Adiel arremetía con fuerza aquellas caderas. —Muévete mi reina— dijo excitado. —Oh— gimió la amante de turno en aquella frívola habitación. El sonido del timbre del teléfono es incansable y él no lograba mantener la concentración. — ¡Maldito aparato! — blasfemó al momento de salirse de la mujer y retirar el condón con furia— hasta las ganas se me quitaron. Salió de la cama y se dirigió a donde se localizaba el teléfono. — «Voy a insultar al maldito que me interrumpió»— pensaba furioso el hombre. Dejó a una hermosa mujer con el deseo frustrado escrito en la cara sin importarle. —Adiel, cariño— le rogo la desdichada. Al llegar a la pequeña sala tomo el teléfono dispuesto a gritar hasta cansarse. —Adiel… —dijo ella al escucharlo contestar— vamos adelantar nuestros planes. —Audi