Capítulo 1: "Una nueva vida"
Narra Nerea:
Sonreí al ver mi habitación casi vacía, tenía al menos todo listo, bueno, no tenía todo listo, no sabré como estará Rocío. Mañana iba a cambiar todo, mi vida, mis estudios, me iba a separar de mi ciudad, de mi familia, de algunos amigos, pero eso no creo que me iba a importar tanto ya que iba a una aventura y nada menos que con Rocío, mi mejor amiga desde los siete años. Cosas nos unían como que nuestro sueño cumplido de ir a vivir a Londres juntas en un departamento y luego pasar cada tarde juntas. Todo ya estaba planeado, todo ya estaba listo, ya teníamos todo, lo único que faltaba era que sea el gran día. Mis pensamientos fueron interrumpidos por un bostezo largo, ya debía dormirme, o de seguro mañana no me levantaré. No sabría qué hacer en Londres, tenía una lista larga, primero el Tour por todo Londres, desde que he querido ir a Londres siempre quise ir a La Ruleta del Milenio, siempre quise subirme a esa ruleta y quedarme allí arriba, lo cual era casi una locura ya que le temía algo a las alturas, pero me gustaba lo extremo. Pero bueno, ya debía dormirme. Suspiré de nuevo con una sonrisa que de seguro más tarde harán que mis pómulos dolieran.
Me levanté por el sonido de la alarma. Me paré algo dormida de mi cama y fui directo a mi baño, el agua caía por mi cuerpo cálido, eso me relajaba y me sacaba un poco los nervios. Al salir envuelta con una toalla, busqué ropa y me vestí, un jeans color azul con una remera blanca, arriba una chaqueta de cuero y por ultimo mis convers negras. Me sequé el cabello y armé mis ondas, tenía el cabello con ondas muy definidas lo que amaba. Tenía un flequillo, lo acomodé a un costado, me puse color en las pestañas y lista, ya estaba lista para el viaje.
Baje corriendo las escaleras como de costumbre, mi madre no paraba con los cariños y con los abrazos, besos y suplicas para que no vaya a vivir a Londres, pero era mi sueño y ya estaba en camino. Tuvimos un desayuno que nunca olvidaré con toda mi familia, ya mis cosas ya estaban en su posición, solo faltaba que yo pudiera bajar mis maletas. Las lágrimas comenzaron a salir al recordar que iba a extrañar mucho este lugar, a mi vieja vida, eran lágrimas de felicidad. Con esos pensamientos bajé y pude ver que todas ya me esperaban abajo para viajar.
Narra Rocío:
Hoy era el gran día, hoy era el día en que Nerea y yo íbamos a cumplir nuestro sueño. Me miro por última vez en el espejo, acomodé mi cabello y me interrumpió mi teléfono al sonar, era un mensaje de Nerea diciéndome que ella ya estaba en camino hacia el aeropuerto. Sonreí y le contesté que yo ya iba en camino también. Bajé las escaleras ya que mis maletas estaban abajo, gracias a mi hermana mayor que nos ayudo a bajar todas. Subimos al auto, ya no podía contener mis risas tontas o sonrisas.
—Ro, es mejor que dejes de sonreír o te hará mal... —dijo mi hermana en tono de burla.
Le fulminé con la mirada y seguí con mi vista pegada a la ventana hasta que llegué al aeropuerto y la sonrisa volvió. Al bajar todos y bajar todas mis maletas, empezamos a buscar a Nerea y a su familia, hasta que los encontramos la madre de Nerea. La abrazaba como si fuera de que se le estaba por escapar en ese momento. Ella me vio, sonrió y se acercó a mí, las dos sonreímos y nos miramos con ternura sin creer de lo que estábamos por hacer en ese momento. Justo ahí, nuestras sonrisas eran enormes cuando una voz a través de un micrófono hizo sonar por todo el aeropuerto anunciando un vuelo a Londres, bueno era nuestro vuelo. Nerea se dio vuelta para poder despedirse una vez más de su familia que estaba detrás de ella, y la imité ya que la mía también estaba detrás de mí. Nos despedimos todos hasta que otra vez anunciaron nuestro vuelo. Tomamos nuestras maletas y nos dirigimos hacia la puerta del avión, pero antes miramos hacia atrás y todos nos saludan con la mano y con algunas lágrimas. Yo aguanté para no llorar, los ojos se me cristalizaron, Nerea solo sonreía para no llorar. Al entrar guardamos nuestras maletas y nos sentamos en nuestros respectivos asientos. Miramos por última vez Buenos Aires por la ventanilla del avión, la cual era ovalada. Íbamos a extrañar mucho el lugar.
No sabía si había dormido, solo sentía la música en mis oídos por mis auriculares. Nerea dormía como ángel, cuando una de las azafatas del avión nos ordenó que nos pusiéramos los cinturones porque ya íbamos a aterrizar en Londres. Sonreí y tomé mi cinturón y lo abroché, solo faltaba Nerea, moví su brazo pero aún no despertaba. La moví con mas fuerza hasta que abrió los ojos de golpe, estaba asustada. La tranquilicé y le ordené que se pusiera el cinturón, ella hizo lo que le dije, al rato ya estábamos saliendo por las puertas del avión para integrarnos y mezclarnos con más personas que había en el aeropuerto de Londres. Nos miramos y sonreímos como tontas enamoradas. Antes de viajar a Londres tuvimos que hacer una reservación en un hotel, el cual ya estábamos en camino. Entramos al hotel y un muchacho no muy joven nos indicó nuestra habitación, estábamos situadas en el décimo piso en la habitación 235. La vista que nos había tocado era estupenda, tenía una gran vista del Big Ben a los lejos, la habitación que nos había tocado era estupenda. Teníamos dos habitaciones, un baño, sala de estar, cocina, de todo. Era un gran hotel, una gran suite. Estuvimos toda la tarde ordenando nuestras cosas, bueno ya la mayoría ya que Nerea tomó una decisión en salir esta noche a un club a festejar de que habíamos llegado a Londres.
