LUKAS
Miré a Samantha con frialdad. ¿Qué rayos le pasa a esta mujer? Está poniendo a prueba mi paciencia y sabe lo irascible que soy. Pero en serio, no tengo tiempo para dramas.
—Escucha, Samantha. No tenemos tiempo para esto —dije, agarrando la cintura de Sarahí y dándome la vuelta de nuevo.
—Que sepas que Lukas no quiere a una adolescente como esposa. Nunca tomará vuestro matrimonio en serio —dijo mientras nos alejábamos.
Puse los ojos en blanco y luego nos acercamos a la mesa. Le acerqué una silla a Sarahí y ella se sentó en silencio, sumida en sus pensamientos. Esa mujer sólo tenía que arruinar la noche con su presencia.
Sacudí la cabeza y volví la mirada hacia Sarahí. Podía sentir los ojos de muchos imbéciles sobre ella. Quería matarlos a todos. Aunque no puedo culparlos. Es preciosa. Su largo pelo n***o, sus ojos grises oscuros, sus labios carnosos, su cuerpo perfecto. Me gusta que no sea delgada como las modelos. Tiene un cuerpo perfecto, con curvas en el lugar adecuado, la figura perfecta de un reloj de arena, y parece que hace mucho ejercicio. Es impresionante. Pero que se jodan todos porque ella es mía. No me gusta cómo la miran. ¿No pueden concentrarse en sus citas? Y ella ni siquiera lo nota. Lo que me vuelve completamente loco. ¿Qué demonios me pasa? Nunca he sido tan posesivo y celoso. Ni siquiera con Samantha. La miré suspirando. ¿Qué me está haciendo?
*
SARAHÍ
El evento había terminado, así que estábamos en el coche de vuelta a casa. Yo seguía pensando en la exmujer de Lukas. Llevaban casados cinco años. ¿Por qué ya no están juntos? ¿Fue también un matrimonio concertado? ¿La sigue queriendo Lukas? Tantas preguntas en mi mente ahora mismo.
—¿En qué estás pensando? Espero que no en Samantha —dijo Lukas mirándome.
Así que se llama Samantha. Suspiré y bajé la mirada. Él suspiró antes de ponerme la mano en la mejilla y girar la cabeza para encontrarme con su mirada.
—No creas nada de lo que dice. Llevamos años casados, pero ella no sabe nada de mí —me dijo mirándome a los ojos.
—¿Por qué ya no están juntos? —pregunté.
—Me ha estado engañando durante dos años. Ella quería el divorcio para poder irse con este tipo. Luego se quedó embarazada y él la dejó. Entonces ella volvió a mí alegando que era mi bebé. Por supuesto que no lo era, así que abortó —terminó mientras mis ojos se abrían de par en par.
Se limitó a sonreír.
—Pero ya no estoy preocupado por ella —dijo. —Lo único que ha estado en mi mente en los últimos días eres tú —dijo mirándome a los ojos, haciendo que me sonrojara mientras bajaba la cabeza.
En cuestión de segundos, levantó mi cabeza y estrelló sus labios contra los míos. Al principio me sorprendió y no reaccioné hasta que sentí que me agarraba por los costados. Jadeé y empecé a devolverle el beso. Las mariposas irrumpieron en mi estómago. ¿Qué me pasa? No quería, pero se sentía tan bien. Tiró aún más cerca de mi cintura y pidió entrada. Pronto nuestras lenguas lucharon por el dominio. Sentí que me levantaba el vestido. Su mano estaba ahora en mi muslo mientras me tiraba en su regazo. Empezó a besarme el cuello. Un gemido escapó de mi boca y fue entonces cuando volví a la realidad. Lo aparté lentamente y empecé a sonrojarme. ¿Qué había pasado?
Intenté bajarme de su regazo, pero no me dejó.
—¿Dónde crees que vas? No he terminado aquí —dijo, haciendo que me sonrojara más. ¿Está tratando de matarme o algo así? Justo entonces el coche se detuvo. Gracias a Dios, estoy en casa.
—Umh, Lukas. Estamos en mi casa —dije aún sonrojada.
—¿Tienes planes para mañana? —preguntó, ignorando mi afirmación.
—La verdad es que no. Pensaba ir a correr al cañón —dije, tratando de salir de su regazo de nuevo, pero él todavía no me dejaba.
—¿Sueles ir allí? —preguntó levantando una ceja.
—Sí. Dos o tres veces por semana. Me encanta —dije mirándome.
—Bueno. Suelo ir allí también. Te estaré esperando allí a las ocho. Le diré a mi chofer que te recoja —dijo, picoteando mis labios.
Levanté la ceja y asentí con la cabeza, bajando del coche. Entré en mi casa y me di cuenta de algo.
¡Me besó! Empecé a gritar y a saltar. Corrí a mi habitación sonriendo como una idiota.
Bueno, alguien está teniendo un flechazo.
El anillo de compromiso de Sarahí a un lado.
*
*
*
Gemí al oír sonar la alarma.
Siempre me ha gustado correr por la mañana temprano, aunque solo cuando estoy de humor. A veces no hay nada más difícil que salir de la cama.
Pero el chofer de Lukas me recogería a las siete y media.
