¿Lo engañaste?

1303 Words
Ambos se sentían confundidos, lo que habían experimentado en esos cortos minutos que estuvieron juntos, jamás les había pasado eso con nadie. En Juliana sentir ese aturdimiento era más comprensivo, ella no era una mujer de tener s3xo porque sí, además todavía era virgen. En cambio, Alfredo, era un hombre hecho y derecho y no se dejaba llevar por las pasiones ni los bajos instintos, sin embargo los ardientes besos de Juliana le habían nublado todo el pensamiento y se dejó llevar como si fuera un jovencito. Alfredo se cambió de ropa, tenía que aclarar las cosas, no podía permitir que la muchacha se fuera sin que ellos hablaran de lo sucedido, en el pasillo cuando abrió la puerta se encontró con la chica. Juliana se volvió a sobresaltar y sintió que su corazón daba un brinco. —Lo lamento, no quise asustarte. Alfredo la contempló con discreción, ella lucía un vestido en tela de mezclilla que le llegaba hasta la rodilla, la falda era campanada, su estrecha cintura estaba ceñida por una correa delgada, el escote era en uve, la prenda no tenía mangas y hacía lucir la piel nacarada y sedosa de sus brazos. Calzaba unos botines tipo stiletos de tacón de aguja. Estaba sin una gota de maquillaje, su piel era natural fresca, su cabello húmedo, oscuro y ondulado caía sobre la espalda. —¿Desde cuándo eres novia de Bruno? —preguntó con curiosidad, recordó entonces que cuando él llegó, su hijo estuvo acompañado, claro era Juliana la que dormía con Bruno, se quedó por milésimas de segundos sin aliento, jamás imaginó que Juliana, la chica que se veía interesada en él fuera ahora no había de su hijo. A Juliana no la había vuelto a tener así de cerca desde el día que lo besó años atrás. Cuando ella iba de vacaciones a Colombia, la contemplaba de lejos, la chica no había vuelto a acercarse a los predios de su hacienda, sabía que Bruno y ella eran compañeros de universidad y como desde niños fueron amigos, nunca pensó que esa amistad trascendería a algo más profundo. —Llevamos como novios seis meses —comunicó Juliana. Alfredo parpadeó, asintió. —Comprendo, no se preocupe, no pienso decir absolutamente nada de lo ocurrido. De nuevo las mejillas de Juliana se encendieron. —Gracias —contestó Juliana, salió a la brevedad del apartamento, las piernas le temblaban, la presencia de Alfredo la estremecía, tocó varias veces el botón del elevador buscando abandonar ese lugar con rapidez. Cuando llegó a la planta baja, dio un brinco porque su móvil sonó dentro del bolso, enseguida lo sacó y notó que era Bruno, entonces salió a la calle y contestó. —Hola amor, vine hasta tu apartamento, quería que desayunáramos juntos, y no te encontré. ¿En dónde estás? Juliana soltó un suspiro, pensó con rapidez, no quería encontrarse con Bruno de buenas a primeras, antes requería procesar lo que pasó con Alfredo. —Salí a hacer unas compras pero no encontré lo que necesitaba, era algo especial para mi papá. Voy a tardar —mintió. —¿Sigues en el edificio? —Sí cariño, pero si vas a demorar, iré a dar una vuelta, mientras llegas, quiero que vayamos a comer juntos, deseo que mi papá sepa que eres mi novia —advirtió—, me sorprendió anoche, llegó de imprevisto, se me olvidó avisarte que él está ahí, por si de pronto vas al apartamento pensando encontrarme. Juliana de nuevo sintió ese estremecimiento. «Claro que me encontré con tu papá y si supieras de la forma que pasó» pensó Juliana, su corazón volvió a acelerarse con fuerza descomunal. —Qué bien por ti, me alegro de que tu papá ya