El día comenzó gris, amenazaba con llover, aunque aún no llegaba la temporada de lluvias, el mal tiempo se debía a la onda tropical que se acercaba al continente y amenazaba con anegar con turbulentas aguas las calles de la ciudad de Melbourne. En la oficina de Sebastián ya la tormenta se había desatado y prometía arrasar con todo lo que estuviera en su paso. Esta inició cuando la mujer que tenía frente a él temblaba de la ira después de leer aquel documento que su abogado le redacto con ayuda de su hermano menor. El rostro de Audi estaba tan rojo de la ira que parecía que iba a echar humo por los oídos, en su rostro se manifestaba la tormenta de rabia que crecía con tal intensidad poco a poco dentro de ella. —¡Estás loco! — gritó fuera de control— ¿Cómo fuiste capaz de aceptar algo as