Elizabeth estaba casi de ocho meses y medio, su criatura estaba por nacer, no sabía qué decisión tomar aún, recibió una llamada, era Germán.
—Hola, ¿Cómo estás? Lamento decirte qué no puedo seguir contigo, me casé hace cinco meses.
Elizabeth comenzó a temblar, sentía deseos de morir, Germán le habla clavado un cuchillo por la espalda.
—¡Idiota entonces para qué me llamas!
¡Ojalá te mueras! Fuiste toda una mentira, deseo qué nunca puedas ser padre, adiós y no me llames nunca más.
Elizabeth sintió un vacío enorme, caminó sin rumbo, estaba perdida, luego apareció frente a ella, un uniformado de la policía
—Señorita, ¿Se siente bien?
Él ayudó a sentarse a Elizabeth.
—¿Desea qué la acompañe adónde tenga que ir?, No la veo bien.
—Creo qué tengo dolores, mi bebé está por venir, ¿Quiero qué por favor llame a este número.
Aquel policía, llamó aquella pareja, eran los qué no podían tener hijos, se presentaron justo en la clínica.
—Hola, ¿Ustedes podrán cuidar de mi bebé? Solo será por un tiempo, hasta qué me reciba.
Elizabeth comenzó con contracciones, qué duraron doce horas, de pronto apareció él médico qué le ayudaría, a dar a su hijo a la otra pareja.