Evert me mira con una ceja arqueada. —No volverás, así que nos quedaremos aquí—. Sacudo la cabeza con decisión. —No. Nope. Uh uh. Tienes que irte—. —No pasa nada—, dice Evert, estirando las manos detrás de la cabeza y pareciendo tan cómoda como un gato en una cesta. —Vamos donde tú vas—. —¿Para que puedas espiar al espía? —. —Ya te lo he dicho, ya no creo que seas un espía. Nunca lo pensé, para ser honesto—. —Qué observador eres—. Me doy la vuelta y decido ignorarlos. Al final se cansarán de cuidarme, ¿no? Además, aún puedo hacer lo que he decidido, que es aprender a volar correctamente y fortalecer mis músculos. Ahora que me he quitado las ataduras antes de tiempo, puedo seguir con mis ejercicios. Me alejo de los chicos y camino por el bosque en busca del árbol perfecto. Rec