Ya eran las nueve de la noche y por fin habíamos terminado todo. Nerea ya había conseguido un club en el cual podíamos ir a festejar. Al terminar nos tuvimos que ir a arreglar, Nerea solo había traído dos vestidos de verano, lo cuales no daban con la ocasión. Nerea no era tan femenina, le gustaba el futbol, los videos juegos, pero también le gusta salir de compras pero no tanto. Vive usando jeans con sus convers negras, es algo que no tenemos en común. Saqué unos de mis vestidos y se lo di, era n***o el cual se ajustaba a su cuerpo perfectamente haciendo que su figura se notara más. Yo tomé un vestido color marrón con blanco algo parecido al de Nerea, luego llegó la hora del maquillaje, y ya luego tomamos un taxi al club el cual Nerea le había indicado al taxista. Entramos al club y ya eran las medianoche, el club estaba repleto de gente bailando y tomando alcohol. Nos juntamos más para no separarnos y batallamos para pasar por medio de las personas que bailaban en la pista de baile para llegar a la barra de tragos. Cuando estábamos allí, Nerea ordenó una cerveza para ella y yo ordené un Martini. Las dos la pasamos de lo mejor, ya de seguro era de madrugada. Yo seguía bailando en la pista de baile ya que Nerea se fue a pedir más tragos.
Narra Nerea:
Batallé para pasar por el medio de las personas solo para ir a buscar más tragos para mí y Rocío. Al llegar pedí lo de siempre, al tener los dos vasos en mi mano me di vuelta lo cual fue un error. Una persona pasó muy cerca de mí, haciendo que los dos vasos de alcohol cayeran por mi vestido, bueno por el vestido de Rocío. Estaba oscuro, las luces de colores que iban de aquí y para allá nublaban mi vista, la furia estaba por encima de mí.
—Perdóname, perdóname... —repetía la persona muy de seguido, bueno al escuchar mejor su voz era masculina.
— ¿Sabes que? Déjalo, ya esta arruinado... —dije con sarcasmo. Levanté la mirada y ¿con que me pude encontrar? Tenía unos hermosos ojos color verde que apenas podía notar por la escasa luz del club.— Déjalo, ya es tarde... —dije al reaccionar y despegar mi mirada de sus ojos, los cuales tuvieron unos segundos de conexión.
—Perdóname, si quieres te compro uno nuevo. ¿Quieres? —dijo el chico simulando ser alguien tan grande. El mundo se había caído. Lo miré seria.
—Déjalo, te he dicho, ahora lo has empeorado peor. —dije y corrí para ir de nuevo donde estaba Rocío.
Odiaba a las personas que se creían de gran poder, que se creían más que otras. Eso hizo cruzar la línea y haberme jodido la noche, busqué a Rocío por todos lados hasta que la encontré bailando. ¿Qué esta chica nunca se cansaba de bailar? Al parecer no, la tomé del brazo y le grité en el oído.
— ¿Nos podemos ir? Estoy algo mareada. —le grité, ya que la música estaba fuerte.
—Claro, claro... —dijo ella.
Salimos del club juntas, ella noto el olor a cerveza en mi vestido, me miró con intriga.
—No me preguntes nada, no estoy de buenas ya después te lo contaré. —dije sin mirarla y subiendo a un taxi.
Subimos al taxi y como dije ella me hizo caso, nadie dijo nada en el camino, yo intentaba limpiar el vestido, porque el olor era fuertísimo, el Martini con cerveza no combinaba para nada. Al llegar pagamos mitad y mitad al taxista como lo hacíamos siempre. Entramos y yo me dirigí al baño a tomar una ducha. Lavé el vestido ya luego de salir del baño, pero la mancha de la cerveza no salía, aunque era n***o el vestido se notaba que tenía algo puesto justo en el medio del vestido. Lo lavé con furia al recordar al chico. Tardé demasiado ya que Rocío dormía en el sillón con un tazón de palomitas, sonreí, apagué la televisión y tomé una manta y la tapé, para que yo luego pudiera ir a dormir. No tardé mucho en dormir, el sueño me comía por dentro.
El sonido de la alarma de Rocío sonó y sonó, hasta que tuve que levantarme y apagarla ya que ella no se levantaba. Fui a la sala y la levanté, ella seguía durmiendo en el sillón. Ella se levantó quejándose y se fue al baño a tomar una ducha mientras que yo preparaba un poco de café, para que nos mantenga más despiertas. Así estuvimos toda la tarde, desayunamos por primera vez en Londres en el balcón mientras que veíamos la ciudad. Al terminar nos vestimos con ropa cómoda ya que estaba de verano en Londres y nos pusimos unos shorts, para luego salir a hacer el tour por la ciudad. Salimos con mapas, cámaras y más cosas, para el tour habíamos visto todo, el Big Ben, hasta que yo me sentí algo mareada.
Narra Rocío:
Estábamos caminando por las veredas de Londres mirando cada esquina, hasta que Nerea se sintió algo mareada. Le pregunté si estaba bien, ella asintió y me sonrió. Seguimos caminando, estábamos cruzando una calle cuando Nerea se tambaleó un poco, la sujeté antes de que callera al suelo, la ayudé y caminamos hasta el otro lado.
— ¿Estás bien? Nerea. —le pregunté preocupada.
—Sí, sí... -se tambaleó.— No, no, no estoy bien...
—Est.... -no terminé de hablar ya que caí al suelo, junto con Nerea.
Alguien nos había empujado, o más bien, nos había chocado.