El martes llegó más rápido de lo que esperé. Las chicas aceptaron trabajar con nosotras mientras que las demás eran liberadas poco a poco. No queríamos llamar la atención de nadie y a la vez no queríamos dejaras a su suerte estando enfermas y desprotegidas por lo que procedimos a contactar a las familias de algunas y a entidades especiales de apoyo a las mujeres con otras. Era un arduo trabajo que valía la pena y montada en el avión con destino a Italia me sentía nerviosa y por primera vez en mucho tiempo, aterrada. El tío André tuvo razón, lo mejor que pudimos hacer fue llamar al padre de Rumina Posgrov. Aunque fue un poco difícil controlarla cuando tuvo un arma contra su garganta empezó a comportarse. Rumina le dijo que todos estaban bien y que había decidido ir a una isla privada para