se encuentra aquí en Estados Unidos, perfecto espérame. —Colgó. Juliana necesitaba desahogarse, decir todo aquello que estaba oprimiendo su pecho, agarró con fuerza la correa de su bolso, tomó un taxi y fue hasta su edificio, antes de bajar miró que Bruno, no estuviera. Pagó el servicio, entró, subió al elevador, y se quedó un piso más abajo, donde su prima Maryluz, ella también era su mejor amiga, la persona que más confianza le tenía porque sabía que ella no la iba a delatar. Tocó el timbre lo hizo en repetidas ocasiones porque no tenía respuesta, de pronto su prima salió con el cabello alborotado y luciendo una camisa de hombre. Juliana arqueó sus cejas. —Lo siento, no pensé que estarías ocupada. —No te preocupes tranquila que mi amigo ya se va. —Sonrió. Un atractivo hombre desnudo corrió hacia la alcoba. Juliana cerró los ojos. —¡Por Dios! —exclamó—, dile a tu amigo que se cubra, si le vas a abrir la puerta a tu prima —recriminó. Mariluz soltó una carcajada. —Te lo mereces por asustarme, pensé que eran mis padres. —Soltó un suspiro de alivio—, se me había olvidado de que todavía eres virgen. ¿Hasta cuándo? —cuestionó—, ya es hora de que te vayan quitando las telarañas de ahí abajo —bromeó divertida. Juliana negó con la cabeza, puso los ojos en blanco. —¡Ay, cállate! —exclamó sintiendo las mejillas arder—, no sabes lo que dices no vine a hablar de ese tema, sino de algo mucho peor, pero creo que cometí un error, estás muy ocupada. Maryluz miró atenta a su prima, la notó bastante nerviosa y hasta pálida. —¿Te sientes bien? —preguntó—. Dime que te está ocurriendo, ay no, no me digas que ya te acostaste con Bruno, y no te gustó. Juliana soltó un suspiro. —No, no es nada de eso, es algo mucho peor, pero sí tiene que ver con Bruno. Maryluz frunció el ceño, apretó los puños. —¿Te está engañando? —vociferó—, va a ver ese imbécil, voy a dar la cara por ti, y a reclamarle a ese infeliz de que no está sola —refunfuñó. —¡Cálmate! —grito Juliana—, no se trata de eso y no voy a ventilar mi vida privada aquí en el pasillo de un edificio. Maryluz sacudió la cabeza. —Tienes razón prima, disculpa mi falta de cortesía, por favor pasa, toma asiento, voy un momento a la alcoba a ponerme algo más decente. —Se mojó los labios. Juliana entró y miró en la sala una botella con licor, su prima era de mente más abierta, era una mujer directa y no le gustaba los compromisos, decía que no ha llegado el hombre que pueda con su genio. Sus conquistas eran eventuales, solo s3xo, y luego no los volvía a ver. Juliana se aproximó a los ventanales, y mientras esperaba escuchó varios gemidos y jadeos. Abrió los ojos, se cubrió la boca con la mano. —¡No puede ser! —susurró Juliana, y abrió con rapidez las puertas corredizas de la terraza y prefirió salir. Más tarde escuchó voces en la sala, ella no volteó, no quiso saber quién era ese hombre, luego de unos minutos Maryluz salió a la terraza con dos botellas con agua, se había puesto un top y un short. —Bueno ahora sí cuéntame qué es lo que te ocurre. —Le entregó un botellín. Juliana tomó entre sus manos el envase, abrió, bebió varios sorbos, inhaló profundo y miró a su prima. —Hice algo terrible, aunque no fue a conciencia, o no sé cómo descifrar lo que ocurrió, pero es algo que me llena de vergüenza y no sé cómo voy a hacer para mirar a los ojos a Bruno. —¿Engañaste a Bruno con otro hombre? Juliana se mordió los labios, asintió. —Sí, lo engañé, y fue con su papá, con Alfredo Villamizar.
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