser la esposa de Juan Daniel. Al menos eso creyó.
—¿Y tú Luciana? ¿Estás lista para ser madre? —La pregunta impertinente de su suegra le fastidio.
—Santiago y yo tenemos asuntos que resolver primero —ninguna mujer allí pareció entender el comentario tan afilado de la joven recién casada,
