-Feliz cumpleaños, señor Rossi- parpadeé un poco al escuchar a Likia. El cumpleañero bajó los escalones y sonriente caminó hacia ella, parecía estudiarla.
-Vaya muñecas las que envió Rumina para mí esta vez- comentó haciendo reír a sus lamebotas. Su mano viajó a la barbilla de Likia alzandola- ¿Cuál es tu nombre, bellezza?
-Soy Lucía- dijo ella sonriendo y bajé la mirada al suelo.
-Lucía, qué hermosa Lucía- caminó detrás de ella y escuché la fuerte nalgada que le propinó. La pelinegra debía estar a punto de envenenarse si es que mordía por un segundo su lengua de la indignación que debía llevar por dentro. A menos que su lado sumiso hubiese salido a flote y se le abriera de piernas consensualmente al gran padrote de la mafia que no parecía llegar a los treinta años- ¿Y tú, la mia pelle
