Pasaba él tiempo, Elizabeth tenía ocho meses de embarazo, amaba a su bebé, qué estaba dentro de su ser, estaba sola, no sabía qué hacer, seguia sin saber nada de Germán, al parecer se lo había tragado la tierra.
Elizabeth esa misma mañana, decidió llamar a Germán, tenía para hablar con él, todo él dolor qué sentía en ese momento, estaba en un país extraño, le iba de maravilla en sus estudios, no recibió contestación de él, su amor por ella no existía.
Elizabeth se sentía engañada, no sabía qué haría con su vida y aquel precioso bebé, entró para hacerse la última ecografía, aveces la acompañaba Inés, está vez iba sola.
—Vamos a ver, ¡Qué sexo tiene! es un varón, ¡felicitaciones!
Las lágrimas de Elizabeth, comenzaron aparecer estaba emocionada, ella no tenía con quién compartir aquella felicidad, decidió mantener la calma después de un rato, se secó las lágrimas, levantó su frente bien alto, aún más fuerte, no le tenía miedo a nada, le comentó él problema qué tenía, aquella mujer, qué justo en ese momento le hacía la ecografía
—Señorita, va a nacer mi bebé, no tengo con quien dejarlo, su padre desapareció y mi madre aún no lo sabe, si le cuento, lo qué pasó, no me ayudará en mis estudios, deseo terminar mi carrera, amo a mi bebé, se está poniendo muy difícil.
Laura, la escuchó y dijo:
Tengo una pareja de amigos, qué no puede tener hijos, talvez sea la única solución qué tengas qué hallar, ellos te lo cuidarían, deberías darlo en adopción, conosco un médico qué se encargará de los papeles, tú bebé deberá pasar a nombre de ellos, y tú quedarás cómo si nunca hubieses sido madre, tienes un mes todavía para pensar.
Elizabeth se retiró del lugar, Laura le pasó, él número telefónico de aquella pareja, "La solución de su vida", ella pensó y sonrió.