Capitulo 15

2572 Words
Ricardo se había resistido en acosar a su hija en las situaciones más difíciles, desde quedarse a solas con ella mientras se exhibía hasta tener los labios pegados a su dulce coño joven. Sin embargo, el punto de ruptura llegó de una forma mucho más inocua. Por una vez, él era el primero en llegar a casa, ya que había cerrado una cuenta importante antes de tiempo y se había tomado el resto del día libre. Así que cuando Camila soltó un chillido alegre desde el vestíbulo, él fue a investigar. —Pareces contenta—, dijo él al doblar la esquina y verla quitarse los zapatos con una amplia sonrisa. —Papá—, gritó, sacando de su mochila un boletín de notas. Mira mis notas. Ricardo abrió el cuadernillo, esperando que volviera a su buen rendimiento habitual, y parpadeó al ver un promedio perfecto. No sólo se había superado a sí misma, sino que había enterrado positivamente sus logros pasados. —¡Cariño! ¡Es increíble! Sabía que podías hacerlo. Espera a que tu madre lo vea. Con la emoción, por una vez el sexo no estaba en su mente, y cerró la brecha para tomar a Camila en sus brazos y darle un abrazo de oso... excepto que ella se le adelantó. Por primera vez, se abalanzó sobre él y besó a su padre en los labios, una y otra vez, respondiendo a cada beso con uno propio. Ricardo gimió en su boca, apretando su pequeño cuerpo contra el suyo y metiéndole la lengua en la boca. Algo en la sorpresa, en la excitación, en la iniciativa de ella, encendió un verdadero fuego en su interior, le impulsó a sentirla cerca e intercambiar saliva con ella. A diferencia de su timidez habitual, Camila no dudó. Cuando su padre se echó hacia atrás con la lengua medio fuera de la boca, ella sacó la suya para lamérsela, y las lenguas resbaladizas llenaron el vestíbulo con los ruidos lascivos de sus besos. Hicieron una pausa para respirar y Camila gimió. —Me siento mareada otra vez. —¿Sí?—, susurró Ricardo. —¿Tu pequeño clítoris se siente raro, cariño? —Um... si. ¿Como es que...? Gritó cuando él la llevó en brazos y la hizo subir las escaleras. Su orgullo paternal había quedado completamente anulado por su atrevimiento, por cómo su instinto de complacer a su hombre la hacía saber cómo hacer bailar su lengua contra la de él. En su habitación y la de su esposa, Ricardo arrojó a su chica sobre la cama con facilidad, y apenas le dio tiempo a darse cuenta de lo que ocurría antes de que él estuviera encima de ella, agarrándola de la blusa y abriéndola de un tirón para dejar al descubierto su cuerpo perfecto, con las pequeñas tetas desnudas sacudiéndose por la fuerza de sus movimientos. Le siguió el pantalón corto y, dada su tendencia a no llevar nada debajo, quedó completamente desnuda y atónita. —Eres tan hermosa, cariño. —Gracias, papi—. Dios, cada dirección era una sacudida en su polla. —¿Estás... estás comprobando nuestro progreso? —Ya has pasado ese punto—. Le manoseó el exterior blandito del coño, deleitándose con su suavidad, y le metió dos dedos en el agujero con facilidad. —Los has cogido muy rápido, mi cielo. Qué bien. —¿Sí? Ricardo apartó la mano de ella y gruñó de pura lujuria cuando separó los dedos y vio que gruesos hilos de los jugos de su hija se extendían entre ellos. Había planeado dedicar un día entero a prepararse para follársela por primera vez. Tal vez encontrar la manera de que se sentara en su regazo, acostumbrarse poco a poco a la sensación de su polla tiesa entre las piernas. Pero con sólo unos besos enérgicos, Camila había puesto en marcha algo que él no podría detener. Le miró la entrepierna mientras él se quitaba los pantalones, maravillada por su erección furiosa y el abundante goteo de semen. —Estas duro —Sí, cariño—. Se arrodilló entre sus piernas y las dobló hacia atrás para mostrarle su hinchado coño. Llevaba semanas deleitándose con él, pero este ángulo era diferente, lleno de promesas. —Mierda, es precioso Le golpeó los labios con su gorda polla, pasándola de un lado a otro por su mullido montículo. Era su padre. La había hecho sentir un cosquilleo, y ella se había tocado por la noche pensando en todas las cosas que hacían cada día, pero la familia no hacía cosas pervertidas. No podía ser lo que parecía, a pesar de lo que le decían todos sus sentidos. Aun así, tenía que hablar: —Papá—, murmuró Camila, —esto parece... se siente como... sexo. —Sí, cariño. Y empujó su polla tiesa dentro del cálido y cremoso coño de su hija. —Mierda—, gimió Ricardo. No tuvo tiempo de saborear la primera penetración, apenas de ver cómo lo envolvían sus pliegues, estaba demasiado excitado. En cuanto su polla estuvo abrazada por todas partes, empezó a follar, y se sorprendió de que no