Marypaz frunció los labios. —Pero no comprendo, ¿por qué no pueden tener una relación? —cuestionó—. Bruno no se merece tanta consideración, siempre me ha caído mal, se creía el dueño absoluto de la hacienda de su papá, era odioso, y lo sigue siendo. Juliana resopló, dejó caer su cuerpo en un sillón. —Alfredo es el padre del que fue mi novio. ¿Si comprendes eso? —preguntó. —Él no quiere hacerle daño a su hijo, por eso… nosotros no podemos… —¡Por tontos! —¡Marypaz! —recriminó Juliana. Marypaz alzó sus hombros. —Es la verdad, yo vi los besotes que se dieron, y escuché las cosas que te dijo, y estos ojitos hermosos notaron la forma en la que él te miraba, ese señor se derrite por ti —avisó con sinceridad, su corazón latía emocionado—, si a mí me hubieran dicho esas cosas, yo me lo