Dormí como nunca y me desperté demasiado tarde para mi gusto. Eran las doce del mediodía y ya estaba peinando mi cabello cuando mamá asomó la cabeza en la puerta muy lentamente. -Rayos, Xariann, creí que aún dormías- se quejó y me reí- Hija, ¿Por qué no descansas un poco más? Estuviste fuera toda la noche y antes de eso llevas días sin descansar del todo. -Gracias, mamá- acepté el café que me tendía- Pero no puedo. Debo hablar con las chicas, apresurarnos. Tenemos hasta el martes- le recordé y suspiró. -Pero es viernes- asentí. -Y por eso debo tener todo listo desde ya- bufó. -Hablas como tu padre- sonó a reclamo y queja a la vez. No pude evitar reírme. -Pues gracias a Dios que no me parezco al lechero, ¿No lo crees?- bromeé tomando mi arma y poniéndola en mi cintura. -Ja, ja, muy g