Entrecierra los ojos y se rasca la barba mientras me estudia. Le lanzo otra uva. La vuelve a coger. —Maldita sea—, murmuro. Los otros chicos entran arrastrando los pies y se dirigen a la mesa donde les he preparado el almuerzo. Soy muy amable. Empiezan a atiborrarse inmediatamente. Ronak sigue estudiándome. —Tienes alas de plumas rojas—, dice de repente. Parpadeo y le miro. —Vaya. Los chicos me dijeron que eras espabilado, pero no tenía ni idea. ¿Qué más has percibido en ese gigantesco cerebro tuyo?—. —Y tus orejas no son puntiagudas—, continúa en su extraña apreciación. Me levanto y me echo la trenza a la espalda antes de meterme otra uva en la boca. —Cuéntame más, oh Poderoso Observador. Deslúmbrame con tus deducciones—. —No tienen alas de fae altas. Las suyas parecen más de in