hubiera resistencia, ninguna dificultad. Camila estaba apretada, pero tan mojada, tan acogedora. Como si la hubiera criado para esto. Un coño hecho a medida. Pensó que Camila podría hacer más preguntas, airear su confusión, pero ser estirada por su amado padre parecía haber provocado un cortocircuito en su cuidadosamente elaborada realidad. Se quedó tumbada, con la boca abierta y jadeando con cada rápido empujón... hasta que... —Mamá—, respiró. Allí estaba Inés, en la puerta abierta, con la bolsa de una tienda de ropa de lujo en la mano. Ricardo ni siquiera pudo parar al verla, hablando mientras seguía penetrando la dulce rajita de su hijita: —Lo siento, Inés, no podía esperar. Quería follarla —¿Qué ha hecho?—, preguntó Inés. Dejó la bolsa en el pasillo y caminó alrededor de la cama, observando su incestuoso apareamiento. —Me besó—, dijo él, dándose cuenta de lo absurdo que sonaba teniendo en cuenta todo lo que había hecho hasta entonces. —¿No es así, cariño? —Si—, jadeó Camila. —Me hizo... me hace sentir tan bien cuando la lengua de papi tocó la mía, y estaba tan feliz que quería... —No pasa nada, mi amor—, arrulló Inés. Dejó caer las bragas al suelo y se sentó con las piernas abiertas, frotándose. —Ricardo. Cuéntame cómo se siente. —No hay nada como follarte el coño de tu hija, gruñó. —Es divino. —¿Entraste sin mas? Sus pelotas se tensaron y sus embestidas se volvieron erráticas. —Lo hice. Lo he hecho. Lo siento, Camila, cariño... voy a ponerte un bebé dentro. —¿En mí? Pero tú eres mi padre. Ricardo apoyó las piernas en el lateral del colchón y ralentizó su frenético ritmo para penetrar profundamente, apenas retrocediendo, sólo meciéndose dentro de su pequeña para alcanzar el clímax. —Así es. Vas a cargar a tu hermanito, hermanita. Dios... —¿Puedo hacerlo? —Si. Si . Se armó de valor y disparó su primera y poderosa cuerda en el vientre fértil de su hija, luego se la folló sin prisas durante el resto de su orgasmo, con la gruesa polla palpitando salvajemente para vaciar dentro de aquel coño estrecho y perfecto. Con un gemido gutural, se desplomó sobre el cuerpo tembloroso de Camila. Lanzó besos sobre sus labios, su cara, su cuello, hasta que sintió la mano firme de su mujer que lo hacía rodar para arrastrarse hasta la cabecera de la cama con su hija. Inés abrazó a Camila y le pasó los dedos por el pelo y la espalda. —¿Cómo te encuentras, cariño? ¿Te ha dolido? —No, nada—, murmuró Camila. —Yo... Pensé que las cosas que hacíamos no eran sexuales. Que eran naturales. —Lo son, y esto también. Tu padre tiene derecho a tu coño, mi amor. —Sí—. Camila se frotó los muslos, con la leche de Ricardo chorreando. —Se sentía... todo lo que hemos estado haciendo, los masajes, papá chupándome los pezones y el clítoris, y esto... ¿está bien que se sintiera tan bien? —No estaría bien que no fuera así—. Inés se sentó contra las almohadas y colocó la espalda de su hija contra su amplio pecho, trazando círculos sobre su vientre plano. —Te hizo correrte durante las sesiones, ¿verdad? —Sí. No creo que te hayas corrido hoy todavía. Su mano bajó entre las piernas de su hija, recogiendo un poco del semen de su marido para lubricar sus dedos. —Tu padre se ha dejado llevar demasiado y no se ha centrado en ti como debería. Es muy travieso por su parte. Ricardo soltó una risita, sintiendo que parte de su sangre empezaba a fluir de nuevo hacia su polla, y rápido. Inés manoseó las tetas de Camila con una mano y empezó a frotarle el clítoris con la otra. Sus dedos se hundieron en el coño de su hija, metiéndole los dedos con un único objetivo: acercarla al orgasmo. —Oh, mamá... mami...— murmuró Camila. —Asegurémonos de que todo el semen de tu padre se quede dentro—, susurró Inés al oído de su hija, mordisqueando el lóbulo. —Queremos que se corra, ¿verdad? —¿De verdad... puedo tener el bebé de papá?—, jadeó, retorciéndose bajo las caricias de su madre. —¿Nuestro bebé? —Claro que puedes, cariño. Estaremos a tu lado en todo momento. ¿No te gustaría? ¿Llevar a su nieto?