CAPÍTULO VIKARINA entró en el vestíbulo, muy iluminado.
Sintió un repentino acceso de desilusión. Había pasado el poco tiempo que había estado sola con el conde, discutiendo con él, en lugar de hacer un intercambio amable de comentarios.
Lo miró. Se veía muy apuesto en su chaqueta de noche, de satén, los pantalones a la rodilla y su corbata, hecha con meticulosidad, en la que centelleaba un enorme brillante.
Dio un paso hacia él, dispuesta a pedirle disculpas y a tratar de arrancarle de nuevo una sonrisa o una frase amable.
Entonces, antes que pudiera hablar, lo oyó decir a Newman:
—¡Detengan el carruaje… voy a salir otra vez!
Volvería al lado de Lady Sibley, pensó ella. Sin mirarlo ya, hizo una profunda reverencia.
—Buenas noches, milord— dijo con voz ahogada y subió la escalera si
