Juliana charlaba con su amigo, ansiando que se retirara. —Disculpen un momento —expresó Alfredo a sus amigas, se puso de pie. Las dos mujeres intercambiaron miradas de descontento, pero asintieron con educación. Alfredo se acercó, a ella sintiendo cómo su corazón se aceleraba, miraba fijamente al hombre que no la soltaba. —Hola Juliana. No quería interrumpir, pero tenía muchas ganas de saludarte. Juliana sintió que el corazón le brincó, volteó, sonrió, visiblemente contenta de verlo. —Buen día Alfredo —respondió ella, sus ojos se iluminaron—, no te interrumpes nada, mi amigo ya se va. El joven se alejó sin decir más. —Seguro no interrumpo —preguntó con seriedad, o más bien intentando disimular sus celos—. Juliana. Me alegra verte aquí. ¿Cómo estás? —preguntó más relajado, las