Germán se encontraba en España en Málaga, estaba un poco mejor se había recuperado bastante, él médico le dió él alta, vivía cómodo con su madre en una amplia casa, cerca de la playa. Estaba su padre quién también había sido Juez, estaba retirado, su madre era directora de una importante asociación para discapacitados, había estado enferma por eso él tuvo qué viajar, ese día del accidente iba muy nervioso.
Germán se había enamorado de Elizabeth, decidió viajar a Nueva York, le daría una gran sorpresa.
Es una mañana de primavera, ese mismo día viaja hacía Nueva York, no era él mismo clima estaba nevando. Elizabeth se levantó temprano, usaba gorro, bufanda, por el frío intenso qué hacía, hasta corría un fuerte viento, ese día lo primero qué hizo fué llamar a Germán; No contestó, "Que extraño, qué no me contesta."
Elizabeth estaba estudiando, tirada sobre la cama, había pasado todo él día en la facultad, cuándo de pronto siente un ruido en la puerta.
— ¿Quién será? ¡Germán— Exclamó Elizabeth.
—!Amor mío!
Ella lo abraza,besa y acaricia, coloca su rostro sobre él de él.
— ¡Mi amor cuánto te extrañaba!
!Qué linda estás!, pequeña mía, chiquita veo qué estás estudiando, ¿Este es tu cuarto?
— Sí, es hermoso lleno de carpetas, mi vida es tan simple mi amor, me lo paso estudiando, no veo televisión ni asisto a bailes me encanta, comprar ropa.
— Amor Me tengo qué ir, verificar todo cómo va todo allá en mi despacho, sí quieres verme esta noche estaré allí o si no, vivo por acá cerca, tengo mi departamento, ¿Quieres qué vamos?
— Déjalo qué lo piense mi amor.
— Nos vemos esta noche, okay de acuerdo quiero qué estés bien linda. Elizabeth esa noche se vistió sensual,elegante parecía otra, su cara de ángel sus ojos claros, al rato comenzó a caminar se iban a encontrar en una de las esquinas, él la pasó a buscar entraron al departamento de él, había preparado unas bebidas un poco fuerte con hielo, ella se sentó en él sofá llevaba una falda plisada cortita al sentarse , mostró sus piernas, él se acercó a ella y le acarició una de las piernas.
— No temas, no te voy a hacer nada, todavía estoy con muletas mi amor, ¡estás muy linda!
Se besaron, luego él llamó por teléfono y pidió comida.
— ¿Qué te parece una pizza, con cerveza?
Pasaron una velada inolvidable, después vino él postre, caricias y besos.
— ¿Quieres ser mía? —Pregunto Germán.
Ella dijo: No podemos hasta cuándo te mejores de tu pierna ahora, soy chiquita aún todavía ni lo pienses.