El rostro del Conde se oscureció con rabia al recordar la rapidez con que tenía que actuar. —Por eso es que estoy sugiriendo… sólo sugiriendo— continuó Karina—, que yo podría convenirle como esposa. Como ve, me gustaría casarme con Su Señoría. Es usted muy apuesto, muy elegante, y ciertamente hace mejor el amor que cualquiera de los otros caballeros que he visto con Lady… Se detuvo de pronto y añadió a toda prisa: —Quiero decir… algunos hombres adquieren expresión y actitudes de tonto, cuando se enamoran. —Me alegro que apruebe usted mi comportamiento— dijo el Conde con sarcasmo. —Supongo que su señoría piensa que soy impertinente— dijo Karina—. Y, por supuesto, cómo haga usted el amor no tendría importancia, por lo que a mí se refiere, porque sólo tengo que ser una esposa complacient