Me acerco flotando a los otros dos tipos y observo que también tienen rabo. —Bueno muchachos ustedes también son guapos—, digo. Y lo son. Es como si hubiera aterrizado en la isla de los tipos sexys.
Vuelo hasta el que tiene el pelo rubio. —Bueno, hola. Te daría el segundo beso, seguro—, le digo mientras empieza a recoger trozos de madera. Tiene unos ojos marrones suaves y, aparte de ser tan guapo que casi cuesta mirarlo, también parece amable. Como si me frotara los pies después de un día duro o me dejara abrazarlo.
Miro al otro por encima del hombro. Tiene el pelo n***o, la piel pálida y unos impresionantes ojos azules. Está bueno y tiene un aire arrogante que lo hace irresistible. —Oh, no te preocupes, te daré el tercer beso—, le aseguro.
Los tres chicos recogen la madera y se alejan de mí por el bosque. Suspiro mientras se van. Tengo que irme ya. Probablemente debería dirigirme a una de las concurridas islas de la ciudad para ir a trabajar. No quiero que me echen para atrás y me acusen de holgazanear. No me cabe duda de que los superiores me desaparecerían.
Miro con nostalgia a los chicos sexys y salgo disparada hacia el aire. La luz del sol ya se está desvaneciendo, así que la noche no tardará en llegar. Y si hay una hora pico para un Celestinos, es durante la noche. Es entonces cuando la lujuria y el amor surgen, sin importar el reino. Hay algo en la oscuridad de la noche que permite que la gente se desprenda de sus preocupaciones y vaya al grano. O que se despojen de sus trajes hipocritas.
Vuelo alrededor, dirigiéndome a las islas más altas, hasta que la veo: Una isla enorme, la más grande que he visto hasta ahora. Completa con una enorme y reluciente ciudad hecha de calles de piedra y edificios de piedra pulida. Un río que fluye cae justo al lado de la isla desprendiendo niebla y arco iris, y detrás hay jardines verdes, y luego un enorme castillo en una colina. Tiene torreones y torres, y una gruesa y brillante muralla que lo rodea.
Estoy justo en el corazón del reino. He encontrado el palacio de las hadas.
He descubierto que la ciudad de la isla del reino se llama Highvale, y que la gente es guapa, aterradora y está completamente loca.
Apenas han pasado dos semanas y ya he visto a duendecillos prender fuego a una taberna porque, porque tenían frío, dríadas colgándose desnudas de los árboles y haciendo... cosas bastante inapropiadas con dichos árboles, un enano peleándose con un duende por un trozo de cuerda, un sidhee cavando a propósito bajo una taberna para que se derrumbara, y sexo. Mucho sexo.
Hadas voladoras fornicando en las nubes, orgías en el agua, parejas en los tejados y exhibicionistas en escaparates. Quiero decir, a estos fae realmente les gusta el sexo. Lo único que he visto más que sexo son peleas. Riñas, peleas a puñetazos, entrenamiento de combate, escaramuzas mágicas... les gusta todo.
Las cosas son un poco más tranquilas cuanto más te acercas al palacio, ya que los hados superiores son los que gobiernan el reino. Todas las especies de hadas son tan diferentes entre sí como aterradoras. Algunas parecen más humanas, mientras que otras, como las dríades, con su piel parecida a la corteza y sus lianas como pelo, son cien por cien hadas. Pero no es sólo su aspecto lo que me hace desconfiar. Es su inconfundible crueldad y su poder absoluto.
Los fae altos son posiblemente los más poderosos. No están limitados a un único hilo de poder como otros hados. Los Ashrays, por ejemplo, sólo tienen el poder del agua en la que viven. Los goblins tienen superfuerza. Los elfos son super buenos cultivando cosas. Pero con los fae altos, pueden tirar de múltiples hilos de poder y pueden tener varias afinidades mágicas. Probablemente por eso gobiernan el reino.
En cuanto a su aspecto, son altos, más altos que los humanos, con cuerpos esbeltos y gráciles que vienen en todo tipo de tonos pastel. Sin embargo, sus enormes ojos iridiscentes les confieren un aspecto salvaje que convierte su gracia natural en una belleza aterradora. Por las acciones de las demás especies de hadas, está claro que todas respetan a las hadas superiores, aunque a regañadientes. Nadie se cruza con un fae superior. La jerarquía social es clara en ese sentido.
También he sabido que el reino está gobernado por el rey Beldar Silverlash y su hijo, el príncipe Elphar. Y se rumorea que el príncipe está a punto de casarse.
Aún no he entrado en el castillo. He estado demasiado ocupada tratando de entender las diferentes especies de hadas y de hacerme una idea de cómo funcionan las cosas aquí. También me ha llevado mucho tiempo salir de mi rutina. Pero desde que han pasado un par de semanas y he probado mi magia con algunas de las diferentes especies, siento que me he orientado. Así que cuando llega la noticia de un baile real para anunciar a quién tomará por esposa el príncipe Elphar, sé que es mi momento de brillar.
¿Matrimonio concertado? Puedo trabajar con eso. Tal y como yo lo veo, si puedo conseguir que los prometidos se enamoren, o al menos que yo haga magia y consiga que la pareja sea felizmente afable el uno con el otro. Mientras no se desprecien completamente, no debería ser demasiado difícil. Todo lo que necesito es una pequeña chispa de atracción, y puedo empujarla en la dirección correcta.
Y admitámoslo, me gusta el sonido de ser responsable por el bien del reino. Celestinos a la pareja más famosa de todo el reino es exactamente el tipo de propósito que necesito.
Cuando llego al castillo, es aún más grande de lo que pensé cuando lo vi por primera vez desde el cielo. Parece hecho de ópalos. Es blanco cuando lo ves por primera vez, pero cuando el sol le da de cierta manera, brilla con un arco iris de diferentes colores. En resumen: es precioso. Decidí que sería mi nuevo hogar. Se acabaron los tugurios en la ciudad para mí, no señor. El palacio va a ser oficialmente mi nueva guarida. De hecho, las paredes de ópalo son tan bonitas que me gustaría poder cortar un trozo para llevármelo en el bolsillo o empeñarlo por un montón de dinero.
Quizá fui princesa en otra vida, porque en cuanto atravieso las puertas (vale, las atravieso flotando), siento que el lujo me llama. —Este es tu sitio, Celestina dos mil cincuenta—, parece decir.
Techos arqueados, guardias armados, suelos pulidos, sirvientes correteando y cuadros dorados por todas partes. Este lugar grita riqueza. También hay pequeños árboles que crecen de las macetas allá donde miro. Forran las paredes, las ramas trepan hasta el techo, las hojas se arquean sobre los pasillos. Su vibrante energía contrasta con el mármol frío y sin vida.