Fui al cuarto de baño, me duché, me puse los pantalones cortos de correr, un sujetador deportivo n***o debajo de la camiseta de tirantes, y me calcé las zapatillas. Me miré en el espejo y me recogí el pelo en una coleta. No soy una persona súper delgada, pero siempre he tenido confianza en mi cuerpo.
Fui a la cocina, rápidamente me comí una manzana y corrí hacia la puerta antes de que Rona tuviera la oportunidad de gritarme que comiera. Cerré la puerta de golpe y corrí hacia el coche, riendo al oírla gritar. Pude ver al conductor de Lukas mirándome con cara divertida. Le sonreí antes de subir al coche y él cerró la puerta. Arrancó el coche y saqué mi teléfono. Vi una foto tonta que me envió Hannah y me reí un poco de ella.
—¿Sabe, señora? El jefe es una persona totalmente diferente a su lado —dijo Mike mirándome por el retrovisor y sonriendo. Me miró confuso—. Nunca le había visto sonreír antes de que usted entrara en su vida. Ni siquiera sabía que era posible —dijo bromeando.
Me reí un poco.
—Pues ni siquiera creo que sea bueno para él tener siempre esa expresión seria y fría en la cara —le dije sonriéndole—. Pero por favor, llámame Sarahí. No eres tan mayor que yo y me hace sentir vieja —le dije.
Justo llegábamos y Mike aparcaba el coche. La puerta se abrió y salí para encontrarme con un Lukas sin camiseta que me devolvía la mirada.
Oh.
Le miré mordiéndome inconscientemente el labio inferior. Recordé el beso de ayer. Me sonrojé y bajé la mirada.
—Hola —dije en voz baja, esperando que me oyera.
—Hola —dijo agarrándome de la cintura y acercándome a él mientras cerraba la puerta del coche. Le miré de nuevo—. ¿Por qué eres tan tímida de repente? —dijo sonriéndome—. ¿En qué estabas pensando para sonrojarte así? —dijo plantando besos en mi cuello y mi hombro, luego de vuelta a mi cuello. Me mordí el labio inferior para no gemir.
Le empujé ligeramente.
—Lukas, para. Estamos en público —dije mirando a nuestro alrededor.
—Prefieres hacerlo cuando estamos solos —dijo mirándome con una ceja levantada y sonriendo satisfecho. Le puse cara de enfado y se rió de mí—. De acuerdo. Vámonos —me dijo.
*
—De acuerdo. Basta ya. Eres mala —dije haciendo pucheros.
—Pero estás loco y lo sabes. Si intentas matarme, te llevaré al instituto mental más lejano —dijo pellizcándome la mejilla. Le di una bofetada mientras se reía—. De acuerdo, déjame coger mi teléfono en el otro coche —dijo mientras se dirigía al coche n***o.
—¿Y se ríe? —dijo una voz. Me di la vuelta para ver a Mike sonriéndome—. ¿Qué le estás haciendo? —dijo mientras me reía en su cara.
—¿Qué es tan gracioso? —dijo Lukas acercándose a nosotros y mirando con dificultad a Mike que estaba al otro lado del coche. La sonrisa de Mike desapareció ante la dura mirada de Lukas sobre él. Si un día Lukas me mirara así, me moriría inmediatamente.
—Nada especial. Venga, vámonos —dije empujándolo en el coche mientras me subía yo también. Mike subió rápidamente al coche también y arrancó el coche.
—¿Dónde... s...señor? —Mike dijo nervioso.
—A mi casa —dijo Lukas fríamente a este pobre tipo.
—¿No me vas a dejar en mi casa? —le dije.
—No, le pedí a Rona que te llevara ropa para el día —dijo fríamente sin mirarme. Le miré confundida pero ignoró mi mirada.
Nos detuvimos ante unas grandes puertas un par de minutos después. Se abrieron y pronto aparcamos delante de una gran mansión. Era un poco más grande que la nuestra. Era muy elegante.
Entramos en silencio y cerró la puerta tras de sí.
—Sígueme —dijo caminando hacia las escaleras. Entramos en un dormitorio donde pude ver ropa y otras cosas que me pertenecían en la cama.
—¿Cuándo te has acercado tanto a mi chófer? —dijo Lukas cerrando la puerta detrás de él y mirándome con la mandíbula apretada.
—¿Cuál es tu problema? ¿Eres bipolar o algo así? —dije poniendo los ojos en blanco.
—Aparte de decirle dónde quieres ir, no quiero que hables con él —dijo mientras sus ojos se volvían más oscuros.
—¿Quién te crees que eres? No me des órdenes así. Puedo hablar con quien quiera —dije enfadándome yo también. ¿Quién se cree que es? Él solo se rió tenebrosamente de mí.
—Voy a dejar las cosas claras —dijo caminando lentamente hacia mí mientras yo retrocedía unos pasos—. Todo esto tal vez fue arreglado.
Mi espalda chocó contra la pared mientras él se acercaba aún más.
—Pero ahora eres mía. Solo mía. Eres MI esposa. No hay escapatoria. Me perteneces —me siseó al oído. Me estremecí cuando me miró con su fría mirada. El corazón me latía muy deprisa. Luego me besó los labios antes de salir de la habitación dejándome allí.
¿Qué rayos acaba de pasar?