Franco seguía pensando en la historia que le contó Ricardo, tumbado en la cama en plena noche.
Mientras escuchaba, miraba fijamente el sexo que tenía delante, asombrado cuando el hombre que se follaba a su hija hizo un gesto a los demás para que se acercaran. Sus miradas sólo le hacían empujar más rápido, más fuerte, como si de algún modo pudiera dejarla aún más embarazada con el enorme creampie que le metía en el coño. Como una diosa de la fertilidad, la chica se puso de rodillas, con el semen de su padre babeando por sus piernas, y dio la bienvenida a las caricias de los mirones. Acariciaron su vientre redondo, lo escarcharon con sus cargas calientes, y ella gimió aún más de lo que lo había hecho con una polla golpeando su coño.
Franco salió de la piscina y se dirigió directamente al camarote, donde había pasado el resto del día afinando cosas para la cacareada reunión con Alberto, con la polla palpitando, ignorada, en su regazo. Parecía una locura que su carrera pudiera revivir por estar en este crucero. Inmoral, incluso. Pero sería un tonto si al menos no siguiera el juego, aunque sólo fuera para hablar con su jefe y averiguar por fin por qué Katherine y él habían sido invitados a esas vacaciones.
Cuando ella regresó, la excitación de Franco se había disipado, aunque vio que no ocurría lo mismo con ella. Ella escuchó las noticias sobre la reunión con interés, pero él notó el rubor en sus mejillas, la chispa en sus ojos, la forma en que se frotaba los muslos. No era de extrañar: era joven y el ambiente a bordo estaba cargado de sexo, ahora más que nunca. Era casi imposible dar dos pasos fuera de su habitación sin ver algún tipo de acto público de libertinaje incestuoso. Incluso sabiendo lo moralmente corrupto que era todo, el tabú era innegablemente excitante.
No debería haberse sorprendido cuando Katherine empezó a masturbarse.
Estaba claro que creía que su padre dormía. Hacía horas que se habían acostado, y el hecho de no tener nada que hacer le había hecho repetir una y otra vez la historia de Ricardo sobre la seducción de Camila. De hecho, había cambiado algunos detalles de la historia y la había incluido en su paquete de presentación para Alberto, y estaba pensando si realmente lo llevaría a cabo por la mañana cuando sorprendió a Katherine quitándose el camisón.
Franco podría haber tosido, o incluso haber hablado para hacerle saber que estaba despierto. En lugar de eso, se quedó muy quieto, escuchó su respiración acelerada y sintió cómo temblaba el colchón. Ella intentaba ser discreta. Tumbada boca arriba, puso una mano entre el pecho y la cama para juguetear con sus jóvenes tetas, retorcer y pellizcar sus sonrojados pezones hasta convertirlos en picos sensibles. Deslizó la otra mano entre sus piernas, frotando su somnoliento clítoris hasta que sus labios se humedecieron, y luego introdujo los dedos en su interior con un silencioso chirrido. Franco permaneció inmóvil mientras su hija le acariciaba la mano, presionando con fuerza el talón de la palma contra el montículo con cada embestida hasta que ella soltó un pequeño gemido de clímax. Habría sido tan fácil estirar la mano y acariciar su coño necesitado.
El colchón se movió cuando Katherine se levantó y se escabulló silenciosamente hacia el cuarto de baño. Cuando oyó que la ducha empezaba a correr, Franco bajó las sábanas de una patada y se bajó los bóxers lo suficiente para dejar al descubierto su polla dolorosamente dura. Apuntaba hacia arriba, hacia su cara, temblando con cada fuerte palpitación. Vio cómo una perla de liquido pre seminal rezumaba por el orificio, goteaba en una gruesa hebra y se encharcaba en su estómago. Luego, otra.
Debería haberse masturbado antes. Si lo intentaba ahora, sólo sería capaz de imaginarse las imágenes, los sonidos y el olor de su propia hija. No deseaba otra cosa que envolver su dolorida polla con la mano y liberar días de frustración contenida... bueno, nada más, excepto inclinarse sobre Katherine, abrirle el coñito y dejar que engullera su gorda polla de padre.
Con manos temblorosas, Franco volvió a subirse los calzoncillos.
Sólo dos días más...
Sólo dos días más.