Su teléfono no había parado de vibrar, la conversación había sido más corta de lo que su cuerpo sintió, al salir del lugar se relajo y sus hombros liberaron la tensión de esa breve reunión. Pero más parecía que hubiese hecho un arduo trabajo de pesas que solo cruzado palabras con aquella mujer que había marcado su vida para siempre.
Isabel le había dado un techo, comida, trabajo y oportunidad de estudiar, era cierto, pero cada oportunidad se la cobró casi con sangre.
Era imposible para ella olvidar las humillaciones, la sobrecarga de trabajo, los golpes y actos poco humanos que tuvo durante su tiempo trabajando en la Hacienda las Heliconias.
El guardia y el chofer que la esperaron afuera todo el tiempo, la tomaron del brazo al ver el cambio en el tono de piel y su mirada un poco perdida
