Mientras sigo volando, veo a un grupo de adolescentes y me fijo en el tercero. Es un tipo con granos, hecho de extremidades, con los codos y las rodillas sobresaliendo como pomos de puerta. Está tan claro que es el amigo que da pena que me duele el corazón por él. Hay un chico malo de aspecto suave con el brazo echado sobre la chica que camina entre ellos. Tiene un cigarrillo colgado ilegalmente en su boca demasiado joven y guay para ir al colegio. La chica le mira con adoración mientras él mira descaradamente los traseros de otras chicas y le echa el humo del cigarrillo a la cara. El tercero en discordia la mira, con las manos en los bolsillos y un amor no correspondido en los ojos.
¿Por qué tiene que salir perdiendo el bueno?,tiene un aspecto un poco raro. ¿Y qué?. Estoy segura de que trataría a la chica mucho mejor que este otro bromista. Además, estoy harta de los imbéciles engreídos de esta noche. Ya me siento juguetona por lo de antes, así que justo cuando el imbécil engreído en cuestión se gira de nuevo para mirar a otra chica que pasa (y de hecho le guiña un ojo) me vuelvo loca. Le doy un flechazo tan rápido que se tambalea en la acera como si hubiera chocado con un poste.
El farsante abandona inmediatamente a la chica con la que está y corre detrás de la otra. La chica, o, mejor dicho, la ex chica, grita su nombre (que es Brad, porque claro, se llama así) y se echa a llorar cuando Brad, el de la chaqueta de cuero, le mete la lengua en la garganta a la otra chica. Uf. Siempre olvido lo rápido que se instala el amor adolescente. Es como el amor normal, excepto que está en hipervelocidad. No pueden evitarlo. Sus hormonas dominan sus neuronas.
Brad sigue acariciando a su nuevo amor mientras su pobre y olvidada ex mira desde la barrera, ahora agarrada a Mr. Estorbo. Apenas puede contener la sonrisa mientras la consuela y se la lleva. Les doy un toque coqueto a cada uno cuando pasan a mi lado. Eso debería poner las cosas en movimiento.
—Ja. Conseguido—, digo, satisfecha conmigo misma
Asiento con la cabeza y decido que me voy a dedicar a fastidiar las parejas tóxicas más predecibles y a dar un empujón a las terceras personas de todo el mundo. Será divertido cambiar un poco las cosas. Casi como el año 91, cuando enamoré a todo un pueblo. No duró mucho, y seguro que no fue fácil de hacer, pero hombre, sólo por ver las citas que se tomaron a sí mismos hizo que valiera la pena. Restaurantes enteros llenos de solteros, mirando fijamente a cualquiera que pasara por allí, invitándose a lo que quisieran. Las ventas de vibradores se dispararon.
Me río para mis adentros y, justo cuando estoy a punto de romper otro trío de proporciones desequilibradas formado por una chica fea que mira con anhelo a un chico distraído, ocurre lo increíble: Siento el tirón.
Oh, oh.
Antes de que pueda parpadear, me sacan del reino humano y me lanzan a Caelum. Y sólo hay una razón para que me lleven allí.
Sí. Estoy en problemas.
Es una parte superior de la existencia en el Velo, donde todas las entidades intermedias van en busca de dirección o asignación o cualquier otra cosa. Yo sólo he estado en la parte en la que habitan otros Celestinas, y sólo se me permite ir cuando soy convocada. Como ahora. Convocación es una forma más agradable de decir que te han apartado de tus obligaciones porque tus superiores están cabreados contigo. Sí. He estado aquí antes. Sorprendente, ¿verdad? Es como ser llamado a la oficina del director. Excepto que da más miedo.
Me sacan del reino humano y, antes de que pueda murmurar una sarta de maldiciones por la sensación estomacal de volar a través del espacio y el tiempo, mi cuerpo es arrojado a un asiento en una sala brillantemente iluminada llena de otras Celestinas. Es como la consulta de un médico gigante, pero en lugar de hacernos un chequeo, nos ascienden, nos degradan, nos asignan tareas o nos despiden. Y la terminación para nosotros significa dejar de existir. Irse. El fin. Game Over. Un chasquido de dedos, así de simple.
