Héctor quiere ubicarse en una de esas máquinas, ya no puede se queda sin sangre no las podrá tolerar, hay un gran sufrimiento en su alma, no baja los brazos sigue adelante, visita a su médico él especialista de cáncer.
—Tome asiento por favor, ¿Qué tal anduvo la quimio?
—Imposible, doctor no me la pudieron hacer.
—Siga tomando las pastillas, esas tienen él mismo efecto, solo qué estás son orales.
Él médico lo llenó, de más remedios, medicamentos para la presión, la diabetes dos, en total 16 cápsulas por día.
Elizabeth siguió estudiando, debía demostrar a su padre, lo mucho qué había logrado llegar, la fuerza siempre se la daba su padre, a quien adoraba, estaba unido siempre a él en alma y corazón, aunque estaban a cientos de kilómetros de distancia.
Elizabeth una mañana no tenía clases en la facultad, solo había estado una sola vez con Germán, aquel hombre, qué la llenaba de curiosidad, se sentó en una de aquellas mesas, esperando talvez qué apareciera su príncipe azul, estaba llena de ansiedad, aquel hombre le había tocado él corazón, pidió un café, con un pedazo de biscochuelo, espero aquella mañana qué Germán apareciera, ni siquiera apareció.