Elizabeth seguí estudiando día y noche a veces no podía mantenerse en pie, pasó él siguiente mes Elizabeth otra vez apareció en él despacho de Germán.
— !Buenos días señorita!
—German no está, me ha dejado este dinero para usted, dice qué mañana comience a trabajar.
Elizabeth esta vez cuándo cruzó la calle, sintió una alegría inmensa comenzaría a trabajar, lo primero qué hizo fué llegar a la facultad y en cuánto vió a su amiga, Inés la abrazó. —Estoy tan feliz, mañana comienzo a trabajar, se me va a complicar un poco más, me costará sacar las materias pero lo haré.
Elizabeth trabajaría para Germán, no importa todo lo haría por su bebé, ella llega a casa está la niñera.
— Qué contenta, se le ve señora.
— ¡Estoy feliz!, mañana comienzo a trabajar, debo presentarme a las 7 de la mañana, demasiado temprano ahí estaré.
Elizabeth se queda estudiando, hasta tarde, al día siguiente pone él despertador a las 6:30 a las 7 de la mañana tiene qué ir, está oscuro, sube al colectivo qué la deja justo en la puerta, a las 7:00 está afuera esperando qué abra la cafetería, abre a ese horario súper temprano, ella sube por él ascensor se queda afuera, al parecer todavía no llega nadie, se sienta; recién llegan los señores a las 8 de la mañana, Tuvo qué esperar una hora.
Llega Germán, muy atractivo con su traje y portafolio, entra a su despacho.
— Pasa, me ordenarás la biblioteca y las carpetas, también, me preparas él cafe, limpiarlas él escritorio.
— ¿Algo más?
— ¡Eso será todo por hoy! solo cumplirás 3 horas para qué tengas tiempo de estudiar, qué tengas un buen día, durante él tiempo qué trabajes, no me gusta qué mi gente diga una sola palabra.
Elizabeth se siente humillada, lo hace por su hijo, siente bronca hacia Germán le conviene actuar con cautela, ser discreta en todo lo qué hace ni una sola palabra a nadie, ni murmurar, ni tener confianza con ninguna de sus secretarias.