Esa parte no está en el folleto. No, en serio. Había folletos cuando me inscribí por primera vez, con letra rosa feliz que hacía que ser Celestina sonara como el mejor trabajo que existe. El diablo está en la letra pequeña. Debería haberla leído toda antes de elegir esta ocupación para después de la muerte, en lugar de dejarme llevar por el romanticismo y un eslogan cursi: "Conviértete en Celestina: Difunde el amor, el sexo y el deseo".
¿Qué? Yo tenía cero años en la otra vida en ese momento. Y no es que fuera la única que cayó en la trampa, teniendo en cuenta el resto de las personas de pelo rosa y alas rojas que me rodeaban. Por supuesto, todos seguimos siendo incorpóreos, incluso aquí, así que no hay cambios. La única diferencia es que podemos oír y hablar entre nosotros. Y es la única vez que veo a otros Celestinas. Sorpresa, sorpresa, no somos muchos. Teniendo en cuenta a cuántos reinos tenemos que servir, es muy, muy, muy raro ver a otro Celestina cuando estás trabajando. Así que, por mucho que me asuste ser absorbido por Caelum, también es alucinante porque puedo ver a otros Celestinas y hablar con ellos. Es como una reunión de instituto en la que reconoces a todo el mundo pero no tienes ni idea de qué demonios hablar.
Dentro de la sala, hay una enorme zona de recepción con algunos de las Celestinas superiores sentadas detrás de un cristal, muy atareadas y con aspecto de estar muy ocupadas. De vez en cuando, un gran número se ilumina en la pared con magia para anunciar a la siguiente Celestina de la fila. Ahora mismo,2345 está en la pantalla. No va por orden numérico. Sólo por algún extraño sistema desconocido.
A mi derecha inmediata hay un Celestina de veintitantos años. Creo que yo tengo más o menos la misma edad. Sin poder ver mi reflejo, supongo que aparento entre veinte y treinta años. La única razón por la que pienso esto es porque la última vez que me trajeron aquí, esta otra Celestina me llamó —Guarra sexy—. Estoy bastante segura de que la despidieron después, pero el cumplido fue bonito. También estoy bastante segura de que de veinte a treinta es un rango de edad probable para "madura". A menos que sea un puma. Y seamos sinceros, ¿quién no quiere ser un puma?
De todos modos, el chico Celestina que está sentado a mi lado mira hacia la pared donde cuelga un enorme póster con el estúpido eslogan . Le oigo murmurar en voz baja.
—Un puto montón de mierda humeante, eso es—.
Me cae bien de inmediato. Me inclino para meterme más en su espacio personal.
—¡Ya lo sé! Te engañan haciéndote creer que todo es diversión, flechas y corazones, pero en el mundo real, ver el amor y el sexo empieza a ser una mierda—.
Me mira y asiente. —Dímelo a mí. Me tomaron el pelo—, dice con el acento más divertido que he oído nunca. —El superior me vendió como una bolsa de hielo a un lago seco. Me bebí toda esa mierda—.
—¿Cómo te escogieron?— Pregunto. Es tan agradable poder hablar con alguien. Casi vale la pena meterse en problemas. Han pasado años y años desde la última vez que me jalaron. Ni siquiera recuerdo cuánto tiempo hace. —Para mí, estaba convencida de que sería el trabajo más romántico de todos los reinos. Prácticamente salivaba de amor cuando me apunté—, admito. —No veía la hora de empezar—.
Enarca una ceja negra. Por alguna razón, nuestras cejas no son rosas como nuestro pelo. No tengo ni idea de por qué. Tampoco tengo ni idea de qué color son mis cejas, ni mis ojos. Problemas de Celestina.
—Me dijeron que tendría todo el sexo que quisiera, ¿no? Lo vendieron como una maldita porno. No me di cuenta de que no poder participar sería una especie de tortura. Soy un tipo viril, ¿entiendes? No estoy hecho para esta mierda célibe. Y los fantasmas son una verdadera lata. Malditos hijos de puta taciturnos—.
Asiento con seriedad. —Lo sé, hombre. Créeme, lo sé—.
Sacude la cabeza, maldiciendo en voz baja sobre lo penoso que es ser Celestina. Pero este tío es guapo. Labios carnosos, pestañas gruesas y rizadas, y unos pómulos para morirse. Además, su pelo rosa realza muy bien su bronceado. Me gustaría tener un bronceado. Mi piel es muy pálida. Pálida como un fantasma.