Maryluz separó sus labios, parpadeó varias veces, el rostro se le llenó de seriedad, invitó a su prima a tomar asiento en las sillas de mimbre que había en la terraza y la miro con atención.
—No puedes estar hablando en serio, explícame exactamente qué fue lo que hiciste.
Juliana con la voz temblorosa y con las mejillas encendidas, le narró a su prima, lo que pasó en la ducha con Alfredo.
—Lo confundí, pensé que era Bruno, nos besamos, nos tocamos, y casi…pasó.
Maryluz se puso de pie de un solo golpe.
—¿Con el señor Villamizar? —cuestionó anonadada. —¿Estás hablando del mismo hombre que fue tu gran amor platónico, el mismo al cual besaste cuando cumpliste la mayoría de edad?
Juliana sintió un estremecimiento en el corazón.
—Sí hablo del mismo hombre, del papá de mi novio, ese hombre me hizo sentir cosas que jamás en la vida había imaginado.
Maryluz sonrió, luego se cubrió con su mano, la boca sorprendida, y a la vez la mirada le brilló. A ella no le caía muy bien Bruno no sabía por qué tenía un mal presentimiento con él.
—¡No lo puedo creer! ¡Por fin te pasó algo emocionante! —exclamó.
Juliana se puso de pie.
—¿Cómo puedes pensar que eso fue emocionante? ¿no te das cuenta de que se trata del padre de mi novio?
Maryluz se puso de pie.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! pero dime la verdad, ¿qué sentiste cuando ese señor te besó, te tocó, te estrechó con sus fuertes brazos? —preguntó susurrando.
Juliana sintió un estremecimiento en todo el cuerpo al recordar los besos que le dio Alfredo, imaginar lo que estuvo a punto de pasar, le encendió la piel.
—No te lo podrías explicar, cada que lo recuerdo se me eriza la piel, siento que el estómago se me encoje y las piernas me fallan.
—Si yo fuera tú, terminaba con Bruno y me iba con el papá, es más guapo. —Carcajeó.
Juliana resopló.
—No seas idiota, vine a que me des un consejo y no ideas locas.
Maryluz volvió a reír.
—Pues no sé qué decirte, lo único que yo recomendaría, es que le hagas caso a tu corazón y por lo visto tú no estás muy segura de lo que sientes por Bruno, porque de lo contrario no te habría movido el piso el papá.
Juliana sintió una punzada en el pecho, se llevó la mano a la frente, se quedó en silencio por unos segundos, tratando de coordinar sus ideas.
—¡Estás equivocada! ¡Yo amo a Bruno! —aseguró—, lo que pasa es que jamás había tenido un acercamiento de ese tipo como un hombre y precisamente tenía que ser con él. —Resopló.
Maryluz le dio un sorbo a su botella con agua.
—Entonces no le des importancia al asunto y olvídalo —recomendó, pero Maryluz sabía y conocía muy bien a Juliana y sabía que le iba a ser imposible, sacar de su mente al señor Villamizar.
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Bruno subió al elevador del edificio donde vivía su novia. Llegó al piso y directo tocó el timbre.
Juliana abrió. Bruno la tomó por la cintura y la sorprendió con un apasionado beso.
Ella correspondió levemente, era una chica honesta y sentía que haber besado al padre de su novio, no era correcto, aunque no lo hizo con conciencia, vaya que lo había disfrutado.
—¿Todo en orden? —preguntó Bruno al sentirla distante con él.
Juliana inclinó la cabeza, y luego alzó sus párpados para verlo a los ojos.
—Sí no te preocupes, estoy estresada por la llegada de mis padres y por la graduación —mintió, aunque detestaba hacer eso.
—Entiendo.
—Más bien entremos, voy a cambiarme de ropa para el almuerzo con tu papá.
Bruno la notó nerviosa, o más bien ansiosa, las manos de Juliana temblaban.
—¿Estás bien, preciosa? —preguntó.
Juliana sintió que el corazón se le estremecía, abrazó a Bruno fuertemente, y soltó su llanto.
Juliana no dejaba de sentirse culpable estaba a escasos segundos de confesarle a Bruno la verdad, pero luego pensó que él y su papá tenían muy mala relación y ella no podía ser la manzana de la discordia entre los dos, entonces se quedó en silencio.
—Me estás asustando Juliana, ¿qué es lo que te ocurre? —preguntó Bruno ante el silencio de ella.
—No tengo nada, solo que me duele bastante la cabeza, creo que tengo migraña —mintió una vez más, pensó que debía hacer una lista de recordatorios—, pero con unos analgésicos se me van a pasar, vamos.
Bruno la agarró del brazo, la llevó a la sala, ayudó a su novia a tomar asiento.
—De inmediato Bruno se movió a la cocina, sacó agua de la nevera y le entregó a Juliana los analgésicos que sacó del botiquín.
—Le había prometido a mi papá que iríamos a almorzar con él, quiero presentarte como mi novia, pero puedo cancelar.
Juliana sintió estremecimiento en el cuerpo, se recostó en el mueble y se hizo un ovillo.
—Dame unos minutos de descanso y te prometo que estaré bien.
—¿Estás segura? —Bruno la contempló con atención—, si no podemos suspender la comida con mi padre.
—No, no te preocupes, no hagas eso por mí, solo déjame descansar unos segundos estaré bien.
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Más tarde Bruno le mandó un mensaje a su papá con la ubicación del restaurante donde se iban a encontrar.
Juliana salió de la alcoba, muy hermosa y elegante. Bruno se mordió los labios, la agarró de la mano, tiró a la chica hacia él, la besó de forma apasionada.
—Deberíamos aprovechar que estamos solos —susurró Bruno, sintió a su novia tensa.
—Es buena tu idea, pero aún tengo jaqueca —mintió, suspiró profundo—, y no podemos hacer esperar a tu papá.
Bruno arrugó el ceño, dibujó una mueca en los labios.
—¡Vamos!
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Para Alfredo la situación tampoco era sencilla cómo iba a mirar a los ojos a la mujer por la cual se sentía atraído y que era la novia de su hijo, no podía ver a Juliana de ese modo.
—Debo sacarme de mi mente a Juliana —repitió, pero, aunque lo intentaba le era imposible.
Entonces agarró sus lentes para el sol, su billetera salió del apartamento y tomó un taxi, en el camino iba revisando el móvil, intentando distraerse.
Alfredo Villamizar siempre fue un hombre puntual llegó antes de la hora indicada, entonces se acomodó en una mesa y minutos después su vista se clavó en la bella mujer que acompañaba a su hijo.
Juliana tenía un atuendo sencillo unos pantalones de vestir negros una blusa de seda lila, sin embargo, Alfredo ya conocía lo que había debajo de esas prendas, sacudió la cabeza desechando esos recuerdos, centró su mente en otras cosas.
Juliana también tembló al verlo, estaba atractivo o quizás más de lo que ella recordaba, lucía una camisa verde agua, vaqueros negros.
—Tranquila mi papá no muerde —susurró Bruno al sentir la mano temblorosa de su novia.
«Si muerde y lo hace delicioso» Juliana pensó y se estremeció, en cuestión de segundos estaba de nuevo frente a él.
—Hola papá, ¿te acuerdas de Juliana?
Alfredo plantó sus ojos en el bello rostro de Juliana.
—Por supuesto, es la nieta del señor Duque, la hija de Malú.
Juliana desviaba su vista, no podía verlo a los ojos.
—Te presento a mi novia, papá. —Bruno agarró con posesión por la cintura a Juliana, y la besó frente a Alfredo.