— Inés se rio y besó la mejilla de Camila. —Mira. Creo que quiere llenarte un poco más para aumentar tus posibilidades. Con los ojos entornados, Camila miró a Ricardo y vio el renovado vigor entre sus piernas. El —chica con chica— le excitaba en los mejores momentos. Ver a su hermosa esposa follar con los dedos a su preciosa hija y seducirla para que le encantara la idea de quedarse embarazada era un lujo, y aunque acababa de correrse, su polla estaba casi de nuevo completamente dura. Inés apartó la mano del coño de su hija y la llevó hasta el regazo de Ricardo. Inés rodeó con los dedos la polla de Ricardo y le dio unas cuantas caricias alentadoras, luego se inclinó para hacerle una hábil garganta profunda. Ricardo gimió, levantando las caderas para encontrarse con la boca de su mujer, y dejó escapar un suspiro tembloroso cuando ella se retiró para lamerle todo el tronco. —Ayúdame—, le dijo Inés a Camila, que observaba cómo su madre chupaba metódicamente una polla. Quieres que tu padre vuelva a taladrarte, ¿verdad? Camila pareció pensárselo un momento, acariciando distraídamente a su necesitado coño. Se acercó a gatas y bajó la cabeza para ayudar a su padre a volver a lamerle la polla, mezclando su lengua con la de su madre la mayoría de las veces. Ricardo acurrucó a Camila y la besó por toda la cara y el cuello. —Siento haberme dejado llevar, cariño. Eres tan sexy, y he querido follarte durante meses. —¿Meses? Camila chilló, dejando que le chupara el cuello. —Sólo hemos estado haciendo los... los masajes durante semanas. —No quiere decir años para no asustarte—, dijo Inés con una sonrisa burlona. —Eres perfecta, mi amor. Camila se estremeció, dejando que su padre acariciara sus jóvenes tetas y su empapado coño. Se encontró con la mirada de su mujer y, en silencio, aceptaron sus papeles. Ricardo guio a Camila para que se tumbara y volvió a introducir la polla en sus sensibles labios. Su túnel era celestial, suplicante de más inseminación, y él se apresuró a empezar a martillear a un ritmo frenético. Inés los observó con expresión encantada, como si los estuviera viendo jugar a juegos de mesa, antes de inclinarse más cerca para bendecir su unión prodigando atenciones al clítoris de su hija. —Oh, papá...— gimió Camila, —mamá... Inés abrazó a su hija y se colocó debajo de ella, Ricardo arando a Camila todo el tiempo, de modo que madre e hija pudieran estar cara a cara, los clítoris rechinando entre sí con cada embestida de los dedos de los pies. —Nunca pensé que m-mi primera vez -podría ser así . —¿No es divino? ronroneó Inés. —Te queremos mucho, cariño. —Yo también te quiero, mami—, dijo Camila con un tono de voz cada vez más agudo, con la tribulación acelerada y resbaladiza por su excitación y el semen de su padre. —¡Papá! Un chillido entrecortado escapó de su garganta. Ricardo la vio hundir la cara entre las ubres de su madre, sacudida por un temblor de todo el cuerpo, y sintió cómo su coño de caramelo se convulsionaba a su alrededor en un potente orgasmo. Era como la forma que tenía la naturaleza de ordeñarle y, con un suspiro, la obedeció, soltando una segunda carga de potente semen de padre para impregnar a su querida hijita. Con un sonido entrecortado, él salió de ella, completamente exhausto. Inés se aferraba con fuerza, besando a Camila durante el clímax explosivo. Ricardo observó cómo sus chicas favoritas se chupaban la lengua y se dio cuenta de que era el día más feliz de su vida. *** Si antes pensaban que estaban obsesionados con sus encuentros, aún no habían visto nada. Resultó que el periodo de luna de miel entre una hija y sus padres duraba mucho más de lo que nadie podía predecir, y todos volvían corriendo del trabajo para sentir la piel desnuda del otro. A veces se limitaban a las caricias o al sexo oral, y un par de veces probaron el anal, pero la mayoría de las veces, la ansiosa polla de Ricardo se introducía en el coño de Camila, porque nada le excitaba tanto como penetrarla profundamente. Con todo el vigoroso esperma inundándola casi a diario, no tardó en suceder lo inevitable. Ricardo ya encontraba a Camila insoportablemente sexy, pero ver su esbelto vientre hincharse con el fruto de su lujurioso amor le volvía loco. Con su esbelta figura, era bastante fácil disimular el embarazo en clases y en público, aunque en casa apenas llevaba ropa, deleitándose en exponer sus curvas maternales a sus padres. Ricardo la acompañaba a las citas con el médico, haciéndose pasar por el padre comprensivo de una adolescente que había tenido un desliz, y luego jugaba con su coño empapado en el trayecto de vuelta a casa. Después, Ricardo la abrazó, frotando suavemente su vientre distendido, sus doloridas y crecientes tetas. Camila soltó una risita. —Es gracioso como esto empezó contigo masajeando mis tetas para hacerlas crecer. Ahora, realmente las has hecho enormes. —Las grandes y lechosas tetas de mi hija—. suspiró Ricardo. No podía creer lo radicalmente que habían cambiado sus vidas en menos de un año. Por suerte, Camila daría a luz durante las vacaciones de verano. Acababan de saber que iba a ser una niña. Inés y él se harían cargo de ella, la criarían como si fuera suya y, con suerte, algún día encontrarían la forma de contarle la verdad. Habían decidido llamarla